Como colabora la libertad humana con la gracia

En la entrega anterior reflexionaba la relación entre la gracia y la libertad humana. Hoy quiero seguir profundizando en este tema y nada mejor para hacerlo que comenzar citando las palabras del Papa Pio XII en su encíclica Mediator Dei:

Así todos los hombres, felizmente rescatados del camino que los arrastraba a la ruina y a la perdición, fueron nuevamente encaminados a Dios a fin de que con su colaboración personal al logro de la propia santificación, fruto de la Sangre del Cordero inmaculado, diesen a Dios la gloria que le es debida.

“Por esto en la vida espiritual no puede haber ninguna oposición o repugnancia entre la acción divina, que infunde la gracia en las almas, para continuar nuestra Redención, y la colaboración activa del hombre, que no debe hacer infructuoso el don de Dios”
[1]

De estas palabras se deduce como ocurre esta colaboración, en donde es la gracia de Dios la que causa siempre toda fuerza en el hombre para hacer el bien, o lo que es lo mismo: Cada vez que el hombre se mueve a hacer alguna obra buena meritoria de vida eterna (acto saludable) lo hace asintiendo a Dios que le mueve a ella.

“Quien afirma que nosotros, aun sin la gracia de Dios, podemos creer, querer, desear, aspirar, trabajar, rezar, vigilar, esforzarnos, implorar, buscar, llamar a la puerta y obtener la gracia de Dios, en otras palabras, quien no admite que el creer, el querer, el hacer debidamente todas las cosas, se realiza en nosotros bajo la influencia y la inspiración del Espíritu Santo, o bien subordina el auxilio de la gracia a la humildad y a la obediencia del hombre, no admitiendo que el ser obediente y humilde es don de la gracia, contradice al apóstol que afirma: “¿Que tienes que no hayas recibido? (1 Cor 4,7); Por la gracia de Dios soy lo que soy (1 Cor 15,10)” (D179).

Desde tales presupuestos es posible describir la conversión –entendida como un “si” del hombre al movimiento de conversión iniciado por Dios –como una causalidad de recíproco movimiento y llamada, en la que hay que subrayar la prioridad absoluta, en todos los aspectos de la gracia y también la libre respuesta del hombre (para realizar el acto de la conversión). “La conversión del hombre puede definirse como un “si” libre que él pronuncia al proceso de conversión iniciado por Dios. Pero este “si” representa al mismo tiempo la función de Dios, autor de la conversión del hombre”. Cuando el hombre dice libremente “si” al impulso que viene de Dios, “lo debe a Dios como don de Dios, cuando dice “no”, realiza el hombre un acto que solamente es suyo”.

Estos principios fundamentales han sido afirmados de nuevo y claramente formulados por el Concilio de Trento. De modo particular se ha refutado una especie de sinergismo que pretendiera dividir la obra de salvación atribuyendo proporcionalmente una parte a Dios y otra al hombre; así el acto único de la conversión sería el resultado de partes diferentes. El Concilio subraya decididamente la actividad universal de Dios dispensador de la gracia, y subraya con igual fuerza la colaboración del hombre vigorizada por la gracia. El inicio de la justificación se da por obra de la gracia “preveniente” de Dios en Jesucristo, o sea por la llamada que Dios dirige a los hombres sin mérito previo alguno por parte de estos…La gracia de Dios empuja y ayuda al hombre a preocuparse de su propia justificación y asegura la libre aceptación de la gracia y la libre colaboración con eso cuando dice la Escritura: “Convertíos a mí y yo me convertiré a vosotros” (Zac 1,3)
[2]

La colaboración de la gracia y la libertad en la Escritura

Pero todo esto no es otra cosa que lo que enseña rectamente la Escritura:

“Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece” [3]

Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy“; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, “he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo“ [4]

En estos textos el apóstol por un lado reconoce ser lo que es “por la gracia de Dios” pero no por eso deja de exhortar a trabajar por la salvación, sin perder de vista que es Dios quien obra el querer y el obrar.

El Catecismo de la Iglesia lo explica de la siguiente manera:

“La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia. Esta es necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a la santificación mediante la caridad. Dios acaba en nosotros lo que él mismo comenzó, “porque él, por su operación, comienza haciendo que nosotros queramos; acaba cooperando con nuestra voluntad ya convertida” (S. Agustín, grat. 17):

Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos sigue todavía para que, una vez curados, seamos vivificados; se nos adelanta para que seamos llamados, nos sigue para que seamos glorificados; se nos adelanta para que vivamos según la piedad, nos sigue para que vivamos por siempre con Dios, pues sin él no podemos hacer nada (S. Agustín, nat. et grat. 31)”
[5]

En la parábola de la vid el Señor nos exhorta a dar “mucho fruto”, pero al mismo tiempo se nos recuerda que separados de la gracia de Dios no podemos:

“Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada” [6]

De allí que por medio de la gracia podemos vencer las tentaciones y los pecados al igual que cumplir los mandamientos. A este respecto explica la Veritatis Splendor:

“Pero las tentaciones se pueden vencer y los pecados se pueden evitar porque, junto con los mandamientos, el Señor nos da la posibilidad de observarlos: «Sus ojos están sobre los que le temen, él conoce todas las obras del hombre. A nadie ha mandado ser impío, a nadie ha dado licencia de pecar» (Si 15, 19-20). La observancia de la ley de Dios, en determinadas situaciones, puede ser difícil, muy difícil: sin embargo jamás es imposible. Ésta es una enseñanza constante de la tradición de la Iglesia, expresada así por el concilio de Trento: «Nadie puede considerarse desligado de la observancia de los mandamientos, por muy justificado que esté; nadie puede apoyarse en aquel dicho temerario y condenado por los Padres: que los mandamientos de Dios son imposibles de cumplir por el hombre justificado. “Porque Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas” y te ayuda para que puedas. “Sus mandamientos no son pesados” (1 Jn 5, 3), “su yugo es suave y su carga ligera” (Mt 11, 30)» 162.

El ámbito espiritual de la esperanza siempre está abierto al hombre, con la ayuda de la gracia divina y con la colaboración de la libertad humana

La colaboración de la gracia y la libertad en los padres de la Iglesia

En los padres de la Iglesia abundan reflexiones sobre este tema. Compartiré solo unas pocas:

“¿No sabes lo que ice Pablo, que tanto se había fatigado?, conquistando infinidad de trofeos contra el diablo, recorriendo físicamente el universo, vagando por tierra, mar y aire, atravesando el universo con una suerte de alas, siendo lapidado, muerto, golpeado, padeciendo todo por el hombre de Dios?. Fue llamado de lo alto por una voz celeste…Sabemos –quiere decir-, sabemos que la gracia que Dios me ha dispensado es inmensa; pero no me ha encontrado ocioso y es manifiesta mi colaboración [7]

Y no porque se diga que Dios obra en nosotros el querer y el obrar hemos de concluir en la negación del libre albedrío; porque si fuese así, no hubiera dicho poco antes: «Con temor y temblor trabajad por vuestra salud». Cuando se manda a trabajar, al libre albedrío se manda, y por ello con temor y temblor, no sea que atribuyéndose a sí mismo las obras de ellas se enorgullezca” [8]

“Dios aumenta el querer conforme a nuestra voluntad. Pues cuando nosotros queramos, seguidamente él aumentará nuestro querer: por lo mismo, si yo quiero que se produzca algún bien, obrará ese bien, obrará por Él el querer [9]

Sin la gracia no hay buena voluntad. Dios no sólo nos otorgó nuestro poder y le presta su ayuda, sino también obra en nosotros el querer y el obrar. No porque nosotros no queramos o no obremos, sino porque sin su auxilio ni queremos nada bueno ni lo obramos tampoco [10]

“Pablo no trabajó para recibir la gracia de Dios, sino la recibió la gracia de Dios para trabajar” [11]

“El Señor prepara la voluntad y con su cooperación lleva a cabo lo que empezó con su operación. Porque El obra al principio para que queramos, y coopera con los que quieren para llevar a término Así pues, Él hace sin nosotros que nosotros queramos, y cuando queremos, y de tal suerte queremos lo que hacemos, entonces coopera con nosotros. Sin embargo, sin Ël, que obra para que queramos y que coopera cuando queremos, nada podemos nosotros con respecto a las buenas obras de la piedad” [12]

NOTAS

[1] Pio XII, Mediator Dei, 3.50

[2] El ateísmo contemporáneo, Volumen IV, Ediciones cristiandad, Madrid 1973, Pág. 434-434

[3] Filipenses 2,12-13

[4] 2 Corintios 15,10

[5]CEC 2001

[6] Juan 15,5

[7] Juan Crisóstomo, Sobre las diez vírgenes, 3,22
PL 44, 894; BAC 49,299-300.

[8] Agustín de Hipona, De la gracia y el libre albedrío 9,21
PG 44, 894; BAC 50,237-238.

[9] Juan Crisóstomo, Comentario a la Carta a los Filipenses, 8,2, 12-16
PG 62,240.

[10] Agustín de Hipona, Sobre la gracia de Cristo y del pecado original, 1,25,26
CSEL 42,146: BAC 50,319

[11] Agustín de Hipona, Las actas del proceso a Pelagio, 14,36
CSEL 42,93: BAC 79,634

[12] Gregorio Magno, Moral XVI 25,30 y la oración Actiones nostras
Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Quinta edición 1966, Pág. 352

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10 comentarios

  
luis
---EDITADO---

Comentario del blogger: No admito participaciones de comentaristas expulsados del blog
31/03/11 2:51 PM
  
Luis Manuel
José Miguel,

Claros textos. Solo reparo en el título: una cosa es predicar la colaboración de la libertad con la gracia, y otra la colaboración de gracia y libertad. La gracia no colabora, es el único motor. La gracia hace a la libertad colaborar.

Comentario del blogger: Es cierto, lo he escrito a la inversa, ya lo corrijo.
31/03/11 6:21 PM
  
Gabaon
Dios te bendiga José Miguel.

No sé si notas que cuando se deja de lado el contraste con el Protestantismo sube un suavísimo olor a verdad que hace que uno perciba ¡tanto poder en la gracia de Dios que no te queda más que abandonarte a su guía! Algo así como en Santa Teresita que repetía que “todo es gracia” y por igual repetía que “un alma abrasada en amor no puede permanecer inactiva”.

Yo, mi hermano, pienso que mucha veces la apologética-católica nos ha robado de esta bendición cuando nos han querido dejar como herencia por antonomasia la libertad, la voluntad, la co-operación y han pasado, intencionalmente, la gracia y su poder intrínseco a la retaguardia. Nada que ver con el Catolicismo verdadero.

Me gusta más el tono de este artículo. Pero hay más todavía qué apuntar.

¿Qué crees de esta aseveración del Concilio de Orange II?

Los hombres hacen su voluntad y no la de Dios, cuando hacen lo que a Dios desagrada; mas cuando hacen lo que quieren para servir a la divina voluntad, aun cuando voluntariamente hagan lo que hacen; la voluntad, sin embargo, es de Aquel por quien se prepara y se manda lo que quieren


¿Le ves un tono distinto a esta otra del Concilio de Trento, sesión VI?

Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre movido y excitado por Dios, nada coopera asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y prepare a lograr la gracia de la justificación; y que no puede disentir, aunque quiera, sino que como un ser inanimado, nada absolutamente obra, y solo se ha como sujeto pasivo; sea excomulgado.


Por ejemplo, cuando leemos a Santo Tomás decir:

...la preparación del hombre para la gracia procede a la vez de Dios, que es el motor, y del libre albedrío, que obra movido por Dios. Puede, pues, ser considerada bajo estos dos aspectos. En cuanto procede del libre albedrío, la preparación no entraña necesidad alguna en orden a la consecución de la gracia, puesto que el don de la gracia sobrepasa el alcance de cualquier preparación humana. Por el contrario, en cuanto procede de la moción divina, alcanza necesariamente lo que Dios se propone, no con necesidad de coacción, sino de infalibilidad, porque los designios de Dios no pueden fallar, de acuerdo con aquello de San Agustín en De praedest. sanct.: Cuantos se salvan, por los beneficios de Dios se salvan con toda certidumbre. Por consiguiente, si la intención de Dios al obrar sobre el corazón del hombre es que éste consiga la gracia, la conseguirá infaliblemente, según aquello de Jn 6,45: Todo el que oye a mi Padre y recibe su enseñanza viene a mí.


¿No crees que la intención de Trento es precisamente Agustiniana y Tomista? Porque de pronto me parece que dices “sí, creo que la necesidad de la gracia es absoluta para los actos saludables”, pero luego me parece que cuando hablas de la co-operación de la voluntad lo haces como un “pero” puesto a la gracia, de hecho, es común que ese canon de Trento se convierta en un “pero” al de Orange II. A mucho apologista he visto creer que Trento estaba corrigiendo a Santo Tomás y a Agustín, para no hablar del gran grupo que cree que con Quesnel y Jansenio la Iglesia condenó una especie de Tomismo o Augustinismo presente germinalmente en Santo Tomás y San Agustín.

¿Abundas un poco al respecto?

Bendiciones en Cristo.
31/03/11 6:47 PM
Estimado Gabaon

Lo que sucede es que la apologética, no solo la de ahora sino la de siempre, al tener que vérselas con los errores, tiene que enfatizar aquellas verdades que por la herejía estén siendo negadas sin caer en el exceso de deformar aquella verdad que se defiende en sentido contrario. El padre Iraburu hace un comentario interesante de esto en su blog cuando dice: “La tentación predominante del catolicismo actual está en Pelagio, en el voluntarismo antropocéntrico, que no quiere reconocer la necesidad de la gracia, de la ayuda sobre-natural de nuestro Señor Jesucristo, «que es verdaderamente el Salvador del mundo» (Jn 4,42). Pero también está vigente hoy la tentación de Lutero. En realidad, hay que decir que el pueblo católico hoy experimenta al mismo tiempo las dos tentaciones.” No se trata de ni irnos con Lutero ni con Pelagio, sino de abrazar la fe católica en su integridad.

De los textos que mencionas, el de Trento sentencia contra los reformadores que sostenían que la gracia era irresistible. Lo mismo Inocencio X ya había condenado como herética la proposición jansenista “En el estado de naturaleza caída, jamás se resiste la gracia interior”

El Concilio de Orange citado dice por un lado lo mismo cuando recuerda que la gracia no es irresistible: “Los hombres hacen su voluntad y no la de Dios, cuando hacen lo que a Dios desagrada”, pues si lo fuera, los hombres no tuvieran libertad hacer su voluntad rechazando la gracia de Dios. Pero por el otro recuerda que todo acto saludable al que asiente al voluntad, lo hace movido por la gracia.

Una explicación que da el Manual de Teología Dogmática de Ludwig Ott, al que consulto a menudo (sobre todo en temas complejos) es esta:

“La Sagrada Escritura a veces insiste en el factor humano del libre albedrío y en otras en el factor divino de la gracia. Las numerosas exhortaciones que hace a la penitencia y a que se realicen buenas obras presuponen que la gracia no suprime la libertad. Hayamos testimonios explícitos de la libertad humana frente a la gracia en Deut 30,19; Eccli 15,18; 31,10; Mt 23,37: «¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos …y tu no quisiste!» Act 7,51: «Vosotros siempre habéis recibido al Espíritu Santo»”. San Pablo en I Cor 15,10 hace resaltar la cooperación entre la gracia y la libre voluntad…”
01/04/11 2:36 AM
  
Gabaon
Dios te bendiga José Miguel.

Estoy de acuerdo contigo en la necesidad de la apologética. Pero hay un error muy grave que no consiste en el exceso de deformar la verdad contraria, como bien señalas. Va por el lado que te subrayo, y es que luego que la apologética haya terminado su “enfatización” debe devolverle a lo que dejó de enfatizar su justo lugar. Como los apologistas de ahora no han terminado de enfatizar la voluntad y el albedrío en contra del Protestantismo nos ha cogido despistados el espíritu de Pelagio por el otro lado. El problema no es tanto de exceso, como de ausencia, de haber exiliado de los púlpitos y las escuelas lo que antes se gritaba gozosamente a todo pulmón.

Para abrazar la fe católica en su integridad debemos superar la Contra-Reforma. Este es el espíritu de Vaticano II. Hay algo aplaudible, bueno, justo y santo, en la teología del Post-Concilio, y es la búsqueda de instrumentos y filosofías nuevas para expresar las mismas y absolutas verdades que atesora La Católica desde siempre. Esto se puede hacer, se ha hecho y se hace, sin plantar la bandera modernista.

El Manual de Ludwig Ott está bien para referencia, no para más. Casi nunca “se moja”, apenas señala, recoge opiniones, indica, pero no profundiza. En el apartado de la relación entre libertad y gracia apenas menciona que San Agustín conoce una división de la gracia entre “eficaz” y “suficiente”, diserta sobre la “suficiente”, pero nada dice de la “eficaz” como doctrina católica universal, apenas refiere a las escuelas sobre ella. Y aquí lo que te señalo.

La doctrina de la gracia intrínsecamente eficaz es doctrina de la Iglesia Católica, es bíblica, revelada y debe volverse a predicar.

Hay una gracia que aunque se pueda resistir, aunque deja al hombre con el poder de resistirla, no es resistida. Esta gracia no anula la libertad, pero su belleza y esplendor no es este "pero" de que "pero no anula la libertad" sino su eficacia poderosísima de la que muchos católicos desconocen. Este es el antídoto perfecto para el Pelagianismo, para el orgullo auto-suficiente del hombre moderno; esto, la eficacia intrínseca de la gracia, y no la lista de "peros" que le endosan a la gracia suficiente. Esto hay que volverlo a predicar y decir sin miedos. Y desde San Pablo, pasando por San Agustín, San Próspero, San Bernardo, San Anselmo, Santo Tomás, San Francisco de Sales y muchos otros no-canonizados hasta el día de hoy, tenemos base suficiente para seguirlo enseñando.
01/04/11 6:01 AM
Yo no he dicho que el error en que se puede caer es “deformar la verdad contraria” sino “caer en el exceso de deformar aquella verdad que se defiende en sentido contrario”.

Yo personalmente tengo una percepción bastante distinta a la tuya. Hasta el momento las apologías que le leído en este tema en apologetas de alto nivel no veo que sufran de esas dolencias. Particularmente me gustan mucho las charlas de la gracia del Cardenal Charles Journet, a las que no veo nada que reprochar. Lo mismo las apologías de los apologetas modernos (Akin, Keating, Sungenis, Armstrong, etc.).

Respecto al Manual de Ludwig Ott también tengo una percepción bastante distinta. La explicación en lo que a mí respecta me parece bastante satisfactoria, aunque otros manuales ahonden más. Yo en lo personal me identifico más con el molinismo en lo que respecta a que no veo distinción intrínseca y esencial entre la gracia suficiente y la eficaz, quedando de parte de la voluntad iluminada por el influjo divino de que la gracia pase simplemente de suficiente a eficaz.
02/04/11 3:16 AM
  
josé
Dios nos salvó y estamos llamados a manifestar con una vida santa esa salvación que nos regaló.
04/04/11 8:50 PM
  
Gabaon
Dios te bendiga José Miguel.

Dices:
Yo en lo personal me identifico más con el molinismo en lo que respecta a que no veo distinción intrínseca y esencial entre la gracia suficiente y la eficaz, quedando de parte de la voluntad iluminada por el influjo divino de que la gracia pase simplemente de suficiente a eficaz.


Eso es bueno verlo claro, pero creo que no hacía falta que lo dijeras; se nota en cada aporte tuyo sobre este tema. Por eso mi intervención en tu blog. Porque yo veo esta tendencia común entre los católicos hacie el Pelagianismo precisamente por no hacer distinciones bien precisas que sí hacen los Molinistas respetables que hemos tenido en nuestra historia Católica.

En el caso de los apologistas mencionas a Jimmy Akins y a Dave Armstrong, ambos optan por el Molinismo, pero ambos vienen de congregaciones de tradición Calvinista. Ambos tienen muyyyyy claro lo indispensable de la gracia para todo acto conducente a la salvación del hombre; al tocar el tema, su postura es siempre la de la primacía de la gracia, ambos pueden tomar la frase "Sola Gratia" y ninguno de los dos tienen problemas con ella. Y ves como ambos tienen constantemente que recordarle a católicos la absoluta necesidad de la gracia para cada acto meritorio del hombre.

Eso no pasa con todos los apologistas. Sobre todo con los que no estuvieron expuestos desde pequeños a predicaciones donde primaba la gracia. Ese ni siquiera es el denominador común de los apologistas católicos.

Sólo como comentario al margen, no te lo tomes a lo personal: pero para "identificarse más con el Molinismo" hay que hilar bien fino.

Un saludo en Cristo.

Comentario del blogger: Es lo que te digo: Un apologeta independientemente se incline por el molinismo, tomismo o cualquier otra escuela debe tener claro aquello que es de fe. Si cae en pelagianismo o semi-pelagianismo ya es un problema de formación. Hasta el momento no he visto apologetas de alto nivel cometer ese tipo de errores (se lo señalarían inmediatamente).

La frase "Sola Gracia" debe ser bien comprendida, porque si se interpreta al modo protestante, en el cual el hombre movido por la gracia no coopera y no puede disentir ni que quisiera, es herética. Es por eso que no es menor el problema de quienes creen que la gracia obra sola (negando así la colaboración de la libertad humana).
04/04/11 11:05 PM
  
Néstor
Estimados amigos:

Apoyo la explicación tomista contra la molinista. En cuanto a la expresión "la gracia como único motor", me parece que hay que aclararla:

Santo Tomás trata en Ia. IIae q. 111 a. 3 de la distinción entre “gracia operante” y “gracia cooperante”. Hace dos distinciones más para entenderla: una entre la gracia como moción actual, y como don habitual,o gracia santificante; y otra entre el acto interior de la voluntad, y el acto de las otras facultades, movidas por la voluntad humana.

La gracia operante es aquella en la que Dios mueve y la creatura es solamente movida; la gracia cooperante es aquella en la que Dios mueve como motor principal, y la creatura, a la vez que es movida, también mueve, como motor secundario.

Respecto de la gracia actual, dice el Aquinate que la gracia es operante en lo que tiene que ver con el acto interior de la voluntad, y cooperante en lo que tiene que ver con los actos de las otras facultades movidas por la voluntad.

Respecto de la gracia habitual o santificante, dice que la gracia es operante en cuanto a la existencia de ese don sobrenatural en nuestra alma y la justificación consiguiente, y es cooperante en cuanto a la obra meritoria, que también procede del libre albedrío de la voluntad creada.
23/07/11 10:07 PM
  
Gonzalo de Argentina
No somos mas que mendigos al fin de cuentas.

¡Ojala Dios me enseñe y nos enseñe a mendigar!

Vivir mendigando su Gracia...
28/07/11 7:48 AM

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