Una grieta en la fuerza de la gravedad

Numerosas han sido las personas que caen en la superstición por el rigor racional de no creer lo que no pueden ver, llegando a rayar a veces en lo ridículo.

Esperaba el abrazo de la muerte tumbado en la cama. A su lado sólo le franqueaban Catherine y John Conduit. Éstos le sugirieron, en un momento dado, llamar a un sacerdote y el moribundo, en lo que fue tal vez su acto más significativo antes de morir, dijo sólo una palabra: No. ¡Cuántas veces se repite esta escena sin que, por desgracia, nos impresione! Pero el hecho de que el moribundo no fuera otro que el gran físico inglés Isaac Newton, hace aflorar inmediatamente el estupor.

Muy consciente de ello era Richard S. Westfall al escribir su bien documentada biografía «Never at rest. A biography of Isaac Newton» («Sin descanso: una biografía de Isaac Newton») (Cambridge University Press, 1980). A través de sus líneas se puede tomar nota de esta personalidad única. Sin embargo, quisiera fijarme en un aspecto que pocos resaltan de Newton y que Westfall pone a la luz: la pérdida sistemática de sus raíces cristianas y la caída lógica e irreversible en la superstición, consecuencia inmediata de la pérdida de la fe.

Newton no era sólo matemático y físico. Tuvo numerosas incursiones en el campo de la filosofía y la teología. Para poner un ejemplo, baste mencionar una de sus tesis en la que comentaba que todas las religiones antiguas tenían su propia teología, que él llamaba «teología astronómica». En su obra Theologiae gentilis origines philosophicae («Los orígenes filosóficos de la teología de los gentiles»), Newton afirma lo siguiente: «No se puede creer, por otra parte, que la religión comience con la doctrina de la transmigración de las almas y con la adoración de los astros y de los elementos: existió, en efecto, otra religión más antigua que todas éstas, una religión en la que un fuego de sacrificio ardía perpetuamente en el interior de un lugar sagrado. El culto a la diosa Vesta fue el más antiguo de todos». Para probar esta afirmación, Newton comenta que cuando Moisés colocó en el tabernáculo un fuego perpetuo, restauró el culto originario «purgado de todas las supersticiones que habían sido introducidas anteriormente». Éste era el culto practicado por Noé y sus hijos, y Noé lo había aprendido de sus antepasados. Era el culto auténtico instituido por Dios. En otras palabras, lo que Newton está diciendo era que la verdadera religión era la pagana.

Pero Newton no llegó a esto de la noche a la mañana. Antes, había negado la Trinidad y la divinidad de Cristo. En uno de sus cuadernos de apuntes puso la voz De Trinitate («Sobre la Trinidad»), llenando nueve páginas enteras de comentarios. Mientras escribía, poco a poco se hizo camino en él la convicción de que la herencia de la Iglesia primitiva fue adulterada por un fraude gigantesco, comenzando en el siglo IV y V, con Atanasio y sus discípulos. En el centro de este fraude estaban las Escrituras, que Newton creyó que fueron alteradas para sostener el Trinitarismo. De esta manera, Newton se nos muestra como un auténtico arriano.

Negando la Trinidad, Newton rechaza también la divinidad de Cristo, que pasa a ser un profeta como Moisés, mandado entre los hombres para recordarles cuál era el estado originario y auténtico del culto a Dios, del que ya hemos hablado antes. De hecho, un título de uno de sus libros rezaba así: «Cuál era la verdadera religión de los hijos de Noé, antes que fuese corrompida por la adoración de falsos dioses. La religión cristiana no es más verdadera de aquélla, ni se ha corrompido menos». De esta manera puede concluirse que el trinitarismo, con su impulso a la adoración de santos y mártires, así como la adoración de Cristo como Dios, asumía para Newton un nuevo y definitivo resultado. ¿Qué era sino la última manifestación de una tendencia universal de la humanidad a la superstición y a la idolatría? Pero esta superstición que atribuía a los «trinitarios» tocaría las puertas de su corazón muy pronto, pues ya el alma se le agrietaba y rompía a pedazos.

En julio de 1672, apenas seis meses después de que la Royal Society le hubiera descubierto como un extraordinario estudioso en el campo de la óptica, él le escribía al secretario de la Royal Society llamado Oldenbourg diciéndole que muy difícilmente podría seguir con otros experimentos con el telescopio, «pues deseo continuar con otros argumentos». Era tal la obsesión, que obligó a Newton incluso a interrumpir un tratado general sobre los colores, pues aquellos argumentos, según el físico inglés, «absorben actualmente todo mi tiempo y todos mis pensamientos». ¿De qué se trataba? No era otra cosa que la alquimia. Lo raro en Newton era que, en vez de empezar a estudiar la alquimia y terminar llegando a un estudio serio de la química, fue totalmente lo contrario: empezó a estudiar la química y terminó en la superstición absoluta de la alquimia.


Diseño de la piedra filosofal diseñada por Newton

(aparecido en Never at Rest. A biography of Isaac Newton; Westfall, Richard, por cortesía de la Babson College Library).

Algunas de las afirmaciones del Newton alquimista nos dejan estupefactos: la piedra está compuesta de cuerpo, alma y espíritu, según la tesis del alquimista Effarius el Mónaco; los metales vienen generados y corrompidos en las vísceras de la Tierra; el magnesio (también llamado Icono verde, promoteo o camaleonte) es andrógino y de tierra virgen y verdeante, en la que el sol no ha hecho penetrar jamás sus rayos, aunque es su padre y la luna su madre.

Al morir, se descubrió que su biblioteca estaba repleta de libros de alquimia, como el Theatrum chemicum, muchos documentos alquímicos que recibía y copiaba de su puño y letra, entre los que se pueden leer Regimen per ascensum in Caelum & descensum in terram («Dirección para un ascenso al cielo y un descenso a la tierra»), Conjunctio et liquefactio («Unión y fundición»), Multiplicatio («multiplicación»); en total el diez por ciento de todos sus libros.

Él lo resumió así: «la alquimia no tiene nada que ver con los metales, como piensa el vulgo ignorante… Esta filosofía no es de aquellos que tienden a la vanidad y al engaño, sino a la ventaja y edificación, pues procura, en primer lugar, el conocimiento de Dios y, en segundo lugar, el modo de encontrar la medicina en las creaturas. Su fin, por lo tanto, es el de glorificar a Dios en sus maravillosas creaturas y de enseñar al hombre a vivir bien, como un ser caritativo, ayudando al prójimo». Pero ya vimos qué dios glorifica y cómo Newton no tenía tiempo para otra cosa que para sus experimentos. De esta forma, aquel joven cristiano y fervoroso que era, pasó sus últimos años viviendo en la superstición de la alquimia. No resulta pues extraño que le haya dicho «no» al sacramento de la penitencia.

Newton, sin embargo, no es más que un triste botón de muestra. Numerosas han sido las personas que caen en la superstición por el rigor racional de no creer lo que no pueden ver, llegando a rayar a veces en lo ridículo. Afloran nombres como Toland, pensador inglés posterior a Newton, que tras burlarse del cristianismo y todo tipo de religión, funda la Sociedad Druídica, que hoy aún existe; como Bodin, religioso que abandonó el convento y que, tras varias incursiones filosóficas, acabó creyendo en la Astrología como solución de su vida.

Al cortar las bases de toda vida de contacto con Dios, poco a poco el hombre busca algo que llene el hueco dejado aparte. En Newton fue la alquimia; en Toland, los druidas... Ojalá el hombre actual no agriete más su alma.

 

P. Juan Antonio Ruiz, L.C.

11 comentarios

Nelson Medina
De lo mejor que he leído de ti. Gracias!
5/09/12 12:48 AM
alejandro galván
Leyendo este "curioso" ejemplo, me he acordado de uno de los "artículos" del "credo ateo":

"La ciencia es el gran antídoto contra el veneno del entusiasmo y la superstición."
Adam Smith

http://es.wikiquote.org/wiki/Ciencia
5/09/12 1:31 PM
Tenan
¡Felicidades! Hay que evidenciar estos hechos para no suponer que todo lo que brilla es oro. Sin Dios, ¡qué fácil es sucumbir en las supersticiones!
5/09/12 3:35 PM
Andrés
La diferencia entre ciencia y religión es que la primera es cierta creas o no lo creas.
Creo que es un error contraponer lo uno a lo otro, yo estoy seguro que en mi lecho de muerte también rogaré y suplicaré por el perdón de mis pecados (por si acaso) pero hasta ese día cuidaré mi salud siguiendo los consejos de la medicina científica, el deporte y la buena alimentación, etc, sin pararme a pensar si eso agrada o no a Dios...
5/09/12 6:50 PM
Chimo Vice
Andrés, Dios no es un elemento más de un universo, que no se explica por sí mismo, sino el Absoluto necesario, la Razón necesaria para la existencia del mismo y explicativa de la existencia del hombre.

No existiría el método científico sin unos principios y axiomas filosóficos y teológicos que nacen de la fe y la revelación cristianas.
5/09/12 10:28 PM
Gregory
Curioso, muy interesante el articulo felicito al padre Juan quien siempre nos trae algo interesante.
6/09/12 6:57 AM
P. Juan Antonio Ruiz J., LC
Gracias a todos por vuestros comentarios. Son siempre un ánimo para seguir dando lo mejor de mí. Un abrazo a todos de corazón, con mis oraciones.
6/09/12 5:26 PM
Leticia morlet s.
Felicitaciones Padre! Muy muy buen articulo! Siga enviando nos mas !!Dios lo bendiga !
6/09/12 8:06 PM
Menka
Muy interesante, muchas gracias.
8/09/12 10:29 AM
xiela
Newton era una especie de neoarriano que negaba la Santísima Trinidad. Y que tenía una fijación obsesiva contra la Iglesia Católica tal vez heredada del anglicanismo.
Insinuar que era pagano o que le encantaba el paganismo me parece un tanto exagerado. Sus errores doctrinales, siendo graves, no llegaban a tanto.
Por otro lado la diferencia entre alquimia y química en ese momento tampoco era tan nítida y clara como lo es hoy en día. La química procede de la alquimia.
10/09/12 4:40 PM
Antonio
Injusto artículo.

En los tiempos de Isaac Newton, la ciencia aún estaba "a medio hacer" y era inseparable de planteamientos protocientíficos como la alquimia o la astrología.

De hecho, la enormidad de Sir Isaac radica que (pese a sí mismo) establece los fundamentos de la ciencia moderna con sus "Principia Mathematica." Pero no por ello deja de ser un hombre de su tiempo. Criticarle por valorar la alquimia o la astrología es como criticar a Arquímedes o Aristóteles por creer en el geocentrismo. Por supuesto que lo hacían. Es que en su época no se conocía otra cosa.

De verdad, Juan Antonio, es un artículo que me transmite mucha pena por la inmensa ignorancia tanto histórica como científica que implica. Seguro que puedes hacerlo muchísimo mejor que esto.
17/09/12 5:36 AM

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