Misa en el Palacio de los Deportes de Nicosia

El Papa recuerda que la comunión con el Señor y entre los cristianos se realiza por medio de la Eucaristía

En la última jornada de su viaje apostólico de tres días a Chipre, el Papa Benedicto XVI hizo una apelación a la comunidad internacional a favor de la paz y la justicia en Medio Oriente. Durante la homilía de la misa celebrada en el Palacio de los Deportes de Nicosia, el Papa recordó el misterio de la comunión que une a «todos aquellos que se nutren del cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía». Y añadió que los cristianos estamos «llamados a proclamar incesantemente la muerte y resurrección del Señor, hasta que vuelva».

(Zenit/InfoCatólica) A la misa final de Benedicto XVI en el centro deportivo “Eleftheria” de Nicosia asistieron 7.000 de los 20.000 católicos de Chipre, y otros 2.000 siguieron la ceremonia en sillas instaladas en el exterior del mismo, y a través de pantallas de televisión gigantes. Participaron en la Misa Su Beatitud Crisóstomo II, arzobispo de Nueva Justiniana y de toda Chipre, los patriarcas y los obispos católicos de Oriente Medio, con representaciones de sus respectivas comunidades.

El Papa pidió a los católicos que no abandonen la región. “Su desaparición constituiría una pérdida para este pluralismo que ha caracterizado siempre a loos países del Medio Oriente”. El Papa indicó que rezaba para que los trabajos de la asamblea en el Vaticano, “ayuden a central la atencion de la comunidad internacional sobre la situación de los cristianos en el Medio Oriente, que sufren por su fe”. “Reitero mi llamado personal en favor de un esfuerzo internacional, urgente y concertado, para resolver las tensiones actuales en el Medio Oriente, especialmente en Tierra Santa, antes de que tales conflictos nos conduzcan a tragedias mayores”, dijo el pontífice.

La homilía se centró en la importancia de la Eucaristía, recordando que cuantos se nutren de ella “son congregados por el Espíritu Santo en un solo cuerpo para formar un único pueblo santo de Dios”. El Papa se dijo “feliz de tener esta oportunidad de celebrar la Eucaristía junto con tantos fieles de Chipre, una tierra bendecida por el trabajo apostólico de san Pablo y san Bernabé”, y saludó a todos los presentes, en especial a los inmigrantes de Filipinas, Sri Lanka y otros países, “que formar un significativo grupo en la población católica” de Chipre. “Rezo para que vuestra presencia aquí pueda enriquecer la actividad y el culto de las parroquias a las que pertenecéis, y que a vuestra vez podáis obtener el apoyo espiritual de la antigua herencia cristiana de la tierra que habéis elegido como vuestra casa”, dijo el Papa.

El Corpus Domini y la comunión de quienes comparten la Eucaristía

Recordando que la Iglesia celebraba este domingo la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, el Papa observó que el nombre dado a esta fiesta en Occidente, Corpus Domini (Corpus Christi), se usa en la tradición de la Iglesia para indicar “tres realidades distintas: “el cuerpo físico de Jesús, nacido de la Virgen María, su cuerpo eucarístico, el pan del cielo que nos nutre en este gran sacramento, y su cuerpo eclesial, la Iglesia”.

Reflexionando sobre estos diversos aspectos, indicó, “llegamos a una más profunda comprensión del misterio de la comunión que une a todos aquellos que pertenecen a la Iglesia”: “todos aquellos que s nutren del cuerpo y sangre de Cristo en la Eucaristía son congregados por el Espíritu Santo en un solo cuerpo para formar el único pueblo santo de Dios”.

San Agustín, observó el Papa, “explica de forma magnífica este proceso”, recordando que “el pan no está preparado a partir de uno, sino de numerosos granos de trigo”. El proceso que une y transforma los granos aislados en un solo pan “presenta una imagen sugestiva de la acción unificadora del Espíritu Santo sobre los miembros de la Iglesia, realizada de forma eminente a través de la celebración de la Eucaristía. Aquellos que toman parte en este gran sacramento se convierten en el Cuerpo eclesial de Cristo cuando se nutren de su Cuerpo eucarístico”. Como en las primeras comunidades cristianas, subrayó,

“también nosotros hoy somos llamados a ser un solo corazón y una sola alma, profundizando nuestra comunión con el Señor y entre nosotros, y ser sus testigos ante el mundo”. “Somos llamados a superar nuestras diferencias, a llevar paz y reconciliación donde hay conflictos, a ofrecer al mundo un mensaje de esperanza. Somos llamados a extender nuestra atención a los necesitados, compartiendo generosamente nuestros bienes terrenos con aquellos que son menos afortunados que nosotros”. De la misma forma, “somos llamados a proclamar incesantemente la muerte y resurrección del Señor, hasta que vuelva”.

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