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23.10.16

De muros, puentes y desafíos pastorales

Hace unos días llegó a mis manos un documento en pdf sobre pastoral familiar de los “Equipos de Nuestra Señora” (en su web pueden ver lo que son), cuyo contenido llama la atención no tanto por una cierto iconoclasmo -habría costado muy poco poner alguna imagen religiosa en vez de emoticones-, como por algunos de sus presupuestos y ejemplos. Cito de la página 62:

La fragilidad de los lazos se evidencia por el creciente número de separaciones y divorcios. En muchas realidades se prefiere evitar los lazos del matrimonio y en cualquier caso el matrimonio civil supera al religioso. Son cada vez más numerosas las parejas que se presentan al matrimonio ya habiendo convivido, e incluso algunas con hijos; las separaciones y los divorcios, por lo menos en el mundo occidental, superan a los matrimonios, la crisis de la pareja no tiene edad (son muchas las parejas que después de muchos años de matrimonio sobre sus espaldas deciden separarse), la dificultad para la procreación también es creciente, teniendo en cuenta que se desean los niños en una edad más que madura.
Sin entrar en juicios morales, como iglesia de nuestro tiempo, debemos vivir el presente y acoger esta complejidad. Tenemos que vivir el hoy sin lástima y sin lecturas nostálgicas, insatisfechas o peor, demonizantes.

Sobre este tema, ya el Papa Juan XXIII, en el discurso de apertura del Concilio el 11 de octubre de 1962 usó unas palabras fuertes a propósito de los cristianos a los que llamó “profetas de calamidades”:…

A ver si lo entiendo. Como quiera que hoy en día el divorcio, el amancebamiento y el adulterio están a la orden del día, debemos abstenernos de emitir juicios morales sobre esas situaciones para no caer bajo la acusación de “profetas de calamidades” de San Juan XXIII. Se trata de “acoger esta complejidad” y no caer en la nostalgia.

Para empezar, ya que apelan al discurso de apertura del último concilio, no está de más recordar lo que el mismo dice sobre la situación de la institución familiar en esos momentos:

Sin embargo, la dignidad de esta institución no brilla en todas partes con el mismo esplendor, puesto que está oscurecida por la poligamia, la epidemia del divorcio, el llamado amor libre y otras deformaciones; es más, el amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo y los usos ilícitos contra la generación.
Gaudium et spes,47

En otras palabras, la Iglesia emitió, sin la menor duda, un juicio moral sobre todo aquello que atenta contra el plan de Dios para el matrimonio. ¿A cuento de qué vamos ahora a hacer algo distinto?  Si hace 50 años la situación era digna de ese juicio moral, ¿qué no será en estos momentos?

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