Nuestra oración

La mejor oración que podemos hacer es oír Misa con devoción y recibir la Comunión. Jesús está realmente presente en la Eucaristía y hay en ella una presencia especialísima suya

Hace poco ha tenido lugar en Toledo el X Congreso Eucarístico Nacional. Sólo muy recientemente, a toro pasado, me ha entrado el remordimiento por mi absolutamente nula colaboración en su éxito. No siquiera he rezado por él. Por ello quiero dedicar este artículo como fruto suyo, aunque tardío, a la oración y al papel de la Eucaristía en nuestra vida.

Dios nos quiere “desde antes de la Creación del mundo”(Ef 1,4), y en una de las oraciones centrales de la Misa, en el canon IV, leemos de Dios “tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca”. La pregunta que tenemos que hacernos es si buscamos a Dios, si intentamos relacionarnos con Él respondiendo a su amor con nuestro cariño. Eso es la oración, nuestra relación de amor con Dios, la Virgen o los santos.

Sería bueno que todos los días dediquemos un rato a rezar. Busquemos tiempo y lugar para ello. La oración es el fundamento de la vida espiritual. Dios se merece que le dediquemos algunos momentos de nuestra vida. Nuestra oración suele hacerse de dos maneras: hablando con Dios con palabras nuestras, o por medio de oraciones fijas.

Muchas veces me han preguntado cuál de las dos maneras es la mejor. Suelo contestar que no me gustan los monopolios. La oración con palabras nuestras, tiene la ventaja que sale más del corazón, es más espontánea, pero tiene el inconveniente que podemos pasarnos a veces largo tiempo sin acordarnos para nada de Dios. En cambio la oración con fórmulas fijas, es más fácil recordar que hay que hacerla, dedicarle algunos momentos fijos de tu vida, por ejemplo al acostarnos, pero tiene el inconveniente de la rutina. Por eso recomiendo por una parte, que sepamos unas cuantas oraciones, según nuestras diversas necesidades, porque hay muchas muy bonitas, y por otra parte, procuremos pensar lo que decimos, o busquemos algún libro que nos ayude a conocer la vida y enseñanzas de Jesús y la realidad de la Iglesia o que tenga un buen comentario sobre alguna oración particular, como por ejemplo el que tiene sobre el Padre Nuestro en sus páginas finales el Catecismo de la Iglesia Católica.

Una forma muy recomendable es que con frecuencia, a ser posible todos los días, leamos un trocito del Nuevo Testamento. Habrá trozos que puede que no nos digan nada, pero otros que nos dirán muchísimo. Además es una forma de ir conociendo la Palabra de Dios, Palabra viva y eficaz, que puede ayudarnos a encontrar lo que Dios espera de nosotros en muchas circunstancias. La oración supone ponernos a la escucha del Señor para que su Gracia y su Palabra penetren en nosotros y nos transformen interiormente. También hay libros religiosos muy buenos que hacen reflexionar y que pueden ayudar mucho en nuestros esfuerzos por ser cada vez un poco mejores.

Hay bastante gente que se me lamenta diciéndome que sólo se acuerda de Dios cuando tiene que pedirle algo. Indudablemente queda un poco pobre, pero seamos realistas y es mejor que nos acordemos de Dios para pedirle algo que el que no nos acordemos en absoluto. De todos modos bueno es que seamos conscientes, como nos enseña Jesús en el episodio de los diez leprosos (Lc 17,11-19), que también a Dios le gusta que le den las gracias. Acostumbrémonos a darle las gracias, para que no tengamos de nosotros mismos la impresión que somos un poco o un bastante caraduras, que sólo sabemos pedir.

Pero de todos modos tengamos siempre presente que la mejor oración que podemos hacer es oír Misa con devoción y recibir la Comunión. Jesús está realmente presente en la Eucaristía y hay en ella una presencia especialísima suya. Además se trata del mejor alimento espiritual que está a nuestra disposición y recibirle en nuestro corazón tiene muy beneficiosos efectos para nuestra vida espiritual.

Pero está claro que en muchas ocasiones la Misa nos aburre y no tenemos ningún interés en ir a ella. No discuto que se puede ser una buena persona sin ir a la Eucaristía, pero no un buen cristiano, porque nos privamos del encuentro más íntimo y profundo que podemos tener con Cristo. Además no podemos conformarnos en hacer lo que nos apetece, sino que debemos cumplir con nuestro deber, por ejemplo muchos días vamos a clase o al trabajo aunque no tengamos ninguna gana. Si nos saltamos la Misa hay al menos un aspecto de nuestra vida en el que no cumplimos con nuestras obligaciones y no vivimos coherentemente con nuestra fe, por lo que hay una parte de nuestra conducta que no es nada elogiable.

No nos olvidemos que la vida espiritual es muy importante por su conexión con el problema del sentido de tu vida y de cómo alcanzar la felicidad. Además necesitamos la ayuda de la gracia de Dios para superar nuestro egoísmo y ser de verdad generosos con los demás. Por ello la oración y su expresión más importante, la Eucaristía, tiene mucho que decir en nuestra vida, como lo prueba tanta gente que toma fuerzas en la Eucaristía para realizar la santidad en su vida de cada día.

Una última cuestión: mucha gente se queja de que se distrae fácilmente en la oración. Si nos pasa, no nos preocupemos gran cosa; si tenemos buena voluntad, Dios conoce perfectamente nuestra debilidad y tiene que sonreírse ante nuestros despistes. En cambio supongo que no le hará ninguna gracia el que dejemos de rezar.

 

Pedro Trevijano, sacerdote

 

 

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