InfoCatólica / José Miguel Arráiz / Categoría: Salvación ¿Fe, obras?

9.08.16

¿Martín Lutero tenía razón?

Martín Lutero

Desde hace ya algún tiempo se ha hecho costumbre escuchar de altos prelados de la Iglesia reconocimientos y elogios a la figura de Lutero. Se ha dicho de todo, desde loas moderadas en donde se admite que pudo estar movido por una buena y recta intención, a alabanzas desmesuradas en donde se le sitúa como parte de la gran Tradición de la Iglesia o hasta se admite que tuvo razón en lo referente a la doctrina de la justificación. Desde la perspectiva de un laico quiero en este artículo compartir lo que considero acertado y desacertado de estos elogios políticamente correctos en la época actual sobre la figura y doctrina de Lutero.

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11.03.14

¿Pueden los cristianos perder su salvación?

En mis últimos post donde analizaba algunas objeciones que un apologeta protestante hacía del purgatorio (ver AQUI, AQUI y AQUI) surgió un tema que me parece oportuno tratar, porque está muy relacionado con el anterior y que se resume en la pregunta: ¿Pueden los cristianos que han sido justificados por la fe perder su salvación?

La primera vez que empecé a reflexionar en serio sobre esto fue durante uno de mis primeros empleos, cuando platicando con una amiga evangélica, me decía que yo había entendido la Biblia incorrectamente, y que una vez alguien ya ha aceptado a Cristo como su salvador, ya esta salvado no importa lo que hiciese en adelante. «¿Aunque peque gravemente?» le pregunté, y me dijo: «Sí, aunque peque, porque Cristo ya ha muerto por sus pecados y ha pagado por ellos» .

Debo confesar que la idea me pareció muy atractiva. Pensé: «sería maravilloso que en verdad fuese cierto», pero el problema es que no me parecía que esto estuviera de acuerdo con lo que había leído en la Biblia. Había sido formado en un Colegio Católico donde leíamos diariamente la Biblia, además de todas las lecturas que se hacían cada domingo en la Misa dominical, por lo que ya al finalizar el bachillerato conocía muy bien todo el evangelio. Luego durante la Universidad me había formado con un grupo de universitarios en el seminario, y aunque no nos formaron en apologética, profundizamos todavía más en el conocimiento de la Biblia.

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22.06.13

Conversando con amigos evangélicos sobre el tema de la Salvación

Diálogo
Continuando con la serie de conversaciones entre amigos sobre temas de apologética, les comparto un diálogo ficticio sobre el tema de las salvación, un tema importante porque estuvo allí la principal causa de las divisiones entre católicos y protestantes en el siglo XVI. Está tomada del libro “Conversaciones con mis amigos evangélicos” (capítulo 6). Me ha basado en algunas conversaciones con algunos amigos evangélicos, pero lo he reordenado para que el orden de los argumentos tenga más consistencia. Al igual que los diálogos anteriores, puede servir de ayuda y guía a la hora de explicar a nuestros hermanos cristianos de otras denominaciones exactamente que creemos y por qué, aunque se que en este y otros temas, los mejores argumentos no convencerán a todos. Los nombres de quien participan en la conversación, por supuesto, no son reales.

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12.05.13

Martín Lutero y la epístola de Santiago

Martín Lutero

Cuenta el célebre escritor G. K. Chesterton, converso desde el protestantismo a la fe católica, que Martín Lutero era propenso a irracionales ataques de furia, durante uno de los cuales arrancó de la Biblia la epístola de Santiago. El propio Lutero reconoce su posición al respecto en el prólogo del Nuevo Testamento de su Biblia de Septiembre: “Hay que distinguir entre libros y libros. Los mejores son el evangelio de S. Juan y las epístolas de S. Pablo, especialmente la de los Romanos, los Gálatas y los Efesios, y la 1ª epístola de S. Pedro, estos son los libros que te manifiestan a Cristo y te enseñan todo lo que necesitas para la salvación; aunque no conozcas ningún otro libro. La epístola de Santiago, delante de éstas, no es más que paja, pues no presenta ningún carácter evangélico” Prólogo del Nuevo Testamento de 1546 (Bibel VI, 10)

¿La razón? El siguiente texto era para él un aguijón insoportable por contradecir su enseñanza de la salvación por la Sola Fe:

“¿DE QUÉ SIRVE, HERMANOS MÍOS, QUE ALGUIEN DIGA: «TENGO FE », SI NO TIENE OBRAS? ¿ACASO PODRÁ SALVARLE LA FE? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia y fue llamado amigo de Dios.» Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino? PORQUE ASÍ COMO EL CUERPO SIN ESPÍRITU ESTÁ MUERTO, ASÍ TAMBIÉN LA FE SIN OBRAS ESTÁ MUERTA
Santiago 2,14-26

Lutero no solo rechazaba la epístola de Santiago, sino Hebreos, Judas y el Apocalipsis como parte del Nuevo Testamento. Adivinen por qué.

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31.03.11

Como colabora la libertad humana con la gracia

En la entrega anterior reflexionaba la relación entre la gracia y la libertad humana. Hoy quiero seguir profundizando en este tema y nada mejor para hacerlo que comenzar citando las palabras del Papa Pio XII en su encíclica Mediator Dei:

Así todos los hombres, felizmente rescatados del camino que los arrastraba a la ruina y a la perdición, fueron nuevamente encaminados a Dios a fin de que con su colaboración personal al logro de la propia santificación, fruto de la Sangre del Cordero inmaculado, diesen a Dios la gloria que le es debida.

“Por esto en la vida espiritual no puede haber ninguna oposición o repugnancia entre la acción divina, que infunde la gracia en las almas, para continuar nuestra Redención, y la colaboración activa del hombre, que no debe hacer infructuoso el don de Dios”
[1]

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