Divorcio y segundas nupcias en la Iglesia primitiva

Divorcio en la Iglesia primitivaContando con el permiso del padre Javier Olivera, quien es sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado, y también dueño del excelente blog Que no te la cuenten…La falsificación de la historia, reproduzco uno de sus últimos artículos, por demás muy oportunos, donde analiza algunos puntos tocados por el Cardenal Kasper en su discurso de dos horas, durante el Consistorio dedicado a la familia en el Vaticano en el mes de febrero ante el Papa Francisco y más de 150 cardenales, y en el cual trató el tema de los divorciados vueltos a casar y su posible admisión a la comunión.



Divorcio y segundas nupcias en la Iglesia primitiva: ¿Antes se podía?

Por momentos uno lee los diarios y pareciera que todo está por cambiar en la “era Francisco”. No sólo se lo pinta como un superman a contrapelo suyo sino que se le endosan doctrinas no corroboradas por él[1], como señala en su reciente entrevista.

Sin entrar a profundizar en sus declaraciones, queremos hacer mención a un error histórico que a fuerza de repetición, puede quedar como una “verdad” moderna y es ésta: que “la Iglesia al inicio de la historia, permitía las segundas nupcias a los que se habían equivocado en su primer matrimonio”, de allí que ahora podría volverse a la misma praxis pastoral.

¿Es así? ¿Acaso durante más de 17 siglos la Iglesia ha venido olvidando esta práctica y hablando en nombre de Dios acerca de algo que Jesús había permitido?

Alguno dirá: “¡Pero a nadie le interesa esto!¡Hoy nadie se casa!”. Puede ser, pero aún hay personas que desean vivir como Dios lo quiere; y si no, déjenme contarles una anécdota que me ocurrió hace unos días, luego de la Misa parroquial.

Había terminado de confesar cuando una pareja de 40 años cada uno, más o menos, me dijo:

- Padre, querríamos que nos bendijera en una ceremonia.

- Ahaá… ¡Encantado! –les dije– y cuéntenme… ¿Cómo es la cosa? ¿cumplen aniversario de matrimonio o algo así?

- No, no…, nosotros no estamos casados; somos sólo pareja…

- Ahhhhh –dije– y… ¿entonces?

- Es que ambos éramos casados pero luego la cosa no anduvo con nuestras anteriores parejas y ambos nos separamos. Luego nos conocimos y ahora nos queremos y vivimos juntos, por eso queremos que “Dios bendiga nuestra unión”.

- Ahhhh –dije yo– mientras pensaba por dentro: “¿y a estos qué les digo?”.

- Sí, padre –insistía ella– hemos ido por otras parroquias, pero nos dijeron que no se podía hacer eso, pero como ahora dicen que la Iglesia está cambiando con Francisco nosotros veníamos a ver si se podía…

- Bien –dije con cara simpática tranquila– yo encantando les bendigo la pareja en una ceremonia, pero para eso van a tener que permitirme que antes arranque un par de páginas del Evangelio –ellos se quedaron pensativos y dijeron:

- ¿Cómo dice, padre? ¿cómo va a arrancar una página de la Biblia? –me preguntaron sin entender mucho a lo que iba.

- Sí; miren, la cosa es así. El problema es que hay un par de páginas que dicen lo contrario de esto, pero si las arrancamos, ninguno tendrá problemas de conciencia; ni Uds. ni yo… Por ejemplo, podríamos sacar esa donde dice Cristo: “Desde el comienzo Dios los hizo varón y mujer… De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19,5-6) y también dice esa otra donde dice que “se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?»… Jesús les dijo: lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. El les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10,2-12).

La pareja iba entendiendo a dónde iba. Les dije que el problema era que Dios había hecho así las cosas y que el matrimonio era para toda la vida, no sólo en virtud del sacramento que así lo exigía, sino por los múltiples beneficios que trae incluso en el orden natural para la familia, los hijos, etc., y todas esas cosas que los curas decimos…

Los exhorté a saber comprender las cruces y sobrellevarlas con sobrenaturalidad; la cruz de la castidad, la cruz de la soledad, etc., pero veía que aún no estaban preparados para dar ese paso que es difícil. Aún no tenían fuerzas espirituales para afrontar un cambio, por lo que les pedí que no dejaran de cumplir el resto de los mandamientos, de educar a los hijos en la Fe, de ir a Misa aunque ahora no pudieran comulgar, de rezar, etc., porque Dios siempre premia con la gracia a quien se esfuerza.

Era gente de Fe pero confundida por lo que está sucediendo ahora con este tema, de allí que ellos mismos recordaran que no podían comulgar aún por no estar viviendo como Dios mandaba, es decir, en gracia de Dios, de allí que también recordamos el texto de San Pablo que dice “quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor” (1 Cor 11,27).

Entendieron y no se enojaron, porque se dieron cuenta de cómo era la cosa. Pero yo quedé preguntándome; ¿tanta gente confundida? ¿qué pasa? ¿si estas eran cosas que se aprendían en el Catecismo?

Propaganda mundial contra la Iglesia y la cuestión de la Iglesia Primitiva

Como muchos habrán leído, para el mes de octubre se está preparando un Sínodo en Roma que tocará el tema del matrimonio cristiano (un sínodo es una reunión de obispos para analizar un tema puntual). Para ello, meses antes, se comienzan a hacer reuniones entre obispos, cardenales y el mismo Papa, con el fin de preparar lo que se debatirá; y aquí comienza a jugar la propaganda de los medios de comunicación y de los sectores más progresistas de la Iglesia.

Son ellos, los enemigos de la Iglesia, los que sin estar casados, ni divorciados, ni importarles tres cuernos el Evangelio, los que comienzan a “instalar”: “la Iglesia está cambiando”, “Francisco no es Benedicto”, “Se acabó la inquisición”, “Prohibido prohibir, etc., etc., etc”. Vean nomás los diarios de los últimos meses sobre el tema y tendrán para rato.

El método no es nuevo; es la propaganda puesta al servicio del método “machaque” hasta que las ideas vayan entrando y haciéndose “naturales”. ¿Qué idea se está imponiendo ahora? Ésta: que la Iglesia permitirá, a pesar del Evangelio y a pesar de la enseñanza de 2000 años sobre el tema, la comunión a los que, habiéndose casado antes por Iglesia, “rehicieron” su vida con una nueva pareja.

La excusa de fondo siempre es la misma: la Iglesia no puede quedarse en la época de las cavernas sino que tiene que acomodarse a los tiempos modernos, donde hoy nadie se casa o donde el casamiento es sólo un rito social más.

Pero como decimos, no son sólo los medios de comunicación los que, de un día para otro, largan la noticia sin decir “agua va”. Tienen sus motivos: ¿cómo?

Ni más ni menos que un príncipe de la Iglesia, el cardenal Kasper, uno de los referentes del progresismo alemán, ha dado motivos para que esta propaganda se diseminara con bombos y platillos.

En efecto, en su discurso introductorio para la preparación del Sínodo, el día 20 de febrero pasado, se pasó casi dos horas explicando cómo esto podría ser posible, es decir, cómo podríamos gambetear el Evangelio…

Allí, para salir de este embrollo moderno de los divorciados, proponía dos soluciones:

1) Agilizar al máximo los trámites de nulidad matrimonial por medio de sacerdotes idóneos dentro de las diócesis y sin intervención de la Santa Sede (algo así como una “nulidad express”). No me detendré en este tema.

2) Apelando al cristianismo de “los primeros siglos”, es decir, apelando a que, teóricamente, la “Iglesia primitiva”, permitía la comunión de los divorciados vueltos a casar…

Vamos a sus palabras; allí el cardenal Kasper decía que los primeros siglos del cristianismo:

Nos dan una indicación que puede servir como una forma de salida (…) No puede haber, sin embargo, alguna duda sobre el hecho de que en la Iglesia de los orígenes, en muchas Iglesias locales, por derecho consuetudinario había, después de un tiempo de arrepentimiento, la práctica de la tolerancia pastoral, de la clemencia y de la indulgencia. En el contexto de dicha práctica se entiende también, quizás, el canon 8 del Concilio de Nicea (325), dirigido contra el rigorismo de Novaciano. Este derecho consuetudinario está expresamente testimoniado por Orígenes, que lo considera no irrazonable. También Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno y algunos otros hacen referencia a él. Explican el “no irrazonable” con la intención pastoral de “evitar lo peor”. En la Iglesia latina, por medio de la autoridad de Agustín, esta práctica fue abandonada en favor de una práctica más severa. También Agustín, sin embargo, en un pasaje habla de pecado venial. No parece, por tanto, haber excluido de partida toda solución pastoral[2].

Al leer el texto, lo confieso, me sorprendí; ¿cómo un Concilio había permitido todo esto y no lo conocía? Me agarró cierto remordimiento por un momento, porque si esto era así, tal vez habría sido yo duro en exceso con algunas personas.

¡Qué duro había sido al intentar explicarles a este matrimonio lo que dice el Catecismo en el nº 2384 cuando expresa que “el divorcio atenta contra la Alianza de la salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente”.

¡Qué mal que había estado al recordar desde joven las palabras que escuché de boca del mismo Juan Pablo II cuando en Córdoba, en 1987, decía: “El verdadero amor no existe si no es fiel, y no puede existir si no es honesto. Tampoco existe pacto conyugal verdadero si no hay de por medio un compromiso que dura hasta la muerte”.

¡Qué mal que había estado incluso cuando estudié que Pío XII le había dicho a los párrocos de Roma, el 16 de marzo 1946, que “el matrimonio entre bautizados válidamente contraído y consumado no puede ser disuelto por ningún poder en la tierra, ni siquiera por la Suprema Autoridad Eclesiástica”!

Pero luego me puse a pensar si no podía haber alguna confusión y me encontré con una sorpresa.

En primer lugar, fue realmente una lástima para mí que el cardenal no hubiese dado las referencias bibliográficas, pero a su vez me obligó a ir a las fuentes; a desempolvar libros y me di cuenta de una cosa: en Alemania tienen malas ediciones, o están erradas, o no traen números de página. Porque lo que encontraba en las fuentes, era muy diverso… Veamos[3]:

1) Durante los primeros cinco siglos de la era cristiana no se puede encontrar ningún decreto de un Concilio, ni ninguna declaración de un Padre de la Iglesia que sostenga la posibilidad de disolución del vínculo matrimonial. Cuando, en el siglo II, Justino, Atenágoras, Teófilo de Antioquía, hacen mención a la evangélica prohibición del divorcio, no dan ninguna indicación de una excepción. Tertuliano y San Clemente de Alejandría son aún más explícitos. Y Orígenes, en la búsqueda de alguna justificación para la práctica adoptada por algunos obispos, afirma que está en contradicción con la Escritura y la Tradición de la Iglesia (Comment. in Mat., XIV, c. 23, en: Patrología Griega, vol. 13, col. 1245).

2) Dos de los primeros concilios de la Iglesia, el de Elvira (306) y el de Arles (314), lo reiteran claramente. En todas partes del mundo, la Iglesia sostenía que la disolución del vínculo era contraria a la ley de Dios y el divorcio con el derecho a casarse de nuevo era completamente desconocido.

3) Entre los Padres de la Iglesia que tratan más ampliamente la cuestión de la indisolubilidad matrimonial, justamente, está San Agustín y su De Coniugiis adulterinis; y en muchas otras obras refuta a los que se lamentaban de la severidad de la Iglesia en materia matrimonial, demostrando que, una vez que se ha hecho el contrato ya no se puede romper por cualquier motivo o circunstancia.

4) En cuanto a San Basilio baste con leer sus cartas, y a encontrar en ellas un pasaje que autorice explícitamente el segundo matrimonio. Su pensamiento se resume en lo que escribe en la Ethica: “No es lícito a un hombre repudiar a su esposa y casarse con otra. Tampoco está permitido que un hombre se case con una mujer que está divorciada de su marido” (Ethica, Regula 73, c. 2 en: Patrística griega, vol. 31, col. 852).

5) Lo mismo se puede decir del otro autor citado por el cardenal Kasper, San Gregorio Nacianceno, quien escribe: “el divorcio es absolutamente contrario a nuestras leyes, aunque sean distintas de las leyes del juez Romano” (Epístola 144, en: Patrística griega, vol 37, col. 248).

Es decir, las citas contradicen lo que planteaba el cardenal en su discurso y quizás justamente por ello la Iglesia estuvo dispuesta incluso a perder un país entero como Inglaterra en vez de concederle el divorcio a Enrique VIII, apasionado por su Ana Bolena.

El “famoso” canon 8 del Concilio de Nicea

Habría mucho más para decir; pero, en segundo lugar, creo que es necesarísimo desenmascarar el punto que nos parece más grave. En el texto se cita un “canon”, es decir, un artículo de uno de los Concilios más grandes de la Iglesia, el Concilio de Nicea (325). Este canon dice, refiriéndose a aquellos que se habían separado de la Iglesia y querían volver a su seno:

“En cuanto a aquellos que se dicen puros (está hablando de la secta de los novacianos), si desearan entrar en la Iglesia Católica, este sagrado y gran concilio establece (…) antes que nada que ellos deben declarar abiertamente por escrito, que aceptan y siguen las enseñanzas de la Iglesia Católica que consisten en que entrarán en comunión con aquellos que han realizado segundos matrimonios (en griego se dice “dígamoi”).”

Ahora bien, esta palabrita, “dígamoi”, ha sido interpretada por el cardenal Kasper y por la corriente de cambio como aquellos que “se casan dos veces”. Es decir, el razonamiento es: si ya desde antiguo la Iglesia aceptaba a los “que se casaban dos veces”, ¿no habría que volver a esa práctica y listo?

Pero las ideas no vienen solas y siempre hay algún librito que apoya detrás. Como lo declara el vaticanista Sandro Magister (aceptando incluso inocentemente algunas premisas) un sacerdote italiano llamado Giovanni Cereti, escribió en 1970 su tesis en teología patrística bajo el título de “Divorcio, nuevas bodas y penitencia en la Iglesia Primitiva[4], hoy reeditado y en venta en Amazon. Se trataba de la vorágine pos-conciliar que veía en el Concilio Vaticano II un acordeón a estirar y encoger à piacere.

El libro tiene su contexto: fue escrito en Italia, el mismo año en que se decretaba el divorcio civil, es decir, intentando ser una justificación en el tiempo de que la Iglesia no era tan anticuada… ¿Y en qué se basaba? En que ese texto del Concilio de Nicea, que tenía por finalidad acercar a los novacianos (una secta herética y puritana) daba la clave de bóveda para entender el trato con los divorciados en el siglo IV.

Sin embargo, nadie se encargó de ver quién era este tal Cereti ni porqué un texto tan importante había pasado sin pena ni gloria incluso en los medios de aquella época. La verdad, como narra en un artículo el profesor John Lamont, Cereti fue ampliamente refutado inmediatamente después de que su libro salió a luz ni más ni menos por uno de los grandes patrólogos (estudiosos de los Padres de la Iglesia) del siglo XX. En efecto, el jesuita Henri Crouzel, publicó un año después una terrible crítica al libro del italiano, titulada “La Iglesia primitiva frente al divorcio” (“L’Eglise primitive face au divorce”, Paris, Beauchesne 1971”)[5].

¿Qué decía Crouzel y por qué sepultó en el arcón de los recuerdos a Cereti? El gran estudioso jesuita no negaba que algunos prelados hubiesen hecho oídos sordos a segundas nupcias (malos pastores hubo siempre), pero sí afirma rotundamente con Orígenes que “los obispos que permitieron a una mujer casarse nuevamente mientras vivía su marido, ‘actuaron contrariamente a la ley primera traída en las Escrituras’[6]. Pero esto no es lo que se lee en la historia de la Iglesia ni en la de los sacramentos, como se lee en serios y doctos libros juntos[7].

Cereti, traicionando el texto griego y su interpretación, traducía maliciosamente la palabra “digamoi” (técnicamente, “dos veces casado”) diciendo que se trataba de aquellos que se habían casado dos veces, estando aún en vida su esposa o esposo, mientras que en realidad, de lo único que se trataba era del matrimonio de los viudos vueltos a casar…

En efecto, el Concilio de Nicea, intentando acercar a los novacianos que negaban incluso el perdón a los que habían caído en pecado mortal, proponía como condición que primero ellos aceptaran que no cometían pecado quienes, habiendo enviudado, se casaban de nuevo.

Fueron tales los errores que Crouzel y un grupo de estudiosos le enrostraron a Cereti, que su obra ni siquiera fue reeditada una vez hasta el año pasado.

Ahora, envalentonado por haberse reflotado su tesis refutada, no sólo no confiesa nuevamente la verdad, sino que llega a decir en un reportaje que ese fue “el mayor servicio que hecho a la comunidad cristiano-católica. La experiencia me dice, en efecto, que ‘lo que Dios ha unido, el hombre no debe separar’, por eso si una unión termina, muy probablemente es porque nunca había sido unida por Dios, al contrario, la segunda unión es la que Dios une” (http://www.adistaonline.it/?op=articolo&id=53413). Y uno podría preguntarse: ¿por qué sólo la segunda unión y no la tercera, la cuarta, la décima? ¡Qué retrógrado!

* * *

El gran humorista inglés, Groucho Marx, decía: “estos son mis principios, pero si no les gusta, tengo estos otros…”.

Ojo; hay confusión y tormenta sobre el tema, pero hay que recordar las palabras de Cristo cuando le preguntaron: “‘¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?’… A lo que respondió: ‘Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así”.

Y en la Iglesia primitiva tampoco…

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

NOTAS

[1] Véase la entrevista del 5 de Marzo de 2014 al Corriere della Sera y el diario La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1669312-francisco-pintar-al-papa-comosi-fuera-una-especie-de-superman-me-resulta-ofensivo

[2] http://www.infobae.com/2014/03/03/1547495-se-conocio-el-texto-vaticano-los-divorciados-vueltos-casar

[3] El gran escritor católico de Roma, hoy proscripto, Roberto De Mattei, tiene un artículo reciente en italiano donde analiza el tema de los Padres de la Iglesia, aunque sin analizar el canon 8 del Concilio de Nicea que veremos más adelante (véase http://www.corrispondenzaromana.it/cio-che-dio-ha-unito/).

[4] Obviamente, hoy reeditado con bombos y platillos por una editorial laica e ingnota, gracias a Dios: Giovanni Cereti, Divorzio, nuove nozze e penitenza nella Chiesa primitiva, Aracne Editrice, Roma, 2013, pp. 440.

[5] Véase también de Henri Crouzel, Divorce et remariage dans l’Eglise primitive: quelques reflexions de methodologie historique, Nouvelle Revue Theologique, Dec. 1976 ; Un nouvel essai pour prouver l’acceptation des secondes noces après divorce dans l’Eglise primitive, Augustinianum, Dec. 1977 ; ‘Les “digamoi” visés par le concile de Nicee dans son canon 8′, Augustinianum, Dec. 1978, p. 566. Para ver uno de los iluminadores textos de Crouzel, haga click AQUI

[6] Cfr. Commentaire sur Matthieu XIV, 23 ; GCS X, p. 341, ligne 7 (Henri Crouzel, Divorce et remariage dans l’Eglise primitive: quelques reflexions de methodologie historique, Nouvelle Revue Theologique, Dec. 1976, 897).

[7] Cfr. Carlos Chardon, Historia de los sacramentos, Imprenta Real, Madrid 1801, 80. Chardon trae varias citas más de otros Padres de la Iglesia. El libro puede consultarse on-line aquí: http://books.google.com.ar/books?id=jdRGaX0usVEC&pg=PA80&lpg=PA80&dq=novacianos+y+bigamia&source=bl&ots=rCbdB6UNpw&sig=GO5sYdLmJqKeK5OXH7hao-HOcek&hl=es&sa=X&ei=jQcXU6PkJoegkAfr5IGgCg&ved=0CD8Q6AEwBQ#v=onepage&q=novacianos%20y%20bigamia&f=false

Vea también:

No a una misericordia injusta

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22 comentarios

  
Alvaro
Creo que el señor cardenal Karlsper merece un comentario mucho mas serio. El no trata de revocar la doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio, sino que se permita confesar y comulgar a quien ha contraido segundas nupcias civiles, en algunos casos. El hecho de que algunos comulguen sin estar deispuestos no significa que sean los vueltos a casar con rectas intenciones de rehacer su vida, e imposibilidad de rehacerla con la primera el primer esposa esposo, pues tienen nuevas responsabilidades parentales, etc. El Señor tambien ha dicho que el no come de mi Pan no tendrá la vida eterna, y a la samaritana del pozo de Sicar le indica que estaba casada cuatro veces y con el que estaba no era ni su esposo y no se escandalizaba y le hablaba del agua que salta hasta la vida eterna, la gracia. Si le hablaba asi sería porque quiere su conversión no porque le parezca que lo que haya hecho antes sea o no bien hecho. Hay que estudiar muchos mas el asunto, entrar en la profundidad del corazón de Cristo y vivir la alegria del anuncio del Evangelio en toda su extensión.

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JM: Por supuesto que no se pone en duda la indisolubilidad del matrimonio, pero si se intenta separar la doctrina de la práxis, ya que lo que usted está defendiendo finamente es que aquellos que viven en adulterio "en algunos casos puedan comulgar".

Dice que "El Señor tambien ha dicho que el no come de mi Pan no tendrá la vida eterna" y parece creer que la solución es que lo hagan inclusive en adulterio, o bajo una dispensa, como si San Pablo no hubiese dicho que el comer el cuerpo y la sangre del Señor indignamente le hace reo de su Cuerpo y Sangre. No digo que no haya que estudiar el asunto, pero no veo que la solución esté dando licencia para pecar, o haciéndose infiel al evangelio y a las propias palabras de Jesús, que fue quien ordenó que lo que Dios unió, no lo separara el hombre.
08/03/14 7:01 PM
  
José María Iraburu
Muchas, gracias, José Miguel por darnos en tu artículo el escrito tan bien documentado de Javier Olivera, sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado (IVE). Estas luces que, unidas a las de otros medios católicos, se encienden en InfoCatólica permanecen y permanecerán, si Dios quiere, siempre luminosas, como faros que orientan a no pocos que en medio de tormentas y oscuridades andan perdidos.

Es penoso que ya no se pronuncie en medios católicos la palabra "adulterio"-"adúltero", la que usaron Cristo, los Apóstoles, los Padres antiguos y la Iglesia en toda su historia. Nos quedamos ahora con el eufemismo "los casados divorciados vueltos a casar". En julio de 2009 publiqué en mi blog dos artículos sobre "El adulterio" (14-15). Y allí afirmaba que "el horror de la Iglesia por el adulterio ha sido total en su historia". En la disciplina penitencial antigua la herejía y la apostasía, el homicidio, el aborto y el adulterio, eran los pecados considerados más graves. Y también en mis artículos sobre "La ley de Cristo" (80-94) recuerdé, entre otras cosas, el celo pastoral de la Iglesia antigua por la conversión de los pecadores públicos, llamándolos siempre a conversión.


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JM: Gracias a usted padre José María, por su visita a mi blog.
08/03/14 7:12 PM
  
Joaquín
"ahora nos queremos y vivimos juntos, por eso queremos que “Dios bendiga nuestra unión”.

Ahí está el problema de los problemas, que casi todas las parejas que se casan en la iglesia tienen este concepto del matrimonio: "Dios bendice nuestra unión" [Por cierto, este fue uno de los 80 errores condenados en el famoso "Syllabus" del Beato Pío IX].
08/03/14 7:23 PM
  
José María Iraburu
Bueno, como siempre, el faro principal en este mundo para la iluminación de las tinieblas es el Magisterio apostólico de la Iglesia, "columna y fundamento de la verdad" (1Tim 3).
08/03/14 7:30 PM
  
Inés
Pienso que hay algo muy positivo en el encuentro del P. Javier con la pareja que menciona. Aún con las confusiones de los medios de información y tal vez gracias a ellas, la pareja se acercó a pedir la bendición para su unión y se les pudo aclarar la doctrina que desconocían.

No se habían divorciado y vuelto a unir con otra pareja por culpa del Cardenal Kasper sino que vivían dicha situación no obstante la nula tolerancia existente y no conocían las bases bíblicas de la disciplina eclesiástica no obstante haber recibido el sacramento en su primer matrimonio.

Habría que hacer propuestas pastorales para que personas que se acerquen a las parroquias como las del ejemplo emprendan en compañía de la comunidad el camino activo de encuentro intimo y personal con Jesucristo sin el cual la letra de la Biblia y la doctrina de la Iglesia entra por la cabeza y se muere en el corazón.

08/03/14 8:31 PM
  
Luis Fernando
A ver, Álvaro, el asunto YA se ha estudiado.
Familiaris Consortio, 84

La experiencia diaria enseña, por desgracia, que quien ha recurrido al divorcio tiene normalmente la intención de pasar a una nueva unión, obviamente sin el rito religioso católico. Tratándose de una plaga que, como otras, invade cada vez más ampliamente incluso los ambientes católicos, el problema debe afrontarse con atención improrrogable. Los Padres Sinodales lo han estudiado expresamente.

Dos cosas:
1- Juan Pablo II llama ni más ni menos que PLAGA al aumento de recasamientos tras un divorcio. Hoy la tasa es sin duda superior a la de hace 30 años.

2- Los padres sinodales estudiaron su situación.


Y el Magisterio YA se pronunció. Cito de nuevo del mismo texto:

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.


Tres cosas:
1- Un sínodo y una exhortación apostólica, por tanto con un grado magisterial importante, zanjan el asunto.

2- No es la Iglesia quien niega la Eucaristía a los divorciados vueltos a casar. Son ellos mismos los que se niegan esa posibilidad.

3- Aviso claro y notorio. Si la Iglesia permitiera eso, los fieles se verían confundidos acerca del sacramento del matrimonio. Imaginemos las desastrosas consecuencias pastorales que supondría tal hecho.

Si ahora quieren volver a debatir sobre el tema, pues vale. Pero la conclusión a la que llegarán no puede ser distinta a la que ya se ha llegado, a menos que se quiera contradecir el magisterio pontificio previo. Y eso, sencilla y llanamente, no lo puede hacer ni siquiera el Papa. Eso es lo que el cardenal Müller aclara en su última entrevista. Dijo:

Un líder político recién elegido puede cambiar o revocar la política de su partido. Eso no se aplica a un Papa. Cuando un Papa es elegido, su misión es ser fiel a las enseñanzas de la Iglesia y de Cristo.


Está claro. No hay vuelta atrás. No puede haberla.
08/03/14 11:46 PM
  
Inés
Se pueden exponer argumentos a favor y en contra de las preguntas del cardenal Kasper a los cardenales pero teniendo en cuenta todo lo que dice, la audiencia a la que se dirige y la preocupación que lo impulsa.

Hay un documento de la CDF, titulado Sobre la atención pastoral de los divorciados vueltos a casar, con introducción del Card.Mons. Ratzinger, de 1997 (hay versión en línea), en que minuciosamente se analizan todos los textos mencionados por el Cardenal Kasper y además se contesta al texto de Giovanni Cereti (1970). Y a ese texto de 1997 hace expresa referencia el cardenal Kasper en su discurso a los cardenales” La Iglesia de los orígenes nos da una indicación que puede servir como vía de salida del dilema, a la cual el profesor Joseph Ratzinger había ya hecho mención en 1972. […]”. Razón por la que no da citas bibliográficas: los cardenales no las necesitan ya que son de su conocimiento .

Luego Kasper agrega : “No puede haber, sin embargo, alguna duda sobre el hecho de que en la Iglesia de los orígenes, en muchas Iglesias locales, por derecho consuetudinario había, después de un tiempo de arrepentimiento, la práctica de la tolerancia pastoral, de la clemencia y de la indulgencia.”

Esa frase no puede comprenderse más que relacionándola con otra también afirmada por el cardenal Kasper: ““no puede proponer una solución que sea distinta o contraria a las palabras de Jesús. La indisolubilidad del matrimonio sacramental y la imposibilidad de un nuevo matrimonio durante la vida del otro es parte de la tradición de la fe de la Iglesia que no puede ser abandonada o deshecha, alegando una comprensión superficial o una misericordia abaratada”.

Por otra parte el cardenal expone su pregunta sobre ciertos casos específicos en términos de preguntas y no de afirmaciones, lo cual según el Papa es buscado por el mismo para fomentar la controversia fraternal entre los cardenales.
09/03/14 12:52 AM
  
Inés
En este enlace está el artículo de Ratzinger de 1972 al que se refiere Kasper en su discurso a los cardenales.

+++www.pathsoflove.com/texts/ratzinger-indissolubility-marriage/#conclusions+++

Me gustaría que personas más preparadas que yo me pudieran decir que diferencia substancial hay entre la propuesta de Ratzinger de 1972 y la de Kasper 2014, fuera del estilo propositivo de Ratzinger y el interrogativo de Kasper, sugerido este último por el Papa.

Hasta usan las mismas palabras para describir el caso: "Cuando un primer matrimonio se rompió hace mucho tiempo y de una manera mutuamente irreparable , y donde , por el contrario , un matrimonio celebrado en consecuencia ha demostrado a lo largo de un período más largo como una realidad moral y se ha llenado con el espíritu de la fe, sobre todo en la educación de los hijos (de modo que la destrucción de este segundo matrimonio sería destruir una grandeza moral y causar daño moral) , debe concederse la posibilidad , de una manera no judicial , basado en el testimonio del pastor y de miembros de la iglesia , para la admisión a la comunión de las personas en tal segundo matrimonio" (Ratzinger, 1972). Y mas adelante dice que el caso está de acuerdo con la tradición de la Iglesia y especialmente con el caso de indulgencia con el dígamo en una carta de San Basilio.

Y conste que personalmente considero que la actual disciplina es más fructífera para iniciar un camino de santidad a partir del fracaso si hubiera caridad y compromiso de acompañamiento espiritual en la comunidad parroquial. Dios concede las gracias para llevar la cruz pero lo hace en comunidad.

09/03/14 4:10 AM
  
Alfonso Campos
La verdad que me gustó poco la exposición del Cardenal Kasper. Hay en ella tres frases que me alarman de sobremanera:

"Efectivamente, quien recibe la comunión espiritual es una sola cosa con Jesucristo. […] ¿Por qué, entonces, no puede recibir también la comunión sacramental?"
Entonces, ya está, anúlese toda la doctrina sobre la comunión espiritual, por innecesaria. Es más, anúlese toda la doctrina sobre la necesidad del estado de gracia para recibir la comunión sacramental. Si ambas comuniones son lo mismo, para qué confesarse y estar en gracia?

"Algunos sostienen que precisamente la no participación a la comunión es un signo de la sacralidad del sacramento. La pregunta que se plantea es: ¿no es tal vez una instrumentalización de la persona que sufre y pide ayuda si hacemos de ella un signo y una advertencia para los otros? ¿La dejamos morir sacramentalmente de hambre para que otros vivan?"
Una frase que ademas de apelar al sentimentalismo, resulta falsa: no es la persona el signo y la advertencia para los otros. A todo evento es su pecado y la santidad del sacramento lo que lleva a la Iglesia a impedir la comunión. Y ello lo es en bien de la propia persona, puesto que "quien comulga en pecado mortal come y bebe su propia condenación". Y nadie "vive" gracias a que ellos mueren sacramentalmente de hambre: en todo caso sufrimos, como el cuerpo sufre por la enfermedad de uno de sus miembros.
Y la última:
"Efectivamente, cuando los hijos de los divorciados vueltos a casar no ven a sus padres acercarse a los sacramentos, normalmente tampoco ellos encuentran el camino hacia la confesión y la comunión. ¿No tendremos en cuenta que perderemos también a la próxima generación y, tal vez, también a la siguiente? ¿Nuestra praxis consumada, no demuestra ser contraproducente? […]"
Una praxis mucho peor sería la de permitir que los padres enseñen a sus hijos que igual da el pecado o el estado de gracia para recibir la comunión. Padres que no enseñen el valor del arrepentimiento, la infinita misericordia de Dios que perdona nuestros pecados y la Gracia que nos mueve a ello, nos sostiene y ayuda en el camino.
En fin, espero que todo se deba a un error de traduccion o de cita del sitio de Sandro Magister, porque lo expuesto sobre la exposición en cuestión es bien preocupante.
09/03/14 4:43 AM
  
Alvaro
Yo no he querido decir ni he dicho lo que se pone en mi boca, o en la de los que pueden leerme, por lo que tengo el deber de clarificar el asunto. No es el sacramento del matrimonio lo que desgraciadamente se toca, cuando sería mucho más necesario hacerlo, sino el de la Comunión. Creo que lo importante es pensar que nadie es tan bueno como para creer que él sí merece el Cuerpo preciosísimo de Cristo. O que la Iglesia como intérprete y fuente de jurisdicción divina, ("lo que atares...")no puede indicar cómo se puede acceder a un sacramento. Yo no soy quién, por tanto para negar o afirmar tales cosas. Creo sin embargo que el Cardenal de una distinción notabilísima en la Iglesia de Cristo, y que hace teología de rodillas, no sobre el "púlpito de la indiferencia", habla de algunos casos, que incluso pueden ser fuente de inspiración para otros, por su ejemplo de vida, a diferencia de tantos que se escandalizan por nada. Nadie habla de cómo acceden tantos al matrimonio ajenos completamente al conocimiento de la naturaleza humana y divina del sacramento, a la exigencia que comporta. Y ahí es donde debe aplicarse la doctrina superadora del privilegio de Moisés, incluso en el caso de infidelidad. No en la recepción del Cuerpo Sagrado de Cristo. Un celo mal entendido puede llevar a un enclaustramiento de la gracia santificante, de Cristo, que evidentemente acepto y aceptaremos mientras la Iglesia así lo disponga, pero sigo creyendo que la Iglesia de Cristo puede perdonar los pecados y dar la gracia santificante a quien considere indigno pecador. Esa Gracia, representada por el agua que salta hasta la vida eterna de la que no está exenta la samaritana. Es evidente que Cristo quiso dar ejemplo a la samaritana del pozo, a la que no sin un sentido pedagógico y de inspiración eclasiástica (los discípulos en ese caso, los que le seguían de lejos y se sorprendían que Jesús hablara a solas con una mujer), el evangelista por inspiración divina quiso recoger. ¿Por qué llama a su esposo Jesús a la samaritana cuando ella le pide que le muestre la gracia, ese agua eterna? Yo le he oido decir a Juan Pablo II que los que viven en segundas nupcias, o en concubinato o en adulterio, si deciden vivir como hermanos pueden recibir el Sacramento. Yo he leido en la Familiaris Consortio lo mismo. Yo no he oido que sea de derecho divino positivo y que no pueda revisarse en la medida que no afecte a partes sensibles al núcleo de derecho divino que uno que decide de verdad seguir a Cristo no pueda comulgar por el hecho de seguir viviendo con su segundo esposa, de la que no puede separarse sin incumplir otros mandatos naturales divinos. ¿No nos estaremos creyendo con derecho a juzgar a otros y a arrojar la primera piedra? Esos que se escandalizan, no serían mas piadosos si supieran que aquellos que viven en un segundo matrimonio cuando el primero está moralmente muerto, que luchan por ser santos, en las circunstancias que han surgido por su pecado o el de otros, comulgan porque se lo permite en su caso particular la Iglesia?. No es lo cierto que los tribunales actuales en los procesos de nulidad eclesiástica no son el foro auténtico para entender si un matrimonio ha sido o no nulo. Pues no conocen desgraciadamente la parte humana de esta nuestra Iglesia santa.

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JM: Encuentro en su argumentación varios argumentos falaces. Por ejemplo, cuando dice: "nadie es tan bueno como para creer que él sí merece el Cuerpo", pero nadie ha dicho que lo haga, pero se requiere no haber cometido pecado, sino haber sido absuelto del mismo y estar arrepentido. Si no hay arrepentimiento no puede haber absolución, y ese es el problema de los divorciados vueltos a casar. Y si no hay absolución y están en adulterio, lo que propone aunque no lo diga explícitamente, es que alguien en pecado de adulterio pueda comulgar.

Tampoco nadie discute que quienes viven juntos como hermanos no puedan comulgar.

09/03/14 5:27 AM
  
Alvaro
Por cierto, la Familiaris consortio insiste después de hablar de la plaga del divorcio etc. que "Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente, y los que por culpa grave han destruido un matrimonio canónicamente válido. Finalmente están los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido.".
Espero que la praxis de la Igleia en esos casos cambie por el bien de los hijos. Dios nos proteja!

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JM: Por supuesto, para cada caso particular, el juez último es siempre Dios, y la responsabilidad moral subjetiva de cada sujeto varía de acuerdo a cada circunstancia particular.
09/03/14 5:44 AM
  
David
Estoy en la línea de Álvaro, aunque discrepo en que si el tribunal eclesiástico no ha determinado la invalidez matrimonial, no vale eso de "seguir la conciencia". Ya sabemos de sobra cómo están las conciencias formadas hoy en día, en la que el divorcio se ve como "algo normal", y el adulterio, como dice Iraburu, ha salido de la lista de pecados.

Diré que soy fiel a la doctrina eclesial, pero ha de reconocerse que la diversidad de casos y situaciones personales son difíciles de tratar, sobre todo pastoralmente, a pesar de los documentos emitidos a tal fin. Hay casos verdaderamente complejos de personas que fueron abandonadas muy jóvenes que, quizás con algo de torpeza, quisieron rehacer su vida con otra persona, con hijos de por medio, maltratos, lágrimas, etc. La respuesta que suele darte alguna: "¿Y yo voy a quedarme sola, encima que he sido maltratada?". Uno se queda sin saber qué responder. Y la persona se gira y se va, y no la vuelves a ver por la parroquia.

Hay situaciones en las que la cruz se hace muy pesada, y muchos no aguantan. La solución para volver a la situación anterior es muy complicada o imposible en ocasiones y al final sólo podemos/sabemos decir a los que están solos: "quedaos así y orad", y a los vueltos a casar: "vivid como hermanos y orad".

Dada la fragilidad psicológica contemporánea, la falta de estabilidad de muchos, la increencia generalizada, la falta de apoyo social a la familia, etc, para un joven hoy en día es toda una prueba heroica de discernimiento el decidir o no casarse, con quién, cómo,... Y ahí es donde creo que la Iglesia debería emplear sus esfuerzos: en el discernimiento y la preparación al matrimonio. Parece mentira que en muchísimas diócesis aún no sean ni obligatorios los cursillos, y que muchos párrocos ni se molesten en estar con los novios ni siquiera un par de charlas.


09/03/14 9:23 AM
  
Luis Fernando
Ya estamos con el tema de la conciencia subjetiva. Vamos a ver. La conciencia, por mucho que, en palabras del Beato Newman, sea el primer vicario de Cristo, ha de ser formada en la verdad. El fiel tiene la OBLIGACIÓN de hacer tal cosa. Y si no lo hace, peca, porque una conciencia mal formada por culpa del sujeto en en sí mismo camino directo al abismo.

Un tal Joseph Ratzinger escribió lo siguiente en 1998 (negritas mías):

La Iglesia no puede ni siquiera aprobar prácticas pastorales —por ejemplo, en la pastoral de los Sacramentos— que contradigan el claro mandamiento del Señor. En otras palabras; si el matrimonio precedente de unos fieles divorciados y vueltos a casar era válido, en ninguna circunstancia su nueva unión puede considerarse conformé al derecho; por tanto, por motivos intrínsecos, es imposible que reciban los Sacramentos. La conciencia de cada uno está vinculada, sin excepción, a esta norma.


Y luego añade:

Las cuestiones matrimoniales deben resolverse en el fuero externo, ya que el matrimonio tiene esencialmente un carácter público-eclesial y está regido por el principio fundamental nemo iudex in propria causa («nadie es juez en causa propia»). Por eso, si unos fíeles divorciados y vueltos a casar consideran que es inválido su matrimonio anterior, están obligados a dirigirse al tribunal eclesiástico competente, que deberá examinar objetivamente el problema y aplicar todas las posibilidades jurídicas disponibles.


Más claro, imposible. ¿Puede haber algún caso en el que se diera una excepción a toda esa norma?

Pues no digo que no, pero siempre serán situaciones muy excepcionales. Y precisamente el papa Francisco ha dicho que hay que dejar a un lado la casuística.

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Cuando Álvaro habla de los que "a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido", parece ignorar que ese texto va precisamente antes de la sentencia "... La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez".

Por tanto, no se puede cambiar la praxis sin alterar fundamentalmente la doctrina católica sobre el sacramento del matrimonio, el de la Eucaristía e incluso el de la confesión. No es ninguna broma este asunto. Son MUCHOS los cardenales y obispos conscientes del tema. No creo que por el interés de un grupo de obispos centroeuropeos, que llevan mucho tiempo oponiéndose de forma velada y a veces abierta a lo indicado por el Magisterio, la Iglesia entera se exponga a un peligro real de quiebra por una cuestión tan delicada.
09/03/14 11:48 AM
  
Orfebre
En la relación del cardenal Kasper se plasman sus ideas sobre el matrimonio que ya mostró en el libro que hizo sobre la familia en 1978 del que se pueden ver frases tomadas literalmente y en le que se expresan los mismos argumentos e incluso la propuesta que ahora presenta. Llama la atención que en su relación no tenga para nada el Magisterio que des de hace más de 30 años viene desarrollando la Iglesia, tanto por Juan Pablo II (sin duda el papa de la familia, al que tanto debemos en la comprensión del matrimonio cristiano) ni de Benedicto XVI. Ignora todo lo recogido en la Familiaris Consortio y todo el desarrollo teológico y pastoral posterior.
Me da la impresión del que el cardenal pretende imponer sus ideas del matrimonio por la puerta de atrás, buscando un caso complejo y especial en el que al permitir la comunión, rompería la doctrina de la Iglesia, sobre el adulterio, sobre el matrimonio y sobre la necesidad de confesar los pecados mortales antes de acceder a la eucaristía. Con la tranquilidad de que la doctrina no se ha cambiado y sólo se trata de una práctica pastoral para una situación muy concreta se pretende enmascarar este cambio. Además todo somos conscientes como la utilización de un caso extremó lleva a la generalización de prácticas indeseables. Basándose en un falso concepto de la misericordia, que prescinde del justicia y del verdad se puede generar una situación muy grave dentro de la Iglesia.
09/03/14 11:58 AM
  
Luis Fernando
A todo esto, pregunto a aquellos que apelan a la praxis de la Iglesia en los primeros siglos:

¿Saben ustedes lo que se hacía con los adúlteros que YA se habían arrepentido?

Es más, ¿saben ustedes si los que vivían en adulterio podían asomar siquiera por las celebraciones litúrgicas? No digo no comulgar, no. Digo asomar.


No rebusquen ustedes en el pasado, que si no se van a encontrar con una Iglesia que era bastante más estricta en todo lo que tiene que ver con el tratamiento del pecado y de los pecadores, incluso de los arrepentidos. No un poco más, no. MUCHO más. Lo cual, en mi opinión, favorecía el desempeño de la gracia divina y el crecimiento en santidad del pueblo de Dios, aunque ese es otro asunto.
09/03/14 11:58 AM
  
Joaquín
El primer problema es que para muchos el matrimonio canónico es, básicamente, lo que dice la pareja a la que alude el autor del artículo: "Dios bendice nuestra unión". Que equivale a esto otro: "Dios bendice el que nos queramos mucho" (porque para muchos todo empieza y termina ahí). Y que concluye así: "si dejamos de querernos, debemos divorciarnos porque estamos engañándonos a nosotros mismos y a los demás si seguimos casados, porque damos a entender que nos queremos cuando ya no es así".
El segundo problema es que para no pocos divorciados vueltos a casar, la unión legítima fue una fuente de infelicidad y la ilegítima, de felicidad. ¿Qué les responderíais si una pareja de divorciados recasados os alegara eso? ¿Y si os replican algo del estilo de "estáis diciendo que Dios no quiere que seamos felices y que prefiere que sigamos con un matrimonio en el que los dos éramos desgraciados? Ellos sólo ven esto: "la Iglesia nos excluye" con lo que el resultado de prohibir la comunión a divorciados recasados es que éstos se aparten completamente, no ya de la Eucaristía sino de la fe en general, y peor aún, que aparten a sus hijos (aspecto que recalcaba el cardenal Kasper y que vosotros al parecer no habéis visto).
No, amigos, la cosa no es tan "blanco o negro" como dáis a entender. Yo lo que haré es, dado que la cuestión es complicada en extremo, suspender mi juicio hasta el Sínodo extraordinario que, a no dudarlo, dedicará un amplio espacio a esta cuestión, y esperar a ver qué se decide allí.
Luis Fernando, no todo el monte es orégano: seguramente sepas que como consecuencia de esa severidad con los pecadores a la que aludes, muchos retrasaban el bautismo hasta el momento de estar agonizantes. Con el resultado de que no pocos morían sin bautizarse.

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JM: Precisamente por eso el matrimonio es una decisión para toda la vida, y Cristo no rebaja el listón, como en su momento lo hizo Moisés, sino que establece las exigencias que deben ser observadas para los cristianos.
09/03/14 4:14 PM
  
Francisco
Muy buen documentado el artículo, exponiendo con claridad los argumentos por los cuales los católicos jamás hemos puesto en duda el carácter de doctrina de fe que tiene a indisolubilidad matrimonial.
Lo que sí es inevitable decir es que no existe duda sobre la mala calidad de los pastores que hoy ocupan los puestos de mayor relevancia en la Iglesia que con sus acciones u omisiones confunden a la gente y provocan este estado de caos doctrinal en que hoy nos encontramos.
Se dice que el mismo papa Francisco alabó el trabajo sobre este punto del cardenal kasper.
Como sea, ya es un escándalo que sea cardenal, que no sea públicamente corregido de forma categórica e inequívoca y que no se refrende de inmediato la doctrina ante las dudas suscitadas por este tipo de artículos.
Echo de menos los tiempos previos al concilio.

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JM: Ya Benedicto XVI había pedido buscar una solución al problema. Ningún problema hay que un Cardenal haga el intento y que el Papa lo aplauda. El problema es si esos argumentos valen o no valen, análisis que tendría que venir después.
09/03/14 5:29 PM
  
Ines
Los casos excepcionales que Kasper expone como pregunta citando a Ratzinger no hablan de conciencia subjetiva. Muy por el contrario, es la conciencia objetiva de la persona junto al pastor y la comunidad que sabe que "su primer matrimonio se rompió hace mucho tiempo y de una manera mutuamente irreparable , y donde , por el contrario , un matrimonio celebrado en consecuencia ha demostrado a lo largo de un período más largo como una realidad moral y se ha llenado con el espíritu de la fe, sobre todo en la educación de los hijos (de modo que la destrucción de este segundo matrimonio sería destruir una grandeza moral y causar daño moral) , debe concederse la posibilidad , de una manera no judicial , basado en el testimonio del pastor y de miembros de la iglesia , para la admisión a la comunión de las personas en tal segundo matrimonio" (Ratzinger, 1972).

Ni Kasper ni Ratzinger proponen volver a la práctica de la Iglesia primitiva. Sólo dicen que hubo casos excepcionales con las mismas citas de las fuentes que otros consideran que no existía tal excepción a la regla. Las fuentes que usan ambas partes son siempre las mismas, pero no su interpretación.

Y plantear estos casos excepcionales no es hacer casuística, es pensar una solución para personas concretas que piden acceder a los sacramentos. Sería casuística si se infiera una doctrina de los casos que cumplieran las condiciones citadas.

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JM: Pierde de vista le punto centrao, y es que independientemente quien ha utilizado las citas, el autor del artículo va al origen de las mismas y demuestra que la cosa no era tan sencilla como se presentaba, como en el caso de canon 8 del Concilio de Nicea utilizado para justificar casos excepcionales. Ni Ratzinger ni Kasper son infalibles a la hora de hacer referencia a una cita.
09/03/14 5:35 PM
  
Jose2
Lo malo de este artículo son las consecuencias que se derivan, porque el cardenal Kasper no podía ignorar lo que en él se cuenta y, sin embargo...

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JM: No veo por qué no podía ignorar lo que en él se cuenta.
10/03/14 7:09 AM
  
Jose2
José Miguel, porque hablamos de alguien que fue profesor de teología dogmática y un reconocido teólogo, no de un párroco cualquiera.

Y si lo desconocía, tampoco la conclusión es mejor.

Sin embargo, aceptemos que quizás su discurso fue más para promover la discusión que buscar la exactitud.
10/03/14 2:23 PM
  
Inés
La intervención de Kasper sobre los divorciados vueltos a casar habrá durado unos 10 minutos de las dos horas que habló.

Y su trabajo no gambetea el Evangelio ni motiva a los medios a confundir a los divorciados vueltos a casar impulsándolos a pedir una bendición a su unión.

Independientemente de la interpretación que se le quiera dar al canon 8 de Nicea (1), retoma tal cual una propuesta de Ratzinger de 1972 que se sustenta principalmente en San Basilio y no en el canón 8 del concilio. En verdad podemos suprimir de la intervención de Kasper la referencia al canón 8 que no cambia nada el sentido de sus preguntas.

Este artículo de Ratzinger de 1972 finaliza con este párrafo:

"El matrimonio es un sacramentum , se encuentra en la forma fundamental e irrevocable de la decisión decisiva. Pero esto no quiere decir que la comunión de la comunidad de la iglesia no se refiere también a las personas que aceptan esta enseñanza y este principio de vida ,pero se encuentran en una situación especial, en la que sobre todo necesitan la plena comunión con el Cuerpo de Cristo. Por lo tanto la fe de la Iglesia sigue siendo también un signo de contradicción. Eso es esencial para ello, y precisamente por este hecho se sabe que está siguiendo al Señor, que predijo a sus discípulos que no deben esperar ser más que su maestro , que era rechazado por los piadosos y por los liberales , por judios y gentiles." (traducción del inglés propia)

(1) Los "digamoi" (casados dos veces) serían clérigos viudos que se han vuelto a casar y por eso rechazados por los novacianos.
10/03/14 3:25 PM
  
Pablo
Aquí se omite intencionadamente que Jesús puso una excepción a la indisolubilidad: el caso de adulterio. Esto fue reconocido por varios padres de la iglesia y está muy claro en el evangelio. Y el cristianismo primitivo entendió la palabra adulterio en sentido amplio y no no estricto. De ahí que incluso San Pablo en la I Corintios admita el divorcio en el caso de matrimonio con un incrédulo que se quiera divorciar. Por algo será que las iglesias orientales hayan mantenido siempre el divorcio para ciertos casos.

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JM: En el artículo no se omite "intencionadamente" nada, como afirma imprudentemente al emitir un juicio temerario. Ese texto simplemente hace referencia a que hay motivos lícitos mediante los cuales una mujer (o un hombre) puede separase de la convivencia con su cónyuge pero no da permiso para volverse a casar. San Pablo también dice lo mismo con otras palabras: "En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer." (1 Corintios 7.10-11)
28/09/14 3:07 AM

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