InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Archivos para: Diciembre 2014

30.12.14

La democracia española es un sistema perverso

108.690 abortos en España en el año 2013. Más de dos veces la población de Huesca. La misma población, prácticamente que Orense. Bastantes más que los habitantes de muchas capitales de provincia. Y eso,solo en un año, sin contar los abortos fruto de las píldoras del día después, DiU, FIVs, etc.

Y todo ello gracias a dos cosas:

1- La voluntad de un sector amplísimo de mujeres españolas o extranjeras residentes en España. Más de uno de cada cinco embarazos acaba en el cubo de basura de las clínicas de la muerte, esas máquinas infernales, negocios que hacen dinero a costa de los más inocentes. Más del 90% de los casos abortan porque les da la real gana. No apelan a ninguna otra razón. Son asesinas porque sí. Y con ellas, sus parejas y buena parte de sus familiares

2- Una legislación que considera que hacer tal cosa, que matar al hijo que no ha nacido, es un derecho. Todos los partidos políticos con representación parlamentara son cómplices de ese holocausto continuo

Me da igual lo que se piense sobre el sistema democrático en general. Me da lo mismo las comparaciones que se puedan hacer con otros sistemas políticos. Desde el punto de vista del evangelio, este sistema en España, y en la mayor parte de las democracias occidentales es satánico. Y punto.

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28.12.14

El obispo de Amberes, contra la Escritura, la Tradición y el Magisterio

Si hace 40 años alguien dice que buena parte de Occidente acabaría celebrando «bodas» entre parejas del mismo sexo, nadie lo habría creído.

Si hace 35 años, tras la celebración de un sínodo de obispos católicos sobre la familia y la exhortación post-sinodal papal que le siguió, la Familiaris consortio, alguien hubiera dicho que otro sínodo hubiera emanado un «documento intermedio» que incluyera la siguiente afirmación, «sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas«, nadie lo habría creído.

Y si además esa persona hubiera dicho que un obispo católico afirmaría que «debemos buscar en el seno de la Iglesia un reconocimiento formal de la relación que también está presente en numerosas parejas bisexuales y homosexuales. Al igual que en la sociedad existe una diversidad de marcos jurídicos para las parejas, debería también haber una diversidad de formas de reconocimiento en el seno de la Iglesia«, posiblemente habría sido remitida a un psiquiatra.

Y sin embargo, hoy se celebran «bodas» entre homosexuales, el pasado sínodo tuvo una relatio post disceptacionem con el texto ya citado y el obispo de Amberes, Mons. Johan Bonny, acaba de pedir que la Iglesia acepte esa barbaridad, sin que hasta el momento se sepa de su cese inmediato como pastor de la grey católica que tiene encomendada.

El prelado belga opina que la Iglesia necesita urgentemente encontrar una conexión con la sociedad moderna. ¿Y en qué consiste dicha conexión? En aceptar cualquier cosa que a la sociedad le parezca bien. Ahora puede ser el «matrimonio» entre homosexuales, mañana puede ser el aborto o la eutanasia, pasado mañana la ejecución de los niños ya nacidos (ver 12 y 3) y dentro de cierto tiempo las relaciones sexuales entre adultos y niños -existe un partido en Holanda que lo promueve-. Basta que algo sea aceptado por una mayoría de ciudadanos para que la Iglesia lo asuma.

Es evidente que quien afirma algo así no solo no tiene la fe católica, sino que de haberla tenido alguna vez, ha caído en la peor de las apostasías. Pero no estamos ante un seglar despistado, ante un sacerdote ingeniosamente hereje o ante un catedrático de teología a punto de ser retirado de la docencia. No, estamos ante un sucesor de los apóstoles, ante un obispo de la Santa Madre Iglesia.

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27.12.14

Lo que el P. Masiá propone es que los cristianos sean paganos

¿Otra vez el P. Masiá? Pues sí, otra vez. ¡Qué quieren que le haga! Si estuvièramos ante un seglar cualquiera, sin responsabilidad eclesial alguna, no dedicaría mucha atención a sus palabras, pero resulta que estamos ante un sacerdote jesuita, cuya orden religiosa, la Compañía de Jesús, le permite escribir libremente poniendo en solfa la doctrina de la Iglesia.

Ayer se dio la circunstancia de que se publicaran a la vez dos artículos suyos. Uno en El País, el periódico más leído de España, en el que abogaba abiertmente por la aceptación del divorcio civil y religioso. El segundo en Religión Digital, el portal digital de información religiosa que tiene como viñetista a un blasfemo. En RD, el P. Masiá pide abiertamente que la Iglesia bendiga uniones prematrimoniales con relaciones sexuales de por medio. 

De hecho, ese artículos es presentado así:

Juan Masiá, sj. responde a la cuestión del Sínodo sobre las uniones prematrimoniales.

Es decir, este sacerdote pretende que la petición del Papa de que todo el mundo opine libremente implica poder cargarse la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la moral sexual. Den ustedes por hecho que llegarán nuevos artículos suyos pidiendo la aceptación de las relaciones homosexuales y del matrimonio entre parejas del mismo sexo.

Es peculiar la forma en que este jesuita, de nombre que no de espíritu, plantea el tema:

Sobre la cohabitación no debe entrometerse quien acompaña pastoralmente, respetando las decisiones en conciencia de los “cónyuges en camino hacia el matrimonio".

Es decir, si la Iglesia dice a una pareja de novios que debe esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales, se está “entrometiendo” en su decisión. Una decisión tomada en conciencia. Por tanto, ¿cuál es el elemento clave para determinar si un acto es o no pecado? No la Palabra de Dios. No el Magisterio de la Iglesia. Es la conciencia al margen precisamente de la Palabra de Dios y el Magisterio. O sea, una conciencia no formada para el bien. Una conciencia al margen incluso de la ley natural, que también es enseñada por la Escritura y la Iglesia. 

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26.12.14

Al P. Masiá cabe "agradecerle" que sea claro en su herejía

Llevamos camino de un año viendo como se intenta de nuevo -ya se hizo durante el papado de San Juan Pablo II- introducir en la Iglesia una herejía, consistente en proponer que se dé la comunión a quienes Cristo llama adúlteros. Herejía que afecta gravemente a tres sacramentos: matrimonio, eucaristía y confesión.

Aunque varios blogueros hemos escrito artículos sobre la cuestión, es Bruno Moreno quien le está dedicando más atención. Lo último ha sido un post sobre unas desafortunadísimas declaraciones del cardenal Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona.

Sin embargo, algunos cardenales, obispos y teólogos que nos quieren vender como caballo alazán la burra coja de la comunión de adúlteros, intentan guardar las apariencias diciendo que no pretenden atentar contra la indisolubilidad del matrimonio. Es más, apelan, para vergüenza de ellos, a la misericordia de Dios, a la necesidad de acoger a todos en la Iglesia, como si la gracia divina, tal y como nos recuerda Mons. Demetrio Fernández en su última carta semanal, no fuera capaz de liberarnos del pecado. Dice el obispo de Córdoba:

Lo que el hombre no es capaz de conseguir por sus solas fuerzas, y ni siquiera con la ayuda de los demás, puede alcanzarlo con la gracia de Dios, que quiere hacer feliz al hombre, salvándole de su debilidad y de su pecado.

Hay otros que no se andan por las ramas cuando de lo que se trata es de pisotear las palabras de Cristo y la fe de la Iglesia. Es el caso del P. Juan Masiá, sacerdote jesuita, que acaba de escribir un artículo en El País pidiendo abiertamente que la Iglesia acepte el divorcio. No solo el civil, sino también el religioso. Es más, tiene el valor de pedir tal cosa en nombre de la “dignidad de los cónyuges”

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24.12.14

Feliz Navidad


Despierta, hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre. 

Estarías muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca hubieras sido librado de la carne del pecado, si él no hubiera asumido una carne semejante a la del pecado. Estarías condenado a una miseria eterna, si no hubieras recibido tan gran misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no se hubiera sometido voluntariamente a tu muerte. Hubieras perecido, si él no te hubiera auxiliado. Estarías perdido sin remedio, si él no hubiera venido a salvarte. 

Celebremos, pues, con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal. 

Él se ha hecho para nosotros justicia, santificación y redención. y así -como dice la Escritura- «el que se gloria que se gloríe en el Señor.» 

La verdad brota, realmente, de la tierra, pues Cristo, que dijo: Yo soy la verdad, nació de la Virgen. Y la justicia mira desde el cielo, pues nadie es justificado por si mismo, sino por su fe en aquel que por nosotros ha nacido. La verdad brota de la tierra, porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo, porque toda dádiva preciosa y todo don perfecto provienen de arriba. La verdad brota de la tierra, es decir, la carne de Cristo es engendrada en María. Y la justicia mira desde el cielo, porque nadie puede apropiarse nada, si no le es dado del cielo. 

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de Dios. Fíjate que no dice «nuestra gloria», sino la gloria de Dios, porque la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por ello el que se gloria que se gloríe no en sí mismo, sino en el Señor. 

Por eso también, cuando el Señor nació de la Virgen, los ángeles entonaron este himno: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. 

¿Cómo vino la paz a la tierra? Sin duda porque la verdad brota de la tierra, es decir, Cristo nace de María. Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, para que todos seamos hombres de buena voluntad, unidos unos a los otros con el suave vínculo de la unidad. Alegrémonos, pues, por este don, para que nuestra gloria sea el testimonio que nos da nuestra conciencia; y así nos gloriaremos en el Señor, y no en nosotros. Por eso dice el salmista: Tú eres mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. 

¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único lo hizo Hijo del hombre, para que el hijo del hombre se hiciera hijo de Dios. 

Busca dónde está tu mérito, busca de dónde procede, busca cuál es tu justicia: y verás que no puedes encontrar otra cosa que no sea pura gracia de Dios.

San Agustín de Hipona

Deseo a todos los lectores de InfoCatólica una muy Feliz Navidad, en comunión con Dios y en compañía de vuestros seres más queridos.

Luis Fernando Pérez Bustamante