La libertad cristiana frente al helenismo y el protestantismo

La idea de libertad es tan antigua como el hombre mismo porque es un hecho que Dios ha dotado al hombre de voluntad con capacidad de elegir. Esto significa que el hombre no está totalmente sujeto a las leyes divinas.[1] Dios ha creado al hombre libre haciéndolo responsable de su destino. Y es la libertad humana la que le permite elegir el camino de la felicidad o de la frustración eterna, de modo que con la libertad el hombre colabora o coopera con Dios en la consecución de su destino.

Si analizamos la propuesta de Aristóteles, para él las naturalezas son principios internos de operación de los entes. Se trata de un principio interno de los actos humanos. Mientras en los seres no vivientes la naturaleza está determinada a un modo de obrar, en los vivientes irracionales tiene una cierta indeterminación debida a la sensibilidad que los pone frente a varios objetos posibles danto lugar al apetito o tendencia. Sin embargo, en el hombre, por tener un intelecto capaz de ser, en cierto modo, todas las cosas gracias a su inteligencia, la voluntad puede elegir entre varios objetos que la inteligencia le presenta. La voluntad humana tiende naturalmente a su fin que es la felicidad, pero es libre frente a los medios para alcanzarla. Es así como la elección tiene un papel muy importante en Aristóteles.[2]

Cuando Santo Tomás conoció la propuesta de Aristóteles vio que en su definición de elección voluntaria estaba implicada la noción de razón.[3] Lo que Santo Tomás observó, es que si bien la elección es imposible sin el conocimiento, es el acto de un apetito que apunta a uno de sus objetos posibles. El apetito es una expresión del dinamismo interno de la naturaleza, el hombre es un ser natural y su voluntad, aunque pueda oponerse a la naturaleza, es un aspecto particular del deseo natural en un ser que es racional. El ser es la causa de la operación de modo que la voluntad es el órgano por el que el hombre actúa como causa eficiente. Santo Tomás ve que la elección voluntaria es una manifestación de una naturaleza que es principio de sus operaciones y nos da una explicación de esto en la Suma Teológica.[4]

Ya los Padres de la Iglesia y los filósofos medievales habían considerado la analogía que hay entre la causalidad segunda y Dios creador, con lo que el problema de la libertad había adquirido un nivel muy distinto que en los griegos. Aun cuando la elección como decisión del querer antecedido por una deliberación racional ya estaba muy elaborada en la propuesta de Aristóteles, en el fondo él no habla de libertad ni de libre albedrío. Lo que hay es una libertad psicológica. Lo que Aristóteles entiende por voluntario es una acción que proviene del ser mismo, pero no es el libre albedrío. Es hasta el cristianismo que se introduce el libre albedrío forzándose a indagar sobre el elemento que realiza la elección que es lo que llaman arbitrio y que es una elección libre. Son los cristianos los que sitúan el libre arbitrio como una primera determinación, en la aptitud del querer para autodeterminarse desde dentro de la persona. Este modo de estudiar la libertad, lo obtuvieron de los textos de la Sagrada Escritura que prescriben o prohíben querer o hacer cosas. Para el cristiano la voluntad es dueña de sí misma y puede querer o no querer.[5] En la libertad de ejercicio que consiste en elegir o dejar de hacerlo la voluntad es siempre dueña de sí misma y libre. Esta noción medieval, no existe en Aristóteles. La voluntad es libre en varios sentidos, pero el punto de partida es que puede querer o no querer, es decir, realizar su acto o no realizarlo y esta libertad que se llama de ejercicio es esencial y salvaguarda la libertad humana de todo intento por negarla o destruirla. Es la libertad en la que la Filosofía cristiana identifica el libre albedrío con la voluntad o con el acto de elección de la voluntad. Porque cuando la voluntad elige es porque quiere, pero podría no querer. Podemos obligar al hombre a hacer una cosa, pero no podemos obligarlo a quererla. Por eso el cristiano sostiene que el libre albedrío es libre de sujeción, porque el acto de elegir está indisolublemente unido a la eficacia causal del ser espiritual que lo ejerce.[6] Como vemos no es el sentido de proairesis o preferencia aristotélico que es un acto precedido de una deliberación[7]. Una cosa es el querer y otra el arbitrio. En Aristóteles la elección es esencialmente voluntaria y la deliberación racional precede la decisión del querer. O, dicho de otro modo, la elección voluntaria va precedida de la deliberación racional. Sin el conocimiento racional, la voluntad estaría determinada como un apetito animal. Fuera de Aristóteles, en los griegos lo que existe es una libertad que consiste en una espontaneidad necesariamente determinada. Por eso es tan importante el avance aristotélico de considerar a la inteligencia como la raíz de la libertad. Lo que hace que una elección sea libre es el conocimiento racional que la precede. Aristóteles concibe la voluntad no como un simple apetito que sigue a un conocimiento, sino que gracias a ese conocimiento la voluntad es capaz de ejercer una elección verdadera (proairesis) o preferencia real. Sin embargo, Santo Tomás, da un paso muy importante colocando la inteligencia y la voluntad en su lugar ontológico en lo que se refiere al acto libre. Es fiel a Aristóteles al sostener que la elección es esencialmente un acto del querer y por lo tanto el libre albedrio depende directamente de la voluntad o es la voluntad misma. Es la voluntad la que quiere o no y la que elige entre una cosa u otra. También sostiene que la voluntad no sería lo que es sin el juicio. Es la voluntad la que sanciona el juicio. De modo que el acto del libre albedrío es esencialmente un acto de la voluntad que quiere y no de la razón que juzga, pero precedido por el juicio de la razón práctica. En pocas palabras, para Santo Tomás, el libre albedrío es voluntario materialmente y racional formalmente.[8] Es Santo Tomás quien introduce el concepto de libertad natural a esa modalidad de la voluntad con la que la libertad queda siempre salvaguardada.[9] La voluntad puede elegir y elige independientemente de si elige bien o mal.[10] Para Santo Tomás, toda elección es una indeterminación psicológica y una indiferencia moral.

Mientras el término aristotélico eleutheria tiene un sentido político. Se trata de una persona que no depende política o socialmente de otras, como un ideal de la democracia.[11] El cristiano ve la libertad psicológica propia del libre albedrío libertas a necessitate , pero a esto añade un elemento muy importante que es la libertad del pecado y la libertad de la muerte.[12] El cristianismo distingue la libertad del libre albedrío en estado de indiferencia moral y la del libre albedrío liberado como se encuentra en los bienaventurados. En el cristianismo, la voluntad como poder no debe confundirse con la mala elección de su libertad. El hombre es libre y obra mal por su albedrío, pero el poder obrar mal no es lo que hace que su albedrío sea libre. Porque la verdadera libertad es no obrar mal, pero como el hombre puede obrar mal, lo hace, aun cuando ese obrar mal no forme parte de su verdadera libertad que consiste en no obrar mal. El verdadero poder al que se refiere el cristianismo es el de querer eficazmente el bien. Cuando el hombre hace el mal, la voluntad se libera de querer el bien, pero no de la necesidad de hacer el bien y por eso queda mutilada. Esto sólo se resuelve teológicamente por la gracia que devuelve al libre albedrío algo de su eficacia primera. Es decir, de la eficacia que tenía antes del pecado original.

De modo que, con Santo Tomás se distinguen tres puntos de vista diferentes: la libertad con relación al acto, es decir el hecho de que la voluntad puede obrar o no; la libertad con relación al objeto, en cuanto la voluntad puede querer un objeto o su contrario; la libertad con relación al fin, en cuanto la voluntad puede querer el bien o el mal. Las dos primeras no presentan problema, pero en la libertad con relación al fin, los errores de la razón y las debilidades de la voluntad son indicadores de un libre albedrío, pero no constituyen la libertad. Para Santo Tomás, poder elegir el mal es una deficiencia en el ejercicio de la libertad. Es una mutilación de la libertad misma.  La voluntad está naturalmente determinada a querer el bien, se dirige necesariamente al bien y sólo está indeterminada respecto a los bienes que la inteligencia le presenta.[13] Y donde hay inteligencia hay libre albedrío y mientras más inteligencia más libertad.[14]Esto es lo que posteriormente negaron Lutero y Calvino que negaron el libre arbitrio. Sin embargo, en este estudio hemos visto que el cristianismo ha defendido el libre albedrío y sus cimientos necesarios como algo indestructible. La reforma protestante inició el pensamiento moderno que abdica del libre albedrío y con el que el hombre ya no podía ser un cooperador de Dios. Sin embargo, el cristianismo ha sido muy claro en afirmar la espontaneidad de un querer que en la medida en que es más eficaz en lo que se refiere a la verdad y el bien, es plenamente libre.

 

 



[1] Mt. 23, 37.

[2] Cfr. Aristóteles. Ética Nicomaquea., III, 2, 1111 b 4-1112 a 17.

[3] Cfr. Idem., 1112 a 15-16.

[4] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I-II, q.10, a,1, ad.1.

[5] “Unde liberum arbitrium est ipsa voluntas; nominat autem eam non absolute, sed in ordine ad aliquem actum ejus, qui est eligere”. Aquino, Tomás de., De veritate, 24, 6, Resp.; S.Th., I, q.83, a.4.

[6] Cfr. Aquino, Tomás de. In II Sent, 25, 1, 2.

[7] Arístóteles. Ética Nicomaquea, 1135 b 9-11.

[8] Cfr. Aquino, Tomás de. De veritate, 24, 1, ad, 20; S.Th., I, q.83, a.3, ad.2.

[9] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I, q.83, a.2, ad.3.

[10] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I, q.83, a.2, Resp.

[11] Cfr. Aristóteles. Ética Nicomaquea, V, 6, 1131 a 28.

[12] Rom., VIII, 21.

[13] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I-II, q.17, a.1, ad. 2.

[14] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I, q.59, a.3, ad.3.

2 comentarios

  
Tulkas
Si se niega el libre albedrío se niega también la condición de criatura.
Realmente Calvino no negaba el libre albedrío, pero lo definía como "ausencia" de coacción por parte de Dios.

Yo soy católico porque soy criatura. Si fuera protestante sería una simple emanación de una Voluntad omnímoda que no sé ni siquiera si es inteligente.

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Apreciado Tulkas,
Muchas gracias por su comentario.
Para Calvino estamos determinados a salvarnos o a condenarnos. Parte de la visión fatalista de la naturaleza humana herida por el pecado y por lo mismo imposibilitada para obrar naturalmente el bien que es el verdadero sentido de la libertad.
Saludos y nuevamente muchas gracias,
Manuel Ocampo Ponce.
07/10/17 2:02 PM
  
Esteban Andrés
la cuestión es así, si mal no interpreto y sea corregido si estoy mal: la libertad es el buen uso del libre albedrío, que solo es posible a través de la Gracia.

El protestantismo dice de si mismo que su base teológica es la Gracia. Pero el protestantismo tiene un entendimiento torcido de la predestinación (ELECCION de ¨fulano¨ al cielo Y ELECCION de ¨mengano¨ al infierno POR DECRETO divino ANTERIOR a toda existencia y por la simple voluntad divina). Ese entendimiento de predestinación trae una consecuencia teológica muy seria: Dios quiere y decreta fatalmente la condenación de personas especificas y la salvación de otras especificamente determinadas. Esto anula tanto la libertad, el libre albedrío, los méritos, la fé, el arrepentimiento, la buena conciencia, la necesidad de la Iglesia y aún la necesidad del Evangelio y de su proclamación. Es decir, anula la Gracia. Con ello la consecuencia es hacer a Dios hacedor del pecado tanto como causa primaria como secundaria.
Por eso el protestantismo es paradojico, trágicamente paradójico, caótico y contradictorio.

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Apreciado Esteban:
Muchas gracias por su comentario. Una de las discrepancias doctrinales más importantes del protestantismo es que tiene una visión muy pesimista de la natualeza humana herida por el pecado y de la libertad humana que para ellos quedó totalmente corrompida e inposibilitada para obrar naturalmente el bien. Por eso Lutero promueve una fe sin obras, y que la sola fe salva. Como vemos eso implica un concepto de libertad muy distinto e incompatible con el de la Iglesia Católica, ya que como lo he expuesto en el artículo el libre albedrío consiste justo en obrar bien.
Aquí habría que hacer algunas precisiones respecto al papel de la gracia en Lutero y en la doctrina católica que también discrepan. Pero es claro que en el cristianismo católico, hacen falta las obras. Para el cristianismo católicos la pura fe sin obras no es suficiente para salvarse y eso responde a conceptos de libertad distintos.
Saludos fraternos y nuevamente muchas gracias por su comentario,
Manuel Ocampo Ponce.
07/10/17 7:00 PM

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