Por qué Santo Tomás

Para inicios del siglo XIX y ante los movimientos antiteológicos racionalistas, liberales, socialistas y críticos de la religión, la teología católica resaltó el invaluable valor de la filosofía de santo Tomás de Aquino. Prueba de esto es que, para la segunda mitad del siglo XIX, bajo el impulso de los papas se lograran varias ediciones de las obras de santo Tomás, entre las que se encuentra la edición leonina dispuesta por el Papa León XIII.

Para vislumbrar la importancia de santo Tomás, hay que recordar que el Papa León XIII publicó la encíclica Aeternis Patris el 4 de agosto de 1879, presentando a santo Tomás como maestro de la Iglesia, instando a todos los teólogos a seguir su método.[1] Pero eso no fue todo, sino que en el Código de Derecho Canónico de 1917, la amonestación del papa León XIII de seguir el método de Santo Tomás se convirtió en ley obligatoria en la Iglesia.[2] Es preciso aclarar que tanto la Aeternis Patris como la prescripción canónica se refieren a la Filosofía y a la Teología de Santo Tomás.

La precisión, la profundidad y la perenne vigencia de santo Tomás, hizo que en la segunda mitad del siglo XIX y en el siglo XX, florecieran numerosos pensadores católicos tomistas de gran profundidad y envergadura, que lograron una gran producción de artículos, libros científicos y manuales de Dogmática en distintos lugares y universidades del mundo. Entre estos frutos tenemos las 24 tesis tomistas, que publicó la Congregación Romana de Estudios el 27 de julio de 1914, a raíz del motu proprio Doctoris Angelicus del papa Pío X del 29 de junio del mismo año.

Es así como a partir de los años de las guerras mundiales, la Filosofía de santo Tomás, ha sido un elemento seguro contra las desviaciones del pensamiento filosófico y teológico contemporáneo de base radicalmente inmanentista y relativista. Y esto se debe a que la Teología de santo Tomás tiene una fuerte base metafísica enfocada hacia la realidad y hacia la capacidad cognoscitiva del hombre. De modo que la Teología de Santo Tomás no es una propuesta teológica más en la historia de la Iglesia, y santo Tomás no es un filósofo y teólogo más entre muchos. Esto se manifiesta con hechos como el que ningún otro pensador cristiano de la historia, en el concilio de Trento, la Suma Teológica de santo Tomás se colocó junto a la Biblia debido a la importancia que tuvo durante el concilio.[3] Y por si fuera poco, terminado el concilio en 1567, el Papa Pío V declaró a santo Tomás doctor de la Iglesia poniendo de relieve la importancia de la doctrina tomista para defender la verdad católica.

En efecto, la obra de santo Tomás, no es cualquier obra, ni santo Tomás es cualquier pensador. Porque su obra está por encima de cualquier otra obra cristiana que se haya dado en la historia, aunque esto les moleste a muchos y le haya granjeado innumerables incomprensiones y ataques. Esto es tan patente, que, como hemos dicho antes, el Papa Leon XIII dio un impulso a santo Tomás con la Aeterni Patris colocándolo como heredero genuino de la inteligencia cristiana, como guía por excelencia de la Teología y de la Filosofía, y como patrono de las universidades, academias y colegios.

Lo anterior no quiere decir que los especialistas y seguidores de santo Tomás piensen que la doctrina católica se reduzca a la obra de santo Tomás. Tampoco quiere decir que, pensemos que con santo Tomás se haya terminado la explicitación de los contenidos de la revelación, acabándose con ello el desarrollo que, por naturaleza, tiene la Teología. Porque si algo tiene la doctrina de santo Tomás es su aplicabilidad a la solución de toda clase de contextos y cuestionamientos y su total apertura en las conclusiones para el desarrollo de la ciencia. El tomista sabe que Santo Tomás nos ofrece un sistema totalmente sólido y cerrado en sus principios perennemente vigentes porque son los principios que rigen la realidad, pero abierto al infinito en sus conclusiones y en sus aplicaciones y respuestas a toda clase de contextos y situaciones.

Los innumerables fracasos en la teología moderna y contemporánea, se deben al desprecio  que los pensadores modernos han tenido de los grandes teólogos y pensadores de los tiempos pasados, entre los que se encuentra el desprecio irracional a santo Tomás. Pero los que hoy se dicen formadores, no son conscientes de que el mismo Concilio Vaticano II amonestó a los estudiantes “a aprender e ilustrar los misterios de la salvación y a penetrarlos profundamente mediante la especulación, conducidos por el magisterio de santo Tomás.”[4] Tampoco saben o no quieren aceptar que, como lo mencionamos antes, el código de Derecho Canónico reitera contundentemente que los estudiantes de Teología deben adentrarse en el estudio de la verdad revelada, teniendo especialmente como maestro a santo Tomás.[5] Pero no sólo en lo que se refiere a los seminaristas y a los religiosos sino que muchos desconocen o no aceptan la declaración Gravissimum educationis de 1965 que trata sobre la educación cristiana en general.

Lastimosamente, cada vez santo Tomás es más desconocido y despreciado en muchos ámbitos que dicen ser académicos y católicos. Y en los estudios de las ciencias sagradas hay muy pocos profesores que sepan y enseñen a leer y a estudiar a santo Tomás, al punto que su obra ya es para muchos inalcanzable. Es una pena que la formación que se dice católica, al igual que como sucede en el mundo pagano, se esté centrando en asimilar el lenguaje y la ciencia del mundo, haciendo a un lado el lenguaje preciso y profundo que por tradición ha tenido la Iglesia. Es una pena también, que instituciones que pretenden evangelizar la cultura como muchas Universidades con una misión cristiana pretendan hacerlo al margen de la doctrina sólida que ofrece santo Tomás. Pero las consecuencias de ese modo irracional de proceder, las tenemos a la vista, un mundo volcado sobre sí mismo que desprecia a Dios porque lo desconoce. Un verdadero fracaso en la pretendida evangelización de la cultura.



[1] Cfr. DS 3135-3140

[2] Cfr. Canon. 1366 parágrafo 2.

[3] Cfr. Y Congar, Le moment “économique” et le momento “ontologuique” dans la sacra doctrina (Revelation, Theólogie, Somme théologique): M.D. Chenu (Paris 1967) 145-149 y 177.

[4] Decreto Optatam totius 16.

[5] CDC c.252 parágrafo 3.

1 comentario

  
milton
El hombre actual es incapaz de comprender el lenguaje metafísico abstracto y, por lo mismo, el lenguaje religioso. Si la teología quiere comunicarse con él y transmitirle su mensaje, ha de hacerlo desde su laicidad o secularidad, porque es el único lenguaje que este hombre entiende.

Dejemos de añorar un pasado que no va a regresar aunque aparezca el nombre de Tomás en el CV II.

El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios. Lc 9,62

Bendiciones


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El hombre actual y el hombre de todos los tiempos es capaz de comprender perfectamente el lenguaje metafísico. Se lo digo con 27 años de experiencia docente de Metafísica en los que han pasado por mis manos miles de alumnos que son testimonio vivo de eso.
04/05/17 9:38 PM

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