También en nuestra casa caminamos hacia el martirio

San Antonio Abad, cuya fiesta celebramos hace poco, decidió irse al desierto en búsqueda de la santidad. Ya que hasta entonces el martirio se veía como la única fuente de santidad, y por aquella época había desaparecido, el Padre del Monacato encontró una nueva forma de “martirio”, de testimonio[1]. Santa Teresa afirmaba que existen dos tipos de mártires en el mundo: Los mártires “a espada” –esto es, aquellos que dan literalmente la vida por Cristo en un acto puntual de amor heroico- y los mártires “a alfilerazos” –estos son los que dan su vida, metafóricamente, poco a poco, día a día, en un continuo acto de amor a Cristo-. De este segundo tipo de martirio quería hablaros hoy; porque si bien es cierto que el martirio a espada prácticamente ha desaparecido en el mundo occidental del s. XXI, el martirio a alfilerazos está más presente que nunca debido a la inmensa persecución social y política a los cristianos. Y aunque por suerte o por desgracia el martirio de concepción clásica sigue muy presente en el mundo oriental, me dirijo a un público occidental, que en muchos de los casos no sabe interpretar el momento que está viviendo.

La persecución del cristianismo es una constante en Europa desde la Revolución Francesa y la Ilustración -sí, aquel maravilloso movimiento que nos prometía un mundo mucho mejor y más humano si el hombre abandonaba la idea de Dios y se centraba en el progreso científico, y que al final acabó regalándonos dos Guerras Mundiales, las masacres comunistas, el Holocausto Nazi, los nacionalismos, el infanticidio legal que hoy conocemos como aborto, la tasa de suicidios más elevada de la historia…- Pero no es el momento de hablar de todo esto, aunque anhelo el día en que la gente descubra que Nietzsche en el Anticristo dijo una verdad como un templo: Cuando el Sol muera, morirán las plantas. Cuando Dios muera, se acabará la virtud. Hoy sin embargo no quiero hablaros de esto, quiero hablaros de este martirio a alfilerazos que mencionaba al principio.

Llevaba mucho tiempo pensando que habría que escribir sobre esta realidad, pero las noticias que leo últimamente me han acabado de animar. Concretamente una noticia que decía que en Canadá han negado la adopción a una pareja cristiana por su “represiva moral sexual asociada a su religión” que no se doblegaba ante el todo poderoso LGTB.

Quizá esa pareja no haya sido asesinada por su fe, pero por ella han sido excluidos socialmente, señalados, se les ha prohibido tener descendencia y han sido objeto de burlas y persecución en gran parte del “civilizado mundo occidental”. Este es un ejemplo más de una constante que va mucho más lejos. ¿Cuántos médicos han perdido su trabajo por negarse a abortar? ¿Cuántos jueces por negarse a “casar” a dos hombres? ¿Recordáis la persecución judicial de Obama a las Hermanitas de los Pobres?

Pero sigamos: ¿Cuántos niños se han visto discriminados en España por ampararse a la ley de Objeción de Conciencia respecto a la Educación para la Ciudadanía de ZP a la que debemos la realidad social española que estamos viviendo? Y ¿cuántas madres han sufrido, ya no solo las risas, sino las presiones de tantos médicos, enfermeros y “amigos” por creer en la Evangelium Vitae y estar abiertas a la vida aún siendo familia numerosa? ¿Cuántas de estas familias numerosas, con sueldos que les hacen rezar cada día para llegar a fin de mes tienen que pagar un colegio para sus hijos en el que se les enseñe con valores cristianos y a la vez pagar con sus impuestos colegios en los que se ríen de estos valores, aunque sus hijos jamás puedan disfrutarlos? Por no hablar de que con sus impuestos también pagan abortos, operaciones de cambio de sexo y multitud de cosas que se esfuerzan en enseñar a sus hijos que no respetan la dignidad del ser humano. Porque en España para dar dinero a la Iglesia podemos marcar o no la X, pero para dárselo a los hijos de Satanás no tenemos opción ninguna.

Podría parecer que he acabado con estos martirios actuales, pero nada más lejos de la realidad. No he hablado de las risas que había (¡En la Facultad de Matemáticas!) porque mi compañero de mesa y yo éramos “hijos de conejas”. Y por suerte o por desgracia yo no me callaba por aquella época y el primer día que empezaron a cachondearse de la Iglesia me puse firme, pero mi pobre compañero… lo que ha sufrido. En aquella época él fue mucho más mártir que yo, él se ganó el cielo mientras que yo me ganaba el respeto de mis semejantes. Tampoco he hablado de las risas y amenazas que he tenido que aguantar al ir por la calle acompañado de algún amigo seminarista o sacerdote (para ser sinceros, no solo son risas y amenazas, también queda mucha gente de bien en el mundo, pero eso no es lo que nos ocupa ahora). No he hablado de la imagen que se da en cualquier serie de televisión actual de los cristianos/retrasados y los progresistas/reyes-del-mambo (excluyamos aquí a mi querido Padre Casares, de TVG, que es un inexplicable oasis en esta realidad). No he hablado del descrédito que supone a día de hoy ser cristiano a la hora de explicar tu forma de ser el mundo. Poco ha, un obispo decía que el tabú del s. XXI ha pasado de ser el sexo a ser Dios ¡Cuánta razón tenía! No he hablado de mis muchos amigos cristianos que en sus universidades o trabajos tienen miedo a decir que lo son, porque ya han visto lo que pasa.

En definitiva, es mucho más lo que no digo que lo que sí. Pero esto no trata de ser un artículo de autocompasión en que veamos lo buenos que somos y lo mal que nos trata el mundo. Ni de lejos es algo así. Este artículo pretende despertar conciencias y abrir ojos. Porque por si no os habéis dado cuenta: estamos en guerra. No se trata de ser perseguidos puntualmente (¡Seguimos a un crucificado! ¿Qué podemos esperar?). Se trata de estar en guerra. Una guerra que empezó entre una mujer y una serpiente al principio de la historia y que sigue desarrollándose hoy. Quieras o no, querido lector, estás en guerra. Aunque no lo sepas o no quieras aceptarlo. Y ¿crees que estamos perdiendo? ¡En absoluto! ¿Cuándo se propagó más la fe que en épocas de persecución? Cristo venció al demonio y a la muerte muriendo en la cruz. Nosotros vencemos estos ataques dejándonos crucificar. ¿Qué hay que hacer? Es muy simple: vivir sin rendirse, no resistirse al mal ni huir de él. ¿Eres congresista y en tu partido te piden que votes contra tu conciencia o dejes tu escaño? Demuéstrales que tu Dios vale más que tu trabajo y que sabes que Él te dará de comer. ¿Eres empresario y no puedes medrar sin vender su alma al diablo? No des la espalda a tu Dios, recuerda que Él vale mucho más que el dinero o el honor. Acepta la persecución en la escuela o en el trabajo, y explica con amor tus razones. Perdona, se paciente y misericordioso y nunca niegues la verdad por miedo a la persecución. Muestra con tu vida que aún existen cristianos… ¡Y verás que hay tantos cristianos a tu alrededor que desean vivir como tú y no lo hacen por miedo! Porque os recuerdo, hermanos, que el mártir es el testigo, y uno no es testigo para sí mismo, ni si quiera para aquel de quien da testimonio: es testigo para aquel a quien da testimonio. Siendo buenos testigos, que vivan en el perdón, el amor y la confianza absoluta en el Padre, podremos salvar tantas almas de las personas a quienes damos testimonio; como María Goreti salvó el alma de su verdugo o San Esteban la de San Pablo.

Somos luz del mundo y sal de la tierra, no podemos olvidar esta misión. No estamos llamados a una vida cómoda ¡Ya llegará el paraíso! Estamos llamados a iluminar y a salar. El cristianismo se está cribando ¿Tendremos peso suficiente para pasar la criba? Dicho en otras palabras: Cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará fe sobre la Tierra?

De pequeño envidiaba a la gente que había vivido en otras épocas, como San Francisco de Asís, y pensaba “Ellos lo tenían muy fácil para ser santos, porque su sociedad les impulsaba a ello, ahora es imposible vivir así”. Ahora que no soy un niño se me han abierto los ojos y veo hasta qué punto nosotros lo tenemos fácil. Es el mundo quien nos santifica mediante este martirio continuo y silencioso, no tenemos que alejarnos ni que hacer grandes penitencias ni cosas extrañas (que ojo, si Dios llama a alguno a ello, ¡Bendito sea!). Ser santo hoy está al alcance de tu mano, no lo dejes escapar. Vive como cristiano. Se luz. Y nunca dudes del amor de Dios. No hacen falta grandes cosas a día de hoy, basta con recordar que estamos en guerra y no soltar las armas. Os invito a todos al verdadero combate, pues parafraseando la Lumen Gentium: No debemos olvidar la vocación universal a la Santidad.

@DocIanMalcom



[1] Ni que decir tiene que la palabra mártir (μαρτύρ) en griego significa “Testigo”

6 comentarios

  
Diácono
Buen artículo. Gracias.
30/01/18 7:32 AM
  
lucia
así nos sentimos muchos, y probablemente somos mas de los que nos quieren hacer creer.
es el momento de dar la cara, y no sólo recibir alfilerazos en silencio.
¡gracias por esta reflexión, que nos llena de animo!
30/01/18 11:47 AM
  
Spes
En una familia, la vida lleva a sus miembros por diferentes caminos, unos pierden la fé, otros deciden nuevas formas de vida, lo que hace que comiencen los problemas, y los alfilerazos, las burlas y los sarcasmos, pero, gracias a Dios, aún, con tantas diferencias, nos queremos mucho, ellos, mis hermanos, aún, diciendo que no son creyentes, tienen cualidades y valores que yo no tengo, y eso que soy cristiana católica, Dios tendrá mucha paciencia con el actual actuar de nosotros, sus hijos
30/01/18 6:53 PM
  
Humberto
Maravillosa síntesis de cómo intentar ser auténticos con la Fe que profesamos y tener la coherencia para ello.
Con la ayuda de Dios y personas que busquen ser testimonios en el ambiente en el que vivimos, podemos ser sal y luz, como nos lo enseñó Jesús.
Su voz nos estimula.
Gracias.
01/02/18 10:12 PM
  
Raquel
Muy buen artículo. Graaaacias!
Pidamos a La Madre de toda esperanza que sepamos ser Confesores de la fe, hoy. Fortalezcamos La familia, como Dios quiere. Sepamos ver a nuestro rededor ángeles, otros cristianos que luchan junto a nosotros. Resistamos con fe en el Evangelio y no nos dejemos llevar de todo viento de palabras. Dios no se deja vencer en generosidad, El está con nosotros hasta el fin.
05/02/18 2:06 AM
  
IvanRC
Qué maravillosa invitación. Me fui emocionando conforme avanzaba la lectura.
¡Gracias!
06/02/18 6:22 PM

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