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13.11.18

Religiosas renuncian a sus votos para salvar su carisma

Desde que hace años, siendo todavía Papa Benedicto XVI, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica decidió intervenir, todavía no sabemos bien por qué ni para qué, los Franciscanos de la Inmaculada, se ha ido produciendo un goteo constante y creciente de visitas apostólicas, revisión de estatutos, etc, de congregaciones religiosas de reciente fundación con un carisma tradicional. 

Por lo general, no suelen ser noticia porque los consagrados, tanto religiosos como religiosas, no son especialmente partidarios de quejarse ante los medios de comunicación. Pero lo cierto es que da la impresión de que estamos en plena cacería de carismas que no son del agrado de los actuales responsables de la Iglesia.

Curiosalmente, la espantosa crisis de vocaciones entre las órdenes y congregaciones religiosas “históricas” -iba a decir tradicionales, pero sería faltar a la verdad-, contrasta con la abundancia de las mismas entre esas nuevas realidades de la vida consagrada.

Desgraciadamente, sobre todo para sus almas, algunos están empeñados en ser la versión eclesial de El perro del hortelano, “que ni come ni deja comer". En vez de ver la presencia del Espíritu Santo en esa auténtica primavera eclesial, que no provoca titulares pero es testimonio vivo de que Dios no ha abandonado su Iglesia, hacen uso de la autoridad eclesial para machacar los primeros tallos, las primeras espigas.

Uno de esos nuevos institutos de vida consagrada, y sigo a partir de ahora el relato de Marco Tosatti, son “Las Hermanitas de María, Madre del Redentor” (Petites Soeurs de Marie, Mère du Rédempteur). Están en Francia, concretamente en la diócesis de Laval. ¿A qué se dedican? Cuidan de los ancianos, colaboran en el cuidado pastoral de las parroquias, ayudan a los pobres y, he aquí el “problema", viven una espiritualidad que es considerada demasiado “clásica” en el Vaticano: amor por la adoración eucarística, oración ferviente de intercesión y devoción filial a María. (*)

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