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28.04.08

¿Pagó o no pagó abortos Manel Pousa? That is the question

El arzobispado de Barcelona pretende quitarse de en medio el “caso Pousa” con un comunicado en el que se afirma que el sacerdote dice que no se “expresó con suficiente precisión” y que siempre ha querido actuar en comunión con la Iglesia.

La realidad es que cuando uno lee la entrevista que le hizo El Periódico, lo que menos encuentra es falta de precisión. Manel Pousa fue absolutamente preciso al afirmar “YO HE PAGADO ABORTOS”. Y sin embargo, la nota de la delegación de medios de comunicación del arzobispado barcelonés no es nada precisa a la hora de explicar si Pousa pagó o no pagó abortos.

Es decir, pretenden enterrar el tema con una nota imprecisa sobre unas declaraciones precisas, que por sí solas llevaban a la excomunión del sacerdote que las hizo. Pues señores míos, esto no puede acabar así. El tema ya va camino de Roma, donde posiblemente pedirán muchísima más precisión al sacerdote y al arzobispado.

Es necesario que quede claro si Mosén Pousa pagó abortos. Corren rumores de que el cura se justifica diciendo que él dio el dinero pero no pagó directamente los abortos. Es decir, tuvo el detalle de no ir a la clínica del doctor Morín, o a cualquiera de las otras clínicas “aborteras” de Barcelona, a pagar personalmente por el asesinato de los inocentes. Pero seamos serios. Si él dio un dinero que sabía que estaba destinado a pagar un aborto, su complicidad es total.

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27.04.08

Pues menos mal que Paco Vázquez dijo que no habría más crispación

Hace unos días nos hacíamos eco en Religión en Libertad de las declaraciones que el embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, había realizado durante una conferencia en la coruñesa localidad de Betanzos. Tras afirmar que no se puede entender España sin sus raíces católicas y criticar a quienes quieren hacer de la laicidad un instrumento doctrinal e ideológico parcial, aseguró que en estos momentos hay indicios claros de que vamos a vivir un escenario de buenas relaciones entre el Gobierno y la Iglesia y, por tanto, no se volverán a reproducir momentos de crispación como los que se produjeron en la primera mitad de la anterior legislatura. Pues don Paco… a otro perro con ese hueso.

No sabemos si como embajador tiene mucho futuro el socialista gallego, pero como profeta apunta las mismas maneras que Aramís Fuster o Rappel. O Paco Vázquez no conoce lo que se cuece en su partido, cosa que resulta difícil de creer, o se dedica a hacer de sirena que, con sus cantos de tolerancia y anti-laicismo decimonónico, atrae a los católicos incautos que no se han enterado todavía de que estamos asistiendo en este país al mayor ataque que la Iglesia Católica ha sufrido en Occidente después de las grandes guerras que asolaron Europa el siglo pasado.

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25.04.08

Este cascó un huevo, este le echó sal…

Cuando mis hijos eran bebés y no había forma de que se tomaran la papilla o los purés de verdura, solía contarles la historia que mi madre me aseguró haber usado conmigo en situaciones similares. Abriendo una de las manos y empezando desde el dedo meñique, les decía:

Este cascó un huevo, este le echó sal, este lo frió, este fue a por pan y este, gordo gordito, se lo comió, se lo comió, se lo comió….. y cucharada “pa dentro”.

Pues bien, ayer asistimos a una versión mediático-política del huevo cascado y finalmente comido. La cosa queda así:

A la Ser llegó una noticia, la Ser la analizó, la Ser la manipuló, la Ser la emitió y el PSOE e IU, socialistas y comunistas, se la tragaron, se la tragaron, se la tragaron… y atizaron a la Iglesia.

Es obvio que determinados medios de comunicación hacen de chulos proxenetas que explotan a esa señora llamada verdad, anteriormente casta y hoy obligada a trabajar vendiendo su alma. Cuando la verdad sale a hacer la acera para vender sus encantos a consumidores sin escrúpulos, se disfraza de “verdad a medias”. Una vez captado al cliente, se quita del todo su ropa para convertirse en mentira. Y entonces el otro paga, abusa de ella y la utiliza para satisfacer sus instintos perversos.

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23.04.08

La maldad enseña su verdadero rostro

Se llama Observatorio de Bioética y Derecho y pertenece a la Universidad de Barcelona. Pero podría llamarse perfectamente Promotora de Asesinatos crueles a Inocentes sin Derechos. Y es que los “observantes” de ese engendro están por la labor de llevar a España hacia la más repelente de las pesadillas.

Efectivamente, no hay mayor perversión de la bioética y el derecho que alentar el aborto incluso hasta el momento anterior al nacimiento del feto. Hay que ser de una naturaleza moral totalmente entregada al mundo de las tinieblas para afirmar que un ser humano es objeto de derechos justo después de nacer y no cinco minutos antes de asomar su cabeza en este mundo. Hay que ser hijo del mismísimo Satanás para considerar que puede ser ético el asesinar a un bebé que está a punto de respirar con sus propios pulmones, por el único delito de venir con malformaciones o de ser motivo de peligro para la salud mental de su madre.

Pues bien, eso y más son esos expertos que se refugian bajo el amparo de una universidad para lanzar su ponzoña en nuestra sociedad. Y además tienen la poca vergüenza de querer apartarnos del debate a los que tenemos decencia, moral y fe religiosa. Estos siervos a sueldo de la Muerte afirman que “la discusión pública sobre el aborto no debe introducir criterios procedentes de concepciones religiosas, sobre el bien o la vida ideal, apropiadas para imponerse a uno mismo voluntariamente, pero no materia de corrección moral interpersonal que pueda imponerse a los demás. Ello significa que no es posible debatir, deliberar o dialogar sobre temas controvertidos en el campo de la bioética, como el aborto, si no se aceptan normativamente los valores de cientificidad, laicidad y pluralismo democrático”. Sólo les falta pedir que nos metan presos a los que osamos plantear públicamente nuestra opinión sobre lo que es el aborto. Creo que es cuestión de tiempo que lo hagan.

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22.04.08

Fellay pretende imponer sus tesis a toda la Iglesia

Cuando Juan XXIII sorprendió a la Iglesia y al mundo convocando el Concilio Vaticano II, pocos pensaban que uno de las consecuencias más amargas del mismo sería el cisma más importante que ha sufrido la Iglesia desde la Reforma protestante. Efectivamente, 21 años después de la clausura del Concilio se producía la excomunión de Monseñor Marcel Lefebvre, arzobispo francés fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX). Juan Pablo II no tuvo más remedio que dar ese doloroso paso ante la desobediencia abierta del prelado francés, que se empeñó en ordenador obispos en contra del mandato del Vicario de Cristo.

Aunque la causa “canónica” de la excomunión fue esa ordenación no autorizada, lo que de verdad estaba en el alma del cisma era el rechazo del Vaticano II por parte de Lefebvre y sus seguidores. Ellos creían que la Iglesia había alterado sustancialmente una serie de doctrinas fundamentales, posibilitando a su vez una reforma litúrgica que creían poco menos que una aberración. Lo cierto es que el marasmo postconciliar, que llevó a Pablo VI a asegurar que el “humo de Satanás” había entrado en la Iglesia, ayudaba muy poco a convencer a los tradicionalistas de lo erróneo de sus planteamientos.

Con todo, la crisis obvia en la que la Iglesia se vio sumida tras el concilio nunca podía ser resuelta desde la rebeldía abierta contra el legítimo sucesor de San Pedro y contra un concilio ecuménico. Lefebvre equivocó el camino. En nombre de la Tradición, atentó contra la misma separándose de la comunión con el Obispo de Roma y el resto de obispos del orbe católico. En efecto, asestó un golpe casi definitivo a la causa del tradicionalismo, pues los tradicionalistas que permanecieron fieles al Papa tuvieron que soportar el estigma de ser considerados como cuasi-cismáticos por buena parte del resto de la Iglesia. Hoy no ocurre tal cosa y de hecho el tradicionalismo católico ha recibido con gozo el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, que permite el uso más amplio de la forma extraordinaria del Rito romano de celebración de la Misa.

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