Ningún presidente europeo ataca a la Iglesia como Zapatero

El presidente asegura que en Europa no existe otra jerarquía como la nuestra, pero ignora que en estos momentos no hay otros gobiernos que estén imponiendo, vía legislación, un modelo de ingeniería social como la suya.

El presidente del gobierno de España está molesto con la Iglesia Católica. No le gusta que desde la jerarquía se critiquen algunas de sus actuaciones. Preferiría una Iglesia callada ante la cultura de la muerte que él encarna como pocos dirigentes del mundo.

El mismo que habla de la necesidad de respetar el apoyo social de la Iglesia, se queja de que la misma exprese sus opiniones ante la opinión pública. Parece ser que el señor Zapatero querría que la Iglesia se limitara a dar sacramentos a sus fieles y a sacarle las castañas del fuego de la crisis a través de la atención social de los más necesitados. Pero su talante democrático no le alcanza para soportar que obispos y fieles se opongan al matrimonio gay, a "su" EpC, a la píldora del día después y al aborto.

El presidente asegura que en Europa no existe otra jerarquía como la nuestra, pero ignora que en estos momentos no hay otros gobiernos que estén imponiendo, vía legislación, un modelo de ingeniería social como la suya. Es él quien no sigue el modelo de sus colegas europeos. Hace no mucho que Sarkozy, durante la visita del Papa a Francia, animó a los católicos de su país a tomar protagonismo en la vida pública de la nación gala. 

Muy al contrario, Zapatero prefiere seguir la senda de dirigentes hispanoamericanos como Chávez, Correa o Morales, que no pierden oportunidad de atacar a la Iglesia cuando la misma hace uso de su legítimo derecho a expresar su parecer sobre el bien común de sus países.

Zapatero quiere "píos y callados" a los obispos y fieles católicos. Quiere una Iglesia mansa y tibia. Y para colmo, exhibe la cuestión de la financiación y la futura ley sobre libertad religiosa en medio de sus ataques a la jerarquía. Está claro cuál es su mensaje o, por decirlo más claramente, su amenaza. Lo que queda por ver es cuántos son los prelados que van a pedir que desde Añastro se opte por una política de mayor moderación, de tal forma que la Iglesia Católica en España se convierta en aquello que más desea nuestro presidente: una Iglesia cómoda para el poder socialista.

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