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29.05.14

(38) ¿Temor a las leyes, o temor de Dios? -Educación católica e inquisición gay-

Ya sabemos que el lobby inquisitorial gay, dictadura rosa o como quieran llamarle, es quien tiene hoy la batuta de muchas instituciones políticas en el mundo. Sabemos que las leyes humanas (aunque pasan como el viento) están hoy de su lado, pero aún así, los católicos no podemos quedarnos de brazos cruzados cuando se pone en juego la corrupción de menores puestos bajo nuestro cuidado.

akarenina

Gracias a Dios, hay todavía pastores que dan la cara por sus ovejas y no se arredran cuando hay que anunciar el Evangelio sin recortes ni censuras, porque no se puede esconder la lámpara debajo del celemín (Mt.4,21-25).

Pero también es cierto que los obispos no son todopoderosos ni omniscientes, y si no les llegan las denuncias, mucho no pueden hacer… Porque es de imaginar que no han llegado, si las cosas siguen como están.

Es cierto también que el miedo es una peste que carcome las almas, aislándolas primero, y luego esterilizándolas muchas veces, cuando estaban llamadas a dar fruto abundante, si dieran testimonio.  A veces el miedo obedece al dios dinero, otras veces al poder, y otras…simplemente al respeto humano, pero el caso es que siempre la Verdad nos hace libres.

Por eso esperamos poder contribuir con estas breves líneas a que no siga pasando desapercibido el gravísimo daño al que están siendo expuestos hace ya meses los alumnos de un colegio de Los Hornos y del Profesorado Juan N. Terrero, del centro de la ciudad de La Plata, en Buenos Aires, ante el espectáculo desenfadado de uno de sus docentes, travesti, de Historia y Ciencias Sociales que no sólo perturba (corrompiendo las conciencias) con su mera presencia travestida -es decir mentirosa- sino en los propios contenidos de su materia, diametralmente opuestos a una perspectiva no sólo católica o trascendente, sino con fuerte contenido marxista revolucionario, como se puede comprobar en estos videos de su canal de You Tube, bajo el nombre de Kristina Eva Espinosa:https://www.youtube.com/watch?v=XmGOTZFq5Rg

M.Aguer

Pero no piense el lector que aquí termina el asunto, sino que como si este show fuese poca cosa, mantiene una cuenta de Facebook sin privacidad (de modo que cualquiera de sus alumnos puede ver, ya que esa parece la intención), donde sube indiscriminadamente material pseudoacadémico, fotos personales de la organización “Otrans” donde milita orgullosamente, y fiestas “sociales” en el prostíbulo que declara como domicilio en otra de sus cuentas, y donde ejerce la prostitución de noche, ofreciendo sus servicios bajo otro nombre, también conocido entre los miembros de la comunidad educativa. No abundaremos en más detalles, que el interesado con suficiente estómago podrá encontrar aquí. Imaginamos que si una docente cualquiera ejerciera simultáneamente y vox populi la prostitución, alguna consecuencia habría, pero parece que por su condición de travesti, esta persona goza de completa inmunidad.

Ahora bien; no podemos impedir que esta gente haga de su vida lo que les venga en gana, más allá de rezar por su conversión, PERO preguntamos: ¿quién se hace responsable de la educación que se da en un colegio presuntamente católico, cuando quienes están encargados de impartirla llegan a semejante extremo? Porque convengamos que hay situaciones que ya pasan de castaño oscuro, y si los hombres callan, un día de estos gritarán hasta los adoquines de la calle.

Cuando este colegio está además en la Arquidiócesis del titular de la Vicaría Episcopal de Educación de nuestro país, confiamos en que las medidas necesarias para poner cese a este escándalo no se hagan esperar demasiado. Monseñor Aguer: las almas de sus jóvenes requieren urgentemente su cayado de pastor.

2.05.14

(36) “¡No hay que ver al demonio en todas partes!”

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Acudimos a León Bloy una vez más, compartiendo unos párrafos de su Exégesis de lugares comunes. Uno de éstos reza “no hay que ver las cosas demasiado negras”, y Bloy reflexiona:

“Un poco, pasablemente y hasta muy negras, si les parece a ustedes, pero no demasiado. Una amable prudencia aconsejaría, más bien, verlas blancas o color de rosa. Tal es, por lo menos, la opinión de X, que no quiere que a los agonizantes se les haga saber la proximidad de la muerte “aunque la deseen”. No lo quiere absolutamente. El coma le parece preferible a la acción de prepararse a morir y la “atroz costumbre” de la extremaunción lo subleva singularmente. Leo estas cosas en una crónica (…) que tiene un público felizmente liberado de las “crueles exigencias de la fe”:“Adoctrinémonos en la piedad, la dulzura y la compasión, inclusive cuando se trata de velar los signos de la muerte que llega a la cabecera del enfermo. Habituémonos menos al sacrificio que a la cortesía benéfica, que aparta de uno las penas inútiles y las aflicciones superfluas”.

Es evidente que habiendo dejado de ser esencial la salvación del alma, el colmo de la cortesía consistiría en despachar a los enfermos sin más trámite, con lo que se les ahorraría seguramente angustias y dolores. Siglos antes de la era cristiana los antiguos habían encontrado ya eso.”

Pero veamos, ¿por qué no pueden verse las cosas demasiado negras, cuando efectivamente lo están, y ya de tanta “cortesía", corremos el riesgo de vivir en la hipocresía?

Tal vez porque como dice el refrán, “a grandes males, grandes remedios”, y si uno no está dispuesto a poner las barbas en remojo para el remedio, sencillamente parece más conveniente no mencionar siquiera los males. Total, todo se arregla enmendando Códigos, ensanchando mangas, aboliendo Mandamientos y sobre todo, mirando para otro punto cardinal, cuando se huele algo podrido en Dinamarca. ¿Con apartar la nariz, el basural desaparecerá quizás, milagrosamente? –¡Pero estamos en Pascua! –Por eso mismo, porque hay Esperanza, y porque la Cruz es plenamente el signo de Victoria, no se la puede ocultar.

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7.04.14

(34) Educación católica en Argentina, “¿Hay alguien en casa?”

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Hace unos años, se notaba con relativa frecuencia en ambientes católicos argentinos, la subsistencia del sentido común que reconocía la necesidad de resistir ante la avalancha de basura que se nos venía encima con la Ley de Educación -ya vigente-, apelando a diferentes estrategias más o menos aceptables, pero insisto, con la intención clara de oponer un dique ante el diluvio de inmundicia. No reinaba el fervor de San Francisco Javier,  pero sí de cierto sentido común al menos.

Hoy la verdad es que no sé si serán los cambios climáticos, o el olor a azufre que nos va embotando los “reflejos”, el caso es que me parece vivir eclesialmente en la ciudad de la Bella Durmiente del Bosque. Sí, muchos piensan que yo sigo “creyendo en los cuentos de hadas”, pues ya he pasado hace rato los 12 años, pero sigo completamente convencida de que la Verdad debe ser servida y para ello, debe ser amada, y que si a las almas se las acostumbra a nadar en la mentira y a respirar falacias, ese amor no puede crecer y desarrollarse como debe.

En el mundo de Tolerandia, pienso que no debe tolerarse el error sistemáticamente impartido, pertinazmente sostenido y cínicamente defendido. Pero quienes pensamos así, recibimos como respuesta de más de un sacerdote, representante legal, obispo y vicarios, miradas atónitas y urticarias súbitas, como si pidiéramos carrozas de calabazas.

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5.04.14

(33) La "Oración Abrasada" (de S. Luis María y nuestra)

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Podemos decir que el Credo en sí, el tesoro de la Fe, es inseparable de aquellos que están brillando como luceros junto a nosotros gracias a esa misma fe, que confesaron con su palabra y vida de manera ejemplar. ¿Cómo divorciar la atracción de la fe de nuestra familiaridad con los santos, “nuestros hermanos, las águilas”, como los llamaba Sta. Teresita?

947 “Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros […] Es, pues, necesario creer […] que existe una comunión de bienes en la Iglesia. (…)"Como esta Iglesia está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman necesariamente un fondo común” (Catecismo Romano, 1, 10, 24).

Hace unos días, conversando con una persona desanimada, decía que ante ciertas cosas que se ven y oyen, uno se queda a veces sin palabras, con el alma en suspenso, ansiando sólo el silencio y la oración. Pero resulta que la oración es, ya, palabra; la palabra más fecunda. Y yo creo que en esos momentos, en que tal vez ni sabe uno cómo orar, la oración de los Santos, de quienes están ya mirando al Verbo “cara a cara”, es particularmente consoladora y eficaz para mostrar el rumbo.

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5.03.14

(31) Otra vez, epidemia teológica: Grün y el misterio de la Redención (II)

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El fenómeno de la Nueva Era, juntamente con otros nuevos movimientos religiosos, es uno de los desafíos más urgentes de la fe cristiana. Se trata de un desafío religioso y, al mismo tiempo, cultural: la Nueva Era propone teorías y doctrinas sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo incompatibles con la fe cristiana. Además, la Nueva Era es síntoma de una cultura en profunda crisis y, a la vez, una respuesta equivocada a esta situación de crisis cultural: a sus inquietudes e interrogantes, a sus aspiraciones y esperanzas” (Card. Paul Paupard, Religiones y sectas en el mundo, 6, 1996, p. 7).
En la primera parte de este análisis hemos tratado de presentar un marco de la doctrina de Don Anselmo a la luz de sus principales fuentes, en lo que hay sobrado fundamento para afirmar que se inscribe en el movimiento de la New Age, ante el cual la Iglesia ha llamado la atención sobre su incompatibilidad con la fe revelada. Ahora bien, tratándose de un predicador de quien el público a menudo acude por una “espiritualidad católica”, la confusión que causa es bastante considerable, por lo que parece merecer un análisis más o menos extenso, en el que apelamos a la paciencia del lector.

Cabe preguntarnos entonces: ¿cuál sería el termómetro principal, el “eje temático” en que debería basarse el fiel incauto para saber que no está frente a un impostor que le venderá “gato por liebre”?

Debería considerar, antes que nada, lo que profesa el orador/escritor acerca del Misterio de la Redención, que al fin y al cabo, funda toda nuestra fe.

Podrían creer algunos, que aún pese a las fuentes de las que abreva, su “olfato católico” y una gracia especialísima lo hubiesen preservado de grandes errores en cuanto a la fe que suponemos profesan todavía algunos benedictinos. Pero sin embargo, nos encontramos con que para Grün la verdad no está en el Credo que profesamos los católicos.

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