El negocio del aborto

Una cosa es oponerse al aborto bajo el convencimiento de que es un atentado contra la vida humana y otra es suponer que detrás de su legalización (o «despenalización», como se dice eufemísticamente) se mueve un negocio de cifras siderales.

¿Qué hay detrás de la ley de aborto? Varios factores, uno de ellos –quizá el más poderoso– es que alimenta un negocios que mueve miles de millones es dólares.

En 1996 Bernard Nathanson publicó su libro autobiográfico «La mano de Dios» (Libros MC, Ed. Palabra). Nathanson, quien murió en 2011, fue un médico estadounidense que llegó a ser conocido como «el rey del aborto». En Estados Unidos el aborto se legalizó sin restricciones en 1973, pero a mediados de los sesenta algunos estados comenzaron a permitir el aborto en casos de embarazo por incesto, violación, feto deforme y peligro para la vida o salud para la madre. En esa época Nathanson trabajaba como ginecólogo en la atención a mujeres con embarazos problemáticos; a veces las enviaba a atenderse con médicos abortistas fuera del país y se dio cuenta de lo rentable que resultaba para ellos. En 1969 junto a un colega fundó la «Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto», una asociación cuyo fin era «suprimir todas las leyes vigentes sobre el aborto y sustituirlas por el aborto a voluntad», lo cual lo llevó a realizar una intensa actividad propagandística y de lobby para promover el aborto libre. Entre principios de 1971 y fines de 1972 Nathanson dirigió el Centro de Salud Reproductiva y Sexual de Nueva York (la mayor clínica de abortos del mundo occidental, como afirma en el libro), en donde realizó directamente o indirectamente alrededor de sesenta mil abortos. Más tarde la información aportada por la tecnología ultrasonido le convenció de que el feto es una vida humana y terminó por incorporarse al movimiento pro vida. Años después escribió su libro como un intento de reparar el daño causado.

Entre otras cosas, en el libro Nathanson se explaya sobre la utilización de tejido fetal para el tratamiento de ciertas enfermedades:

«Cuando se emplean tejidos de otro para suplir funciones deficientes de los propios, el tejido fetal es el más deseable porque provoca el menor rechazo en el receptor. Cuando se coloca tejido ajeno en el cuerpo propio, el sistema inmunológico trata de destruir el tejido extraño. En el caso de que se coloque tejido fetal, el sistema inmunológico reacciona sólo débilmente, y el tejido puede seguir funcionando durante semanas o meses».

Explica, por ejemplo, que para el tratamiento de la diabetes se requiere tejido de fetos abortados entra las catorce y las veinte semanas. Dada la cantidad de enfermos de diabetes en USA a mediados de los noventa, se necesitaba abortar 11,2 millones de fetos al año en el período de catorce a veinte semanas, pero «sólo» se abortaban 120.000 al año. En el caso de enfermedades neurológicas (Alzheimer, parálisis cerebral, embolia, esclerosis múltiple) el tejido debe provenir de fetos abortados entre las nueve y doce semanas, y la cantidad de fetos que se requería entonces para satisfacer la demanda era de quince a veinte millones, pero se abortaban «sólo» 800.000.

Después de presentar estos datos la pregunta de Nathanson cae de cajón: ¿de dónde salen los fetos restantes para abastecer la demanda de tejido fetal en Estados Unidos? La respuesta: «tendremos que comprar e importar inimaginables cantidades de tejido fetal humano de países del tercer mundo. Empresarios de Estados Unidos (y Europa occidental) inundarán África, el subcontinente indio, y América Central y del Sur, y animarán a las mujeres a quedar encinta tres o cuatro veces al año con el solo propósito de que vendan su tejido fetal».

El negocio del tráfico de tejido fetal no acaba ahí. Solamente en el caso del Parkinson, los procedimientos de la extracción de tejido involucra a muchas personas: médicos de distintas especialidades, enfermeras, auxiliares y técnicos de laboratorio y de rayos X. Y el paciente puede necesitar más de un procedimiento. «¿Cuánto costaría uno de esos procedimientos? Pongamos 50.000 dólares de entrada, y entonces multipliquémoslo por cinco millones (el número de sujetos potenciales para un trasplante de tejido cerebral fetal) en lista de espera; da un total de 250.000 millones de dólares [nota: esta cifra equivale al PIB de Chile en 2014]. Y todavía no hemos empezado a hablar de los números de los trasplantes pancreáticos fetales para diabéticos, los trasplantes de médula e hígado utilizando tejido fetal, o…» (Continúa una tediosa lista de procedimientos).

Y la descripción del negocio no para ahí. Porque si se necesitan doce millones de cadáveres fetales en el período entre catorce y veinte semanas para tratar a los diabéticos de Estados Unidos, ¿para qué desperdiciar el resto del cadáver? Las posibilidades de uso de otros órganos y tejidos son múltiples: trasplantes de piel fetal a quemados, pelo fetal a los calvos, gónadas, dientes… Y además, «… después de la cosecha de órganos, nos quedarían millones y millones de kilos de cadáver fetal: músculo, cartílago y tejido conjuntivo. ¿Por qué no utilizar esta fuente inimaginablemente rica en proteínas y otros nutrientes para alimentar a los desahuciados, para exportar al tercer mundo (de donde proviene en su mayor parte) y alimentar a las víctimas del hambre?; sin duda, esto no sería canibalismo, ya que los defensores del derecho a abortar insisten en que el feto no es una persona…» Todo lo anterior conduce a Nathanson a concluir: «es imposible separar el tema del aborto del tema de la utilización del tejido obtenido gracias a él» y «la utilización médica de tejido fetal hará que aumente el número de abortos».


 

He hecho un apretado resumen de los planteamientos contenidos en el capítulo XIII del libro de Nathanson. Han pasado casi veinte años desde que lo escribió y podemos preguntarnos: ¿exageró? Porque una cosa es oponerse al aborto bajo el convencimiento de que es un atentado contra la vida humana y otra es suponer que detrás de su legalización (o «despenalización», como se dice eufemísticamente) se mueve un negocio de cifras siderales.

Ponga atención, estimado lector. El 15 de julio recién pasado una organización llamada Center for Medical Progress (CMP, Centro para el Progreso Médico) difundió un video grabado de forma encubierta en que aparecen dos actores que, fingiendo ser representantes de una compañía de compra de tejido fetal, se reunieron con la doctora Deborah Nucatola, directora principal de Servicios Médicos de Planned Parenthood Federation of America (IPPF). Se trata de una organización no gubernamental que opera en muchos países y que tiene como objetivos declarados la promoción de la salud reproductiva y la salud sexual, pero en la práctica se trata de la principal entidad abortista del mundo.

En la grabación los actores manifiestan su interés por la compra de tejidos de bebés abortados, logrando que la doctora Nucatola explique cómo su organización vende órganos de bebés abortados:

«Nos hemos vuelto muy buenos en sacar corazón, pulmón, hígado, porque sabemos eso», y agregó que los precios a los que venden los tejidos y órganos de los bebés abortados van entre 30 y 100 dólares «por espécimen», dependiendo «de la instalación y de lo que implica». «Algunas personas quieren también las extremidades inferiores, eso es simple. Eso es fácil. No sé qué están haciendo con eso, supongo que quieren músculo», dijo. Además dejó claro el carácter secreto de la venta de órganos en IPPF: «hay directrices sobre investigación, pero no hay directrices sobre compra de tejidos», y «nunca habrá directrices»; «nada está escrito».

Cabe aclarar que la venta de tejido fetal está prohibida en Estados Unidos y, como IPPF recibe aporte estatal, la divulgación del video ha generado peticiones de quitarle los fondos y el Senado está investigando la situación, aunque es poco probable que el gobierno detenga los aportes, dado que Obama es partidario de la labor de IPPF y ésta apoyó financieramente su campaña.

Días después, el 21 de julio, el CMP divulgó un segundo video en el que aparece la doctora Mary Gatter, Presidenta del Consejo de Directores Médicos de IPPF, aceptando una propuesta de 100 dólares por órganos en óptimas condiciones, pero al finalizar el encuentro, la Dra. Gatter sugirió que quizás los 100 dólares por órgano no era el mejor precio que podría aceptar. «Déjenme averiguar lo que otros están recibiendo, y si está en el promedio entonces está bien, si aún es algo bajo, entonces podemos aumentarlo. Quiero un Lamborghini». Posteriormente se han divulgado cuatro videos más, seis en total. Se pueden ver en:

Nathanson no exageró; tenía razón. El aborto es muchas cosas para sus partidarios ‒ideología de género, libertad sexual, control de la natalidad, etc.‒ pero sobre todo un gigantesco negocio.

Solamente en 2014 generó ganancias por 300 millones de dólares para IPPF en Estados Unidos. Un negocio tan rentable con una oferta tan escasa en relación a la demanda anima a invertir para hacer crecer la oferta.

Así es como en nuestro país [Chile] IPPF es representada por MILES Chile y la Asociación Chilena de Protección de la Familia (APROFA), entidad creada en 1965 (y que fue aliada del gobierno de Eduardo Frei Montalva en sus políticas de planificación familiar), y obviamente la labor actual de estas instituciones está centrada en apoyar los esfuerzos por lograr la despenalización del aborto. Por ejemplo, el movimiento de mujeres Reivindica ha denunciado que desde 2008 hasta 2014 IPPF, según sus estados financieros, ha entregado a APROFA más de 1 millón 180 mil dólares para promover la legalización del aborto (www.aciprensa.com/noticias/planned-parenthood-mas-de-un-millon-de-dolares-para-legalizar-el-aborto-en-chile-17646/).

Me pregunto: ¿de qué manera ha usado APROFA ese dinero? No tengo pruebas, pero me atrevo a sostener que parte de ese dinero se usó para financiar la campaña presidencial de Michelle Bachelet y las campañas parlamentarias de algunos políticos de la Nueva Mayoría (¿se podría verificar esto consultando las declaraciones de financiamiento respectivas?). En relación con esta sospecha, he encontrado la siguiente noticia en el sitio español Citizengo:

«los Diputados Chilenos Víctor Torres Jeldes y Gabriel Silber Romo, quienes forman parte de la Comisión de Salud [de la Cámara]asistieron a un ‘Taller sobre derechos reproductivos y Sexuales’ invitados por ‘Catholics for Choice’ en Mendoza. Catholics for Choice ha recibido 244,320 dólares de la International Planned Parenthood Federation. Es decir, los Diputados Democristianos han acudido a un congreso organizado y financiado por Planned Parenthood» (http://citizengo.org/es/27457-transparencia-sobre-relacion-ippf-con-miles-chile-y-aprofa-chile).

¿Tuvieron estos diputados objetividad y libertad de acción para votar la idea de legislar sobre el aborto el 4 de agosto pasado?

Para terminar, dejo constancia de que he escrito este artículo basándome en el libro de Nathanson y en información obtenida a través de Internet, según las citas indicadas. Pero, aparte de una cortísima nota en Economía y Negocios de El Mercurio, no encontré nada en los medios de comunicación nacionales. Tal vez busqué mal, pero diariamente leo la prensa por Internet y escucho noticias en cinco radios, y no me había enterado del escándalo por los videos que muestran el tráfico de órganos fetales de IPPF, noticia particularmente relevante en momentos en que se discute la legalización del aborto en Chile.

En síntesis, la despenalización del aborto por tres causales restringidas es una ventana legal para que se pueda desarrollar una nueva «industria» de enorme potencial económico. Por una parte, es poco probable que en los actuales centros de salud se practiquen abortos a gran escala, pues serán celosos de respetar «las tres causales»que permitirán inicialmente el aborto. Siguiendo la experiencia de otros países, seguramente serán nuevos centros de «salud reproductiva» los que se organicen para estos propósitos, motivados por el importante flujo de recursos que generarán los abortos, con el correspondiente aporte estatal.

La despenalización permitirá también el desarrollo de una exportación «no tradicional»: la venta de órganos y tejido fetal a compradores extranjeros. Uno de los principales beneficiados de esta actividad será la red de IPPF, organismo que ha «invertido» miles de dólares en promocionar la despenalización del aborto y cuyos tentáculos llegan a todos los ámbitos en los que se está decidiendo este cambio legal, incluyendo el gobierno, políticos, grupos organizados de presión y medios de comunicación nacionales.

 

Gaston Escudero Poblete

Publicado originalmente en Viva Chile

3 comentarios

José María Barrio Maestre
Le doy mi más cordial enhorabuena por su clarividente escrito. Confío ayude a muchos en su país a abrir los ojos.
Un saludo.
1/02/16 4:24 PM
O. V
" La codicia es la raíz de todos los males" I Tim 6:10
Gracias
1/02/16 11:05 PM
Néstor
Sí, pero no solamente. Hay sobre todo una cuestión política de control de la población mundial.

Ahora, por ejemplo, en América Latina estamos bajo el pánico del virus Zika, que es trasmitido por los mosquitos y produce, dicen, microcefalia en los no nacidos. Por eso se está recomendando a las embarazadas que no viajen a Brasil, donde estalló la epidemia; a las mujeres que no se embaracen por un tiempo, y ya salieron las abortistas a decir que se tiene que permitir el aborto en casos de microcefalia del feto aún en los países en que aún no es legal, que son casi todos en América Latina.

Pero resulta, también, que ese virus fue descubierto en 1947 y que está registrado o patentado por la Fundación Rockefeller. Y que los mosquitos infectados habrían sido liberados en Brasil durante experimentos patrocinados por la fundación Bill y Melinda Gates, conocidos promotores de la reducción poblacional. Buscar en Internet.

Saludos cordiales.
3/02/16 3:04 PM

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