Viaje del Papa a Euroamérica

Benedicto XVI ha confirmado que bajo distintas formas y revestimientos, Occidente se apoya siempre en el mismo núcleo central: el hombre, en el respeto a su libertad y a su dignidad.

En Estados Unidos, atalaya del mundo, Benedicto XVI alienta a los hispanos a ser evangelizadores de aquél país. El Santo Padre afirma que la Iglesia estadounidense, acogiendo en su seno a tantos de sus hijos emigrantes, ha ido creciendo gracias también a la vitalidad del testimonio de fe de los fieles de lengua española. Las palabras de Benedicto XVI confirman la existencia de dos Américas: Angloamérica e Hispanoamérica, dos fisonomías culturales, en ningún caso incompatibles, que han ido conformando el Nuevo Mundo desde hace centurias. La primera es la expresión de una cultura económico-mercantil, cuyo emblema es la democracia; la segunda, expresión de una cultura religioso-moral-jurídica consustancial con el espíritu hispano.

Y es que si Hispanoamérica ha recibido una educación y una cultura cristianas se debe a que desde la austera llanura castellana se trasplantó a las montañas, valles y planicies del nuevo continente el hogar cristiano. La empresa española en América fue sacar de la prehistoria todo un nuevo mundo y entregarlo a la historia, redimirlo de la piedra y salvarlo en la palabra. Actualmente, el denominador común de ambas proyecciones de América es la creencia religiosa, pieza básica de la civilización occidental. Ese vínculo de fe ha salido reforzado con la visita del Papa.

En ciertos surtidores de opinión y de cultura adocenadas se percibe el empeño de algunos por extender por Europa e, incluso, Hispanoamérica, cierta animosidad contra Estados Unidos. La consecuencia de este antiamericanismo es que también el humus cristiano que pervive en esa inmensa nación es tachado de mercancía averiada. Y con ello, se pretende dividir a Occidente, a Euroamérica. En suma, a la civilización cristiana.

No debemos olvidar que Europa y América son designaciones convencionales para regiones geográficas definidas. Pero más allá de lo geográfico, existe el término Occidente como estilo de vida, como visión del mundo, como cuna de nuestra cultura común y como baluarte de los valores que se hallan indisolublemente unidos a la concepción cristiana de la vida. Benedicto XVI ha confirmado que bajo distintas formas y revestimientos, Occidente se apoya siempre en el mismo núcleo central: el hombre, en el respeto a su libertad y a su dignidad. Lo ha proclamado ante el pueblo estadounidense: Todos los hombres han sido creados iguales y dotados de derechos inalienables, fundados en la ley natural.

Raúl Mayoral Benito

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