La familia y las vocaciones

Y es que el papel de las familias cristianas en el surgir de las vocaciones es fundamental. Aunque los padres han de educar en el uso responsable de la libertad a sus hijos, respetándola y no ejerciendo en absoluto presión sobre ellos, pues el sacerdocio y la vida consagrada son dones gratuitos del Señor, es indiscutible que la gran mayoría de las vocaciones surgen en el seno de las familias cristiana

Desde hace muchos años suelo en la oración de los fieles de la Misa hacer la siguiente petición: Por las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. Pero un día me contaron que un sacerdote que oyó esta petición, respondió así: “No. Por las familias cristianas y las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras”.

Y es que el papel de las familias cristianas en el surgir de las vocaciones es fundamental. Aunque los padres han de educar en el uso responsable de la libertad a sus hijos, respetándola y no ejerciendo en absoluto presión sobre ellos,  pues el sacerdocio y la vida consagrada son dones gratuitos del Señor, es indiscutible que la gran mayoría de las vocaciones surgen en el seno de las familias cristianas, en los ambientes en los que se viven los valores evangélicos porque se reza y se respira fe, piedad, espíritu de servicio y amor a la Iglesia; entonces es cuando con la ayuda de sus padres no les resulta difícil a los hijos percibir la llamada divina, comprender la necesidad de los sacrificios que han de afrontar y descubrir las maravillas que el Señor realiza en ellos y en el mundo cada día.

Y sobre el problema de la escasez de vocaciones, recordemos que Jesús ya dijo: “La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,37-38). Hoy el día el problema se ha agravado debido al contexto social cambiante y al enfriamento religioso de tantas familias antes cristianas, causado por el consumismo y el secularismo. La disminución de vocaciones en una diócesis o nación es consecuencia de la atenuación de la intensidad de la fe y del fervor espiritual. Si a un chico o a una chica se le ocurre la idea de consagrarse totalmente a Dios, piense que esa idea le ha surgido a contrapié del mundo en que vivimos y que no es difícil por tanto que le venga de Dios y, desde luego, en ningún sitio va a ser más feliz incluso en este mundo que realizando su vocación, es decir el plan de Dios sobre él, pues lo que Dios quiere para él es su bien y felicidad personal. También los padres deben pensar que si quieren el bien de sus hijos tienen que hacer un acto de confianza en Dios, no oponiéndose a la vocación incipiente, sino por el contrario sentirse contento de la confianza que Dios deposita en un miembro de su familia. Pero las palabras de Jesús que acabamos de leer nos dicen a quienes somos conscientes de la gravedad del problema de las vocaciones que lo primero que tenemos que hacer para solucionarlo es rezar insistentemente para la promoción de las vocaciones al sacerdocio y a la vida de especial consagración, oración que el propio Cristo nos pide que hagamos.

Si bien sacerdotes y religiosos hemos renunciado a formar una familia, Dios quiere que seamos sus colaboradores para engendrar o devolver  la gracia a los llamados a ser hijos de Dios. Los consagrados hemos de ser igualmente animadores vocacionales, pues quienes hemos sido llamados, tenemos también que llamar, irradiando la gracia y dando así testimonio de que creemos en lo que hacemos, por lo que hemos de procurar que nuestro modo de vida, tanto personal como comunitariamente, cuando así suceda, sea una verdadera y estimulante escuela de seguimiento de Jesús. Tenemos que llevar el anuncio vocacional al terreno de la pastoral ordinaria, convencidos de la fuerza evangelizadora de la vida consagrada. Se trata de propiciar en el joven una maduración en su vida cristiana, en su fe, esperanza y amor, sin tener miedo en presentarle sin recortes la persona de Jesús, para que en su trayectoria esté abierto a la llamada de Dios. Dios se sirve a menudo de la caridad pastoral ferviente de un sacerdote para sembrar y desarrollar en el corazón de los jóvenes el germen de la llamada al sacerdocio  y a la vida consagrada. Es necesario y urgente organizar una pastoral de las vocaciones amplia y capilar, que llegue a las parroquias, a los centros educativos y familias, suscitando una reflexión atenta sobre los valores esenciales de la vida, los cuales se resumen claramente en la respuesta que cada uno está invitado a dar a la llamada de Dios, especialmente cuando pide la total entrega de sí. Cuando nos podamos sentir descorazonados en este asunto, recordemos que, aunque de nuestra parte hemos de hacer todo lo posible, el verdadero jefe y responsable de la Iglesia es el Espíritu Santo, y que a Él es al que fundamentalmente le toca arreglar esta cuestión.

Pedro Trevijano, sacerdote

1 comentario

Hola padre

Soy padre Valentin de paraguay.

Estava leyendo algunos articulos que ha escrito y me ha gustado bastante, me gustaria recibir algunos articulo que escribe que sin duda me ayudará a actualizarme cada vez más dentro d ela pastoral.

Yo trabajo en la pastoral juvenil y vocacional.

Reciba mi saludo y que el buen Dios te bendiga siempre para seguir sembrando esperanza en el mundo.

Padre Valentin Toledo-Paraguay
23/10/10 4:05 PM

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