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21.11.18

La irrelevancia de la CEE

Los obispos españoles han elegido hoy nuevo secretario general de su conferencia episcopal. Y lo han hecho en la persona de Mons. Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid. Ayer parecía que el elegido podría ser el P. Jorge Fernández Sangrador, vicario general de Oviedo, pero finalmente los prelados han optado por el único obispo de la terna sobre la que se ha votado.

Vaya por delante que no conozco ni poco ni mucho a Mons. Argüello. No recuerdo declaraciones suyas y no creo que haya sido protagonista de ninguna noticia con repercusión nacional más allá de su nombramiento como obispo. Como hablar de quien no se conoce me parece una temeridad, no pienso hacerlo. Evidentemente es un hombre cercano a su arzobispo, el cardenal Blázquez, que es a su vez presidente de la CEE. Pero hasta ahí no más puedo decir.

Lo que sí puedo decir es que la creciente irrelevancia mediática, social e incluso eclesial de la Conferencia Episcopal es un hecho incontestable. A ello contribuye el perfil bajísimo -en el sentido mediático del término- de su presidente. Don Ricardo Blázquez siempre ha sido un obispo discreto, con un discurso lleno de típicos tópicos, lugares comunes y ausencia de aristas. O sea, está pero como si no estuviese. Durante su primer trienio al frente de la CEE, el cardenal Cañizares llenó de sobra el vacío mediático desde su condición de vicepresidente. Hoy, ni eso. 

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19.11.18

La apostasía se integra muy bien en el sistema que la sustenta

Ni es la primera ni será la última vez en que los obispos españoles presumen del papel de la Iglesia en la llegada de la democracia liberal a España. Esta mañana lo ha hecho el actual presidente de la Conferencia Episcopal Española, cardenal Ricardo Blázquez. En su discurso de apertura de la Plenaria ha dicho:

Se cumplen cuarenta años de nuestra Constitución, que selló un consenso entre todos los españoles, al terminar el régimen anterior. A la inquietud sucedió la esperanza, con la generosidad de todos hemos vivido un largo periodo de paz. “La concordia fue posible” es el epitafio que Adolfo Suárez deseó se pusiera en su sepulcro. La Iglesia, en vías de renovación por el Concilio Vaticano II, colaboró eficazmente en aquel singular periodo de nuestra historia. Los católicos estamos satisfechos de haber prestado la ayuda que estaba en nuestras manos, nos sentimos bien integrados en el sistema democrático y es nuestra intención continuar participando, desde nuestra identidad, en la justicia, la solidaridad, la paz, la convivencia y la esperanza de nuestra sociedad. Ni deseamos ponernos medallas ni queremos ser preteridos. Por esto saludamos el diálogo entre todos, como ha mostrado el desarrollo del Congreso. Todos nos debemos al bien común, del que nos beneficiamos todos.

Aparte de que no sé hasta qué punto se puede hablar de periodo de paz estando presente el terrorismo de ETA (829 asesinados, miles de heridos y extorsionados) durante gran parte de este tiempo, conviene recordar que:

- Tenemos una Constitución donde Dios no aparece por ningún lado. Si la Iglesia en España quiso y quiere tal cosa, muesta una radical hipocresía celebrando en este país la festividad de Cristo Rey. 

- Tenemos una legislación que despenaliza el aborto y lo considera un derecho. Se han superado de largo los dos millones de abortos desde 1985.

- Tenemos una legislación que desprecia el matrimonio, convirtiéndolo en una institución con menos protección legal que muchos tipos de contratos mercantiles y que considera matrimonio la unión de dos personas del mismo sexo.

- Tenemos un avance radical de la imposición de la ideología de género en todos los ámbitos, pero sobre todo en la educación. El Estado adoctrina a los niños y jóvenes en principios radicalmente contrarios a ley natural y divina.

- Etc.

Dice el cardenal y presidente de la CEE que todos nos beneficiamos del bien común. ¿De qué bien común habla? 

Efectivamente, en España la inmensa mayoría de los católicos practicantes -minoría menguante que va camino de la más absoluta irrelevancia- viven integrados y más o menos felices en este sistema. Y eso tiene un nombre: apostasía. Queda un pequeño resto de fieles  -incluso algún obispo- que no están ni estarán integrados. Pero ese pequeño resto es despreciado por la gran masa. Y llegado el caso, será perseguido.

Quiera Dios concedernos permanecer fieles perteneciendo a ese pequeño resto, que jamás renunciará a proclamar y defender la verdadera y absoluta realeza de Cristo en todos los ámbitos

¡¡Viva Cristo Rey!!

Luis Fernando Pérez Bustamante

16.11.18

Cuando se pierde la credibilidad, se pierde todo

Lo que ha ocurrido esta semana en Baltimore (Maryland), donde se han reunido todos los obispos de Estados Unidos para celebrar la Plenaria de su Conferencia Episcopal, es bastante más grave de lo que parece. 

Hasta donde yo recuerdo, es la primera vez en la historia de las conferencias episcopales en que una de ellas se encuentra con que Roma le cambia el programa de una Plenaria el día antes de que empiece a celebrarse. En no pocas ocasiones la Santa Sede ha tenido que corregir decisiones tomadas por episcopados de una nación, pero esta especie de censura previa es inédita. La cara del cardenal Di Nardo contando la decisión vaticana a sus compañeros de episcopado hablaba por sí sola.

Sobre la incoherencia entre la medida decidida por las autoridades vaticanas y los anteriores llamados a la sinodalidad ya escribí un post. Sandro Magister ha escrito otro. Predicar una cosa, sea buena o mala, y a continuación imponer lo contrario, no habla bien de quien así actúa. 

Lo cierto es que el intento de que los obispos de EE.UU no discutieran sobre la crisis por abusos sexuales, y más concretamente sobre el caso McCarrick, viene de atrás. Fue el Papa quien les pidió que suspendieran la Plenaria y dedicaran esta semana a un retiro de oración. La respuesta fue que estaban de acuerdo en dedicar una semana a tal fin, y de hecho tendrá lugar del 2 al 8 de enero del año que viene, pero que nada de suspender la Plenaria. Bien, ya ven ustedes lo que les ha pasado.

Sinodalidades de paja aparte, lo más grave es la creciente sensación entre buena parte de los fieles de EE.UU de que ni Roma ni sus obispos saben qué hacer ante el monumental escándalo de los abusos y su encubrimiento. O peor aún, que saben lo que tienen que hacer pero prefieren dejar pasar meses y meses antes de hacerlo, si es que llegan a hacerlo. Y esa sensación no solo se extiende entre los fieles seglares. También entre muchos buenos sacerdotes que, no lo olvidemos, son víctimas muy directas de un descrédito del sacerdocio del que ellos no tienen culpa alguna.

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13.11.18

Religiosas renuncian a sus votos para salvar su carisma

Desde que hace años, siendo todavía Papa Benedicto XVI, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica decidió intervenir, todavía no sabemos bien por qué ni para qué, los Franciscanos de la Inmaculada, se ha ido produciendo un goteo constante y creciente de visitas apostólicas, revisión de estatutos, etc, de congregaciones religiosas de reciente fundación con un carisma tradicional. 

Por lo general, no suelen ser noticia porque los consagrados, tanto religiosos como religiosas, no son especialmente partidarios de quejarse ante los medios de comunicación. Pero lo cierto es que da la impresión de que estamos en plena cacería de carismas que no son del agrado de los actuales responsables de la Iglesia.

Curiosalmente, la espantosa crisis de vocaciones entre las órdenes y congregaciones religiosas “históricas” -iba a decir tradicionales, pero sería faltar a la verdad-, contrasta con la abundancia de las mismas entre esas nuevas realidades de la vida consagrada.

Desgraciadamente, sobre todo para sus almas, algunos están empeñados en ser la versión eclesial de El perro del hortelano, “que ni come ni deja comer". En vez de ver la presencia del Espíritu Santo en esa auténtica primavera eclesial, que no provoca titulares pero es testimonio vivo de que Dios no ha abandonado su Iglesia, hacen uso de la autoridad eclesial para machacar los primeros tallos, las primeras espigas.

Uno de esos nuevos institutos de vida consagrada, y sigo a partir de ahora el relato de Marco Tosatti, son “Las Hermanitas de María, Madre del Redentor” (Petites Soeurs de Marie, Mère du Rédempteur). Están en Francia, concretamente en la diócesis de Laval. ¿A qué se dedican? Cuidan de los ancianos, colaboran en el cuidado pastoral de las parroquias, ayudan a los pobres y, he aquí el “problema", viven una espiritualidad que es considerada demasiado “clásica” en el Vaticano: amor por la adoración eucarística, oración ferviente de intercesión y devoción filial a María. (*)

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12.11.18

Grandioso ejercicio de sinodalidad

Entre las muchas cosas peculiares a las que venimos asistiendo en la Iglesia en los últimos años, una es la constatación de lo verdadero que es el refrán “consejos vendo que para mí no tengo". El último ejemplo lo hemos visto hoy.

Resulta que en el documento final del último sínodo de los obispos sobre la juventud colaron la cuestión de la sinodalidad, a pesar de que en los grupos de trabajo no se había abordado el tema.

Si uno le pregunta a muchos jovenes católicos qué es lo que más necesita la Iglesia hoy en día, no parece probable que respondan “elemental, querido hermano… sinodalidad… sinodalidad por todas partes". Pues da igual. Aprovecharon que el Tíber pasa por Roma y metieron la sinodalidad en un sínodo que no tenía nada que ver con esa cuestión.

Así lo explicó Mons. Fischer, arzobispo de Sidney (Australia), en una entrevista concedida a Edward Pentin:

¿Cómo es que se ha introducido tanto material sobre «sinodalidad» en el documento final?

Bien, no estaba en el documento de trabajo, ni en las discusiones de la asamblea general, ni en las de los grupos del mismo idioma, ni en los informes de los grupos pequeños, sólo apareció, como de la nada, en el borrador del documento final.
Hubo algún rechazo por parte de los padres sinodales contra esta obvia manipulación. Significó que algunos votaran contra estos párrafos sobre sinodalidad, no porque no estuvieran de acuerdo con ellos, sino porque no estaban de acuerdo en que éstos, que tan mal encajaban en el documento, se introdujeran a última hora y sin razón alguna.

También se ha hablado mucho de la posibilidad de dar cierta autoridad doctrinal a las conferencias episcopales. Tal asunto estuvo en el orden del día de una de las reuniones de este año del C9, ese grupo de cardenales que lleva años y años asesorando al Papa para una reforma de la Curia que no llega.

Pues bien, ni sinodalidad, ni autoridad de las conferencias episcopales, ni gaitas. La Santa Sede ha cambiado el orden del día de la Plenaria de la Conferencia Episcopal de los EE.UU. Y lo ha hecho el día antes de que empezara la Plenaria. Y lo ha hecho en un tema delicadísimo, el de los abusos sexuales.

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