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20.07.16

Un modo de ampliar la consciencia según Mons. Víctor Manuel Fernández

En mi post de ayer manifesté mi inquietud por unas frases del punto 149 de la exhortación apostólica Amoris Laetitia (AL). Vuelvo a copiar dicho punto señalando de nuevo en negrita la parte que me produjo cierta preocupación:

149. Algunas corrientes espirituales insisten en eliminar el deseo para liberarse del dolor. Pero nosotros creemos que Dios ama el gozo del ser humano, que él creó todo «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17). Dejemos brotar la alegría ante su ternura cuando nos propone: «Hijo, trátate bien […] No te prives de pasar un día feliz» (Si 14,11.14). Un matrimonio también responde a la voluntad de Dios siguiendo esta invitación bíblica: «Alégrate en el día feliz» (Qo 7,14). La cuestión es tener la libertad para aceptar que el placer encuentre otras formas de expresión en los distintos momentos de la vida, de acuerdo con las necesidades del amor mutuo. En ese sentido,se puede acoger la propuesta de algunos maestros orientales que insisten en ampliar la consciencia, para no quedar presos en una experiencia muy limitada que nos cierre las perspectivas. Esa ampliación de la consciencia no es la negación o destrucción del deseo sino su dilatación y su perfeccionamiento.

Como bien es sabido, a veces los documentos papales, sin dejar de ser en su redacción final textos asumidos por los pontífices, han pasado por diversas manos. En la Biblioteca Digital de la Universidad Católica de Argentina nos encontramos con el siguiente texto de Mons. Víctor Manuel Fernández, arzobispo y rector de la UCA. Negritas mías:

Algunas corrientes espirituales orientales insisten en eliminar el deseo para liberarse del dolor. Pero en realidad un ideal más grande que ese sería poder orientar el deseo de acuerdo a lo que estemos viviendo. En algunos momentos de la vida los deseos pueden hacernos muy bien y ayudarnos a hacer grandes cosas para los demás. Pueden ser parte de la riqueza del amor, y entonces no son causa de sufrimiento. La cuestión es tener la libertad suficiente para aceptar que un placer se acabe y para no volverse esclavo de un deseo. En ese sentido, se puede acoger la propuesta de algunos maestros orientales que insisten en la necesidad de ampliar la consciencia, para no quedar presos en una experiencia muy limitada que nos cierre las perspectivas. Pero yo prefiero decir que esa ampliación de la consciencia no es la negación o destrucción de los deseos sino, precisamente, una dilatación del deseo. Una actividad evangelizadora entusiasta y llena de sentido cumple maravillosamente esta función, como lo vemos en muchos santos.

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