29.09.21

Vi el milagro de Gorkum en El Escorial

El último domingo de septiembre, es una tradición, en el Real Monasterio de El Escorial, tiene lugar la exposición al público de La Sagrada Forma del Milagro Eucarístico de Gorkum. Una singular reliquia, es una “Sagrada Forma” profanada por un soldado protestante en el siglo XVI.

El milagro sigue siendo actual. Mejor dicho, son dos milagros en uno: que la forma sangrase y que siga incorrupta y, creo que también es milagroso, que siga ahí después de guerras, revoluciones y saqueos.

Esta exposición de la Custodia donde se encuentra la Sagrada Forma, anteriormente se realizaba, en la Sacristía del Convento, mediante la apertura del retablo de su altar mayor, donde los fieles asistentes, podían pasar, para realizar un acto de adoración.

El pasado año, con motivo de las normas sanitarias, el acto de adoración se traslado al altar mayor de la Basílica.

La ceremonia de este pasado domingo 26, ha resultado, una Hora Santa muy impactante, ya que comenzó con el rezo de las Vísperas cantadas completas, para después continuar, con la entrada en procesión, de la Comunidad de monjes Agustinos, acompañando a la Custodia con la Sagrada Forma de Gorkum.

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3.09.21

Unidos en la belleza

Parroquia de los Santos Inocentes, Nueva York Aclaremos una cosa: soy protestante. Como todos los demás, todavía estoy tratando de entender la transubstanciación, las cosas relacionadas con María y lugares como el purgatorio. Pero a pesar de todo esto, nunca he tenido un sentimiento de pertenencia a algo como el que tengo en la Parroquia de los Santos Inocentes, uno de los últimos lugares donde se celebra la misa en latín[i]  en la ciudad de Nueva York.

Digo «pertenencia» porque parece que se siente lo contrario en torno a las misas en latín y sus asistentes desde las últimas noticias de Roma, que determinaron una actitud de división en los grupos online y presenciales dedicados a la celebración de esta Forma Extraordinaria.

Es posible que exista un divisionismo en torno a la TLM, pero está por verse en los Santos Inocentes. La suya fue la primera misa en latín a la que asistí, y este hecho en sí mismo parecía ser un punto de venta para que estos «radicionalistas radicales» se acercaran a hablar conmigo. Las encantadoras personas que se acercaron a mí sólo se iluminaron más cuando les informé de que no era católica.

«Te oí decir que estabas pensando en convertirte», dijo un hombre con aspecto de hipster mientras se sentaba a mi lado. «Es muy interesante». Sus ojos amables y curiosos me miraron a través de sus gafas de Harry Potter. Había crecido en la ciudad, era estudiante de música en el Hunter College y trabajaba para los dominicos. Estos datos son todo lo que sé, ya que se pasó el resto del tiempo preguntando por mí y por mi historia.

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20.08.21

Del «Summorum Pontificium» a «Traditionis Custodes»: Crónica de una catástrofe pastoral en Costa Rica

Me veo en la necesidad de escribir esta crónica ante la inquietud que en diversos lugares del mundo han expresado de saber con claridad qué es lo que está sucediendo en Costa Rica tras la promulgación del motu proprio Traditionis Custodes.

El 7 de julio de 2007, el Papa Benedicto XVI publicó su carta apostólica en forma motu proprio Summorum Pontificum. Con este documento, el Papa establecía que era lícito celebrar los sacramentos con los libros litúrgicos anteriores a la reforma litúrgica postconciliar. De esta manera, en el Rito Romano había una forma ordinaria y una forma extraordinaria, y ningún sacerdote necesitaba permiso alguno para celebrar la Santa Misa con el misal de 1962, editado por San Juan XXIII. Además, los fieles que lo solicitaran debían ser admitidos a tales celebraciones.

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6.08.21

El capítulo valenciano, «Nuestra Señora de los Desamparados», en la peregrinación a Covadonga

Cuando llegó a mis oídos que la Asociación Nuestra Señora de la Cristiandad estaba preparando una peregrinación al Santuario de Covadonga, muy parecida a la de París-Chartres en Francia, mi corazón dio un vuelco: esta iba a ser una gran ocasión para tomar distancia de los bienes y tristezas del mundo para tener la vista puesta durante unos días (que se hicieron cortos) únicamente en Jesús, aquel que nos da la vida, nos consuela y nos guía por senderos que casi nunca conocemos pero sin soltar nunca nuestra mano. Estos días me han servido para vivir con y para Cristo y su Santísima Madre, compartiendo una ínfima porción de los sufrimientos que Nuestro Señor padeció durante su Pasión, así como los dolores y gozos de su Santísima Madre.

Tras un interminable viaje en autobús –en el que aprovechamos para conocer al resto de integrantes del capítulo valenciano, «Nuestra Señora de los Desamparados»– llegamos a Oviedo, punto de inicio de nuestro camino. Bien pronto por la mañana nos esperaban las torres de la catedral, cubiertas de nubes; nuestros cuellos se doblaban en ángulos imposibles para contemplar su belleza. Esta catedral alberga una de las joyas de la Cristiandad: el Santo Sudario que fue cosido alrededor del rostro de Nuestro Señor tras su crucifixión.

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4.08.21

Un «milenial» en Nuestra Señora de la Cristiandad: «esto no ha sido difícil de comprender»

La tradición no es el culto a las cenizas, sino la preservación del fuego. Esta cita de Gustav Mahler, compositor del siglo XIX y judío converso al catolicismo, ha llegado varias veces a mis oídos desde que frecuento el mundo católico tradicional en Valencia. Sin embargo, fue hace unos días cuando cristalizó en mi cabeza: en un sermón de la I Peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad, en la que caminamos desde Oviedo a Covadonga. Esta es la primera peregrinación católica tradicional (o tradi) que tiene lugar en nuestra patria en la historia reciente. Estos días he podido entender qué era ese fuego por preservar.

Algunos pensarán que este fuego se remonta simplemente unas décadas atrás, quizás menos de un siglo. Al contrario: es una llama que late en nuestro suelo desde hace muchos cientos de años. No hablo de un patriotismo caduco, sino de algo mucho más profundo que articula la vida de cada persona.

Me explico: andando por los montes asturianos, pasando por aldeas donde las ancianas salían a saludarnos y a darnos ánimos, entonando oraciones en latín y encomendando mi corazón a la Virgen María, he sentido nostalgia por algo que jamás he vivido: un mundo en que la persona actúa no por hedonismo, ni por poder, ni por miedo a la muerte, sino por un destino mayor de lo que pueda ofrecer el mundo material. Vislumbré el fuego que ardía en los corazones de los soldados en la batalla de Lepanto, de los misioneros jesuitas en América o en Japón, del campesino español que sudaba en el campo por amor a Dios y a su familia. Ese fuego mantenía unida la nación; sin él, esta sucumbe a las divisiones orográficas, culturales y lingüísticas de nuestro pequeño continente ibérico.

Aunque parezca paradójico, para mí, un universitario millenial (o gen Z), esto no ha sido muy difícil de comprender. Nací cuando los sueños de las generaciones que me precedían agonizaban ya en su lecho de muerte. No he vivido un período de prosperidad de más de diez años, y tampoco paz entre mis compatriotas. He visto cómo el ideal de vida de mis compañeros era quemar Tinder, visitar las capitales de Europa y llegar al funcionariado. He visto cuán vacía de sentido está hoy la vida para muchas personas. ¿Esto fue así siempre? ¿Qué falta hoy que no faltaba unos siglos atrás? Fuego.

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