La misa es una fiesta muy alegre
Este es el título de una canción que en la parroquia de mi infancia y adolescencia solía ocupar el lugar del introito en las llamadas misas de niños (algún día hablaremos de esta singular aportación psicopedagógica a la Economía de la Salvación). El texto comenzaba así: La misa es una fiesta muy alegre, la misa es una fiesta con Jesús.
Me vino esto a la memoria al leer una entrevista al sacerdote carismático brasileño Marcelo Rossi. El padre Rossi, junto con algunas ideas un tanto discutibles, dice cosas con muy buen sentido. Pero lo que más me llamó la atención fueron sus propuestas respecto a la música litúrgica: No hay que cambiar la liturgia, sólo la música. La misa necesita alegría, y la música alegre hace participar. Sin duda el padre Rossi dice esto con la mejor de las intenciones, y me consta que hay muchos católicos que coinciden plenamente con él.
Nadie duda de que la fe ha de ser alegre, y de que el conocimiento y la aceptación de la salvación operada por Cristo debe producir ante todo una profunda y agradecida alegría. Ahora bien, ¿estamos de acuerdo en cómo deba ser esa alegría?