La Misa de clausura de la JMJ y la hermenéutica de la continuidad
He seguido algunas partes de la Misa de clausura de JMJ de Río de Janeiro. Al comienzo, varios presbíteros ataviados con vistosas casullas dirigen el canto de un modo milimétricamente igual al de los coristas de cualquier estrella pop. Mientras tanto, el papa Francisco espera en el presbiterio. En su semblante, la “seriedad” del gesto que en cualquier persona normal suele producir el recogimiento y la oración. La cámara enfoca de nuevo a los cantantes: ríen, bailan, gesticulan. Francisco continúa serio, recogido. No sé si alguien se atreverá a acusarlo de ser un cristiano triste, de ser un pepinillo en vinagre. Son dos actitudes diametralmente opuestas en el mismo momento, en el mismo lugar, en la misma celebración. Se supone que con la misma fe.