Primero fue el código Da Vinci, ahora llega el “código Miguel Ángel”

Después del Código Da Vinci es fácil inventar cualquier historia o hacerla pasar por cierta. Después de todo son pocos los formados y menos aún los dispuestos a corroborar lo expuesto por mentes que elucubran fantasías y saben venderlas.

Desde hace años algunos grupos de activistas homosexuales, psicólogos, escuelas pictóricas, astrónomos y otros, se han adjudicado la interpretación “más exacta” de la obra del Miguel Ángel, concretamente la de la Capilla Sixtina.

Benjamin Blech y Roy Doliner se unen a toda esa tropa de agoreros. Hace unas semanas publicaron el libro The Sistine Secrets: Michelangelo´s Forbidden Messages at the Hearth of the Vatican (“Los secretos de la sixtina: los mensajes prohibidos de Miguel Ángel en el corazón del Vaticano”).

El argumento es simple: Miguel Ángel era adepto a la cábala judía, ese sistema judío de dudosa ortodoxia basado en conjeturas esotéricas y transmitidas por vías de iniciación. ¿Quién lo inició? Según los autores, fue el mecenas Lorenzo de Médicis y la influencia de la figura del letrado príncipe italiano Giovanni Pico de la Mirandola.

A partir de esta relación, Blech y Doliner, pasan al típico y morboso recurso literario de la corrupción de la corte papal para agregar un dudoso juicio sobre el trato dispensado a los judíos por parte del Papa que, según los autores, sería uno de los motivos por el cual Miguel Ángel aprovechó para llenar con mensajes cabalísticos las paredes y la bóveda de la Capilla Sixtina. El libro, en definitiva, evoca un sentimiento anti Papal y destaca la ingenuidad secular de teólogos, historiadores, filósofos y santos que han meditado o investigado los frescos de la Sixtina. O lo que es lo mismo, aunque veladamente dicho: gracias a la sabiduría de Benjamin Blech y Roy Doliner, rabino el primero y guía de turistas la segunda, se ha podido dar con semejante descubrimiento.

Y a todo esto, ¿hay algo que objetar? Después del Código Da Vinci es fácil inventar cualquier historia o hacerla pasar por cierta. Después de todo son pocos los formados y menos aún los dispuestos a corroborar lo expuesto por mentes que elucubran fantasías y saben venderlas.

Ciertamente a los autores se les han escapados detalles como el que Miguel Ángel era miembro de la orden tercera de san Francisco o que en ninguno de sus escritos menciona a Pico de la Mirandola. De hecho, si bien es cierto que en su afán de conocer más, Pico se relacionó con círculos gnósticos, no es menos verdad que se mantuvo con buenas disposiciones en cuanto a la aceptación o rechazo de sus tesis por parte de la autoridad Papal.

En su obra “Historia de los papas” (Barcelona, Gustavo Gili, 1910), el historiador Ludwig Pastor escribe a propósito de Pico: “En el ánimo de aquel filósofo, de grandes cualidades y buenas intenciones, pero fantástico y apasionado, se habían mezclado por extraña manera, doctrinas platónicas con ideas cabalísticas […] algunas tesis de Pico eran heréticas, sospechosas de herejía y escandalosas; varias renovaban errores de los filósofos paganos, hacía tiempo desechados, y otras favorecían la superstición judaica. Inocencio VIII adoptó esta sentencia, enteramente justificada; y aun cuando gran número de tesis se reconoció ser católicas y verdaderas, a causa de hallarse mezcladas con otras falsas, condenó el Papa todo el catálogo de ellas y prohibió su lectura; pero, como tenían un carácter puramente académico, y su autor se había mostrado dispuesto a sujetarse al juicio de la Santa Sede, y aseguró asimismo con juramento, no defender jamás cosa semejante, el Papa salvó expresamente el buen nombre de Pico”.

Vistas con detenimiento las cosas, no parece que The Sistine Secrets: Michelangelo´s Forbidden Messages at the Hearth of the Vatican sea una obra seria que merezca cualquier otra consideración.

Jorge Enrique Mújica, L.C.

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