27.04.21

Vivir sin mentiras o cómo ser un disidente cristiano en el siglo XXI

La opción benedictina sacudió el mundo católico en 2017 y, en cierto modo, también a ciertas ramas del protestantismo y la ortodoxia. Rod Dreher consiguió con su libro abordar una cuestión clave en el momento preciso: el mundo secular, explicaba con una prosa periodística y numerosos ejemplos, es crecientemente hostil a la religión. Un diagnóstico obvio. Pero además se atrevía a proponer una estrategia, la opción benedictina,  consistente en una cierta retirada del espacio público por parte de los cristianos para enfocarse prioritariamente en establecer y fortalecer pequeñas comunidades en las que vivir y transmitir la fe. La opción benedictina provocó interesantes debates en los que se discutió sobre sus aciertos, carencias, sugerencias y limitaciones que no es el momento de reproducir aquí.

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21.04.21

Cibercalifato, violaciones, «persecución educada», Covid-19: los nuevos rostros de la persecución religiosa

Cada dos años Ayuda a la Iglesia Necesitada publica su Informe Libertad religiosa en el mundo. Hace tiempo que lo sigo y con cada nueva edición me reafirmo en que es una iniciativa muy necesaria e importante. Por eso, para empezar, mi enhorabuena a AIN por continuar denunciando los ataques a la religión en todo el mundo.

Lo sabemos porque hay, por desgracia, un sinfín de noticias, aisladas, que nos lo confirman: las persecuciones religiosas son cada vez más frecuentes. Pero esto no quita que una visión de conjunto ayuda mucho a darse cuenta de la dimensión real del problema. Y además descubrimos situaciones que desconocíamos o a las que solamente habíamos tendido superficialmente. Lo dicho: valiosísimo.

Algunos de los elementos destacados en el Informe tienen ya un largo historial. En especial la amenaza que supone el Islam y el yihadismo para la práctica de otra religión. De los 26 países en los que la persecución ha empeorado, en 21 esa tendencia es de tipo islamista (el resto son los comunistas China y Corea del Norte, el hinduismo en la India y el budismo en Sri Lanka y Myanmar) Son abrumadoramente los cristianos quienes tienen que sufrir este tipo de persecución.

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14.04.21

La edad de las nueces: la vida infantil en Roma y cómo cambió con el cristianismo

¿Un libro sobre cómo era la vida de los niños en la antigua Roma? Será para especialistas, uno de esos libros para ratas de biblioteca y doctorandos, pensarán algunos de ustedes. Enorme error.

No es que La edad de las nueces, el interesantísimo libro que José Mª Sánchez Galera acaba de publicar en Ediciones Encuentro, sea Los tres mosqueteros o Ivanhoe. Se requiere una cierta inquietud y algo de conocimiento histórico ayuda, pero cumplidos esos mínimos requisitos su lectura resulta fascinante.

No, no estamos ante un libro abstruso, al contrario, la prosa de Sánchez Galera se lee con gusto, tanto que podemos afirmar que estamos ante un libro entretenido. Lo cual no está reñido con el rigor: numerosas referencias a objetos, inscripciones, esculturas de la época nos ayudan a ir conociendo mejor cómo era la vida de los niños en aquella sociedad romana y, desde esta perspectiva, a comprender mucho mejor la antigua Roma. El recurso abundante a las referencias a la infancia que encontramos en la literatura latina (y griega) nos confirman que estamos ante una obra seria y enormemente instructiva (recuerden lo que decía Chesterton, lo contrario de divertido no es lo serio, sino lo aburrido).

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12.03.21

¿Neutralidad? Tampoco existe en educación

Escribía no hace mucho sobre la imposibilidad de eso que llaman neutralidad del Estado. El Estado nunca es neutral, no puede serlo, y cuando nos hablan de neutralidad es, a menudo, un modo de expulsar la religión de la plaza pública para que ese espacio lo ocupe una pseudorreligión civil cada vez más opresiva.

Pocos días después llegaba a mis manos el último número de la revista Salvo y encontraba allí un artículo de Joshua Pauling que argumenta lo mismo pero, en este caso, en el ámbito de la educación. También aquí es imposible una educación neutral. El texto de Pauling es certero y completa y refuerza mi argumento. Tras confesar que «con cada año que paso dando clases, me convenzo aún más de que no existe la enseñanza neutral» y exponer algunas de las falacias del constructivismo (como la defendida por Maxine Greene, un destacado teórico de la educación del siglo pasado, que afirmaba que «[el profesor] debe hacer posible que sus alumnos creen significados en un cosmos desprovisto de sentido objetivo»), Pauling señala tres resultados de una enseñanza supuestamente neutral:

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4.03.21

El Parlamento Europeo dicta directrices para imponer la neolengua de la Unidad de Igualdad, Inclusión y Diversidad

El Parlamento Europeo ha publicado un glosario de términos pretende ayudar a su personal a comunicarse adecuadamente en los ámbitos de la discapacidad, las cuestiones LGBTI+, la etnia y la religión.

El documento explica que «La regla de oro que aconsejamos a todos los miembros del personal es preguntar al interesado con qué términos prefiere que se dirijan a él. Cuando esto no sea posible, les invitamos a consultar este glosario de lenguaje sensible, cuidadosamente compilado por la Unidad de Igualdad, Inclusión y Diversidad de la DG PERS (Dirección general de personal) en estrecha colaboración con la DG TRAD (Dirección general de traducción)».

En el capítulo LGBTI+, por ejemplo, se pide evitar hablar de «sexo biológico», que deberá ser sustituido por «sexo asignado en el nacimiento». También se anima a emplear todo el catálogo de fobias: Homofobia, Gayfobia, Lesbofobia, Bifobia, Transfobia e Interfobia, aunque la lista está abierta a nuevas sugerencias. Se admiten Bisexual, Pansexual y Omnisexual… pero hay que ir con cuidado porque «Los términos «pansexual» y «omnisexual» utilizados como sustantivos pueden ser considerados ofensivos por algunos hablantes, que consideran que el uso de estas denominaciones reduce a la persona en cuestión únicamente a esa característica». Realmente, esto del lenguaje sensible e inclusivo se parece cada vez más a un deporte de riesgo.

Gracias a este útil glosario nos enteramos de que existe una cosa que se llama Morinombre o, en inglés, Deadname, que «generalmente designa el nombre de pila asignado al nacer a una persona transgénero que ya no utiliza». Y todos sus derivados, como «morinombrar», que se supone que es declarar que aquel nombre ya no va a ser utilizado y, de paso, avisar de que si alguien lo emplea, podrá ser denunciado, condenado en público y, por ahora, se le cancelará en redes sociales, a la espera de medidas más drásticas.

Hay que evitar a toda costa hablar de Derechos LGBTI, Derechos de los homosexuales o Derechos de los transexuales: ahora hay que hablar de «Trato equitativo o justo», que se supone engloba todo lo anterior, sin lo cual parece que no puede haber justicia.

La cirugía de cambio o reasignación de sexo se ha convertido en una palabra demasiado descriptiva y se propone cambiarla por «cirugía de afirmación de sexo», mucho más positiva y acorde con los manuales de autoayuda. Y por supuesto hay que desterrar todo vestigio de heteronormatividad, definida como «Presunción de que la heterosexualidad es la norma, y que las relaciones heterosexuales son el punto de referencia para determinar lo que es normal y lo que no». Presunción falsa, claro está, que solo algunos tontorrones y recalcitrantes, que obviamente no tienen lugar en el Parlamento Europeo, se empeñan en sostener.

Lo que sí supone un gran avance es el signo + añadido a las siglas LGBTI. Si ya tenemos dificultades para recordar todas las letras y, además, en su debido orden, ir añadiendo más y más letras estaba condenado al fracaso. El signo + es un cajón de sastre donde cabe todo lo imaginable e incluso aquello que ahora nos parece inimaginable. Por el momento, nos advierte el Parlamento Europeo que incluye a «las personas queers, biespirituales, así como sus aliados», un anuncio que habrá que investigar (por ejemplo, ¿seré yo un aliado de alguien biespiritual sin haberme dado cuenta?).

Quienes «no quieren acabar con la discriminación de las personas LGBTI+» (en realidad quienes consideran que convertir una institución como el matrimonio, basada en la complementariedad y la capacidad de procreación que se deriva de ésta, en una unión entre personas del mismo sexo es destruir esa institución) ya tenemos un nombre al que debemos responder: Opositores. Y recuerde, si le ponen la etiqueta de «opositor», su vida y su futuro van a ser bastante chungos. No dirá que no le avisaron.

Pero si lo del + es un indiscutible avance, el glosario también nos trae malas noticias: se recomienda usar la palabra SOGIESC, «Acrónimo de orientación sexual, identidad de género, expresión de género y características sexuales». Para los alumnos torpes como el que escribe estas líneas es toda una jugarreta.

Obviamente se recomienda evitar palabras tan soeces y malsonantes como «madre» o «padre», sustituidas por la entrañable «progenitor». Y hay que referirse a los vientres de alquiler como «maternidad de sustitución» (hasta que alguien se queje del uso de la palabra maternidad, ¿desde cuándo los padres no podemos gestar hijos?).

No me negarán que estas directrices no son una mina de ideas para los escritores distópicos que quieran seguir la estela de Orwell o Huxley. Es lo que tiene el compromiso radical con la promoción de la cultura del que hace gala el Parlamento Europeo.