«Querida Amazonia», exhortación apostólica postsinodal: ni curas casados, ni diaconisas

Firmada por el Papa Francisco el pasado 2 de febrero

«Querida Amazonia», exhortación apostólica postsinodal: ni curas casados, ni diaconisas

El Papa Francisco respecto a los sacerdotes recalca: «Ese carácter exclusivo recibido en el Orden, lo capacita sólo a él para presidir la Eucaristía. Esa es su función específica, principal e indelegable», saliendo al paso de los intentos de clericalización de laicos y de las mujeres, afeando a quienes consideran que tienen menos status.

(InfoCatólica) La Santa Sede ha publicado la exhortación apostólica postsinodal, «Querida Amazonia», firmada por el Papa Francisco el pasado 2 de febrero y en la que 111 puntos son distribuidos en cuatro capítulos a los que el Papa se refiere como «sueños».

El Santo Padre reconoce que no desarrolla todas los aspectos planteados en el «Documento final» del Sínodo para la Amazonia desarrollado en Roma entre el 6 y el 27 de octubre de 2019.

Francisco en su discurso de clausura manifestó que:

En la Exhortación Postsinodal que, no es obligatorio que el Papa lo haga, lo más probable…, no, perdón, lo más fácil sería: ‘Bueno, acá está el documento, vean ustedes’. De todas maneras, una palabra del Papa de lo que ha vivido en el Sínodo puede hacer bien. Yo quisiera hacerla antes de fin de año de tal manera que no pase mucho tiempo. Todo depende del tiempo que tenga para pensar.

El Papa alaba el documento final aprobado por el Sínodo, e invita a leerlo íntegramente, pero no lo cita en la exhortación:

No pretendo ni reemplazarlo ni repetirlo. Sólo deseo aportar un breve marco de reflexión que encarne en la realidad amazónica una síntesis de algunas grandes preocupaciones que ya expresé en mis documentos anteriores y que ayude y oriente a una armoniosa, creativa y fructífera recepción de todo el camino sinodal.

Ni ‘viri probati’…

Una de las cuestiones que más polémicas causó fue el párrafo 111 del documento final, el que más desaprobaciones obtuvo, y que pedía, entre otras cosas, «ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan un diaconado permanente fecundo»

Una polémica que se avivó con la publicación del libro del Cardenal Sarah que incluye un texto del Papa emérito Benedicto XVI en el que se abordaba el asunto y del que sólo en el futuro se conocerá la influencia que ha tenido en la redacción final de la exhortación que por otro lado es coherente con los pronunciamientos del Papa Francisco en el pasado.

Al respecto, el Santo Padre dice:

87. El modo de configurar la vida y el ejercicio del ministerio de los sacerdotes no es monolítico, y adquiere diversos matices en distintos lugares de la tierra. Por eso es importante determinar qué es lo más específico del sacerdote, aquello que no puede ser delegado. La respuesta está en el sacramento del Orden sagrado, que lo configura con Cristo sacerdote. Y la primera conclusión es que ese carácter exclusivo recibido en el Orden, lo capacita sólo a él para presidir la Eucaristía. Esa es su función específica, principal e indelegable. Algunos piensan que lo que distingue al sacerdote es el poder, el hecho de ser la máxima autoridad de la comunidad. Pero san Juan Pablo II explicó que aunque el sacerdocio se considere «jerárquico», esta función no tiene el valor de estar por encima del resto, sino que «está ordenada totalmente a la santidad de los miembros del Cuerpo místico de Cristo». Cuando se afirma que el sacerdote es signo de «Cristo cabeza», el sentido principal es que Cristo es la fuente de la gracia: Él es cabeza de la Iglesia «porque tiene el poder de hacer correr la gracia por todos los miembros de la Iglesia».

88. El sacerdote es signo de esa Cabeza que derrama la gracia ante todo cuando celebra la Eucaristía, fuente y culmen de toda la vida cristiana. Esa es su gran potestad, que sólo puede ser recibida en el sacramento del Orden sacerdotal. Por eso únicamente él puede decir: «Esto es mi cuerpo». Hay otras palabras que sólo él puede pronunciar: «Yo te absuelvo de tus pecados». Porque el perdón sacramental está al servicio de una celebración eucarística digna. En estos dos sacramentos está el corazón de su identidad exclusiva.

89. En las circunstancias específicas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal. Los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos. Pero necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella «hace la Iglesia», y llegamos a decir que «no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía». Si de verdad creemos que esto es así, es urgente evitar que los pueblos amazónicos estén privados de ese alimento de vida nueva y del sacramento del perdón.

90. Esta acuciante necesidad me lleva a exhortar a todos los Obispos, en especial a los de América Latina, no sólo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia. Al mismo tiempo conviene revisar a fondo la estructura y el contenido tanto de la formación inicial como de la formación permanente de los presbíteros, para que adquieran las actitudes y capacidades que requiere el diálogo con las culturas amazónicas. Esta formación debe ser eminentemente pastoral y favorecer el desarrollo de la misericordia sacerdotal.

Párrafos que no sólo obvian la cuestión del celibato, también y específicamente salen al paso de interpretaciones no católicas respecto al sacerdocio ministerial y al sacerdocio común de los fieles. La propuesta del Papa para que los fieles puedan acceder a la Eucaristía y la Confesión es «exhortar a todos los Obispos, en especial a los de América Latina, no sólo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia».

Incluso el Papa Francisco pone de manifiesto que "llama la atención que en algunos países de la cuenca amazónica hay más misioneros para Europa o para Estados Unidos que para auxiliar a los propios Vicariatos de la Amazonia".

…, ni diaconisas

El Papa Francisco también quiere volver a incidir en el reduccionismo que supone que creer que a las mujeres se les otorgaría un mayor estatus y participación en la Iglesia solo si fueran admitidas en las Ordenes Sagradas, en los puntos 100 y 103

100. Esto nos invita a expandir la mirada para evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales. Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les diera acceso al Orden sagrado. Pero esta mirada en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable.

103. En una Iglesia sinodal las mujeres, que de hecho desempeñan un papel central en las comunidades amazónicas, deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y permitan expresar mejor su lugar propio. Cabe recordar que estos servicios implican una estabilidad, un reconocimiento público y el envío por parte del obispo. Esto da lugar también a que las mujeres tengan una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina.

El sueño social: Que la Iglesia esté al lado de los oprimidos

El primer capítulo de Querida Amazonia se centra en el «Sueño social» (8). Destaca que «un verdadero planteo ecológico» es también un «planteo social» y, si bien aprecia el «buen vivir» de los indígenas, advierte contra el «conservacionismo» que solo se preocupa por el medioambiente. Hhabla de «injusticia y crimen» (9-14). Recuerda que Benedicto XVI ya había denunciado «la devastación ambiental de la Amazonia». Los pueblos originarios, advierte, sufren el «sometimiento» tanto de los poderes locales como de los externos. Para el Papa las operaciones económicas que alimentan la devastación, los asesinatos, la corrupción, merecen el nombre de «injusticia y crimen». Y con Juan Pablo II reitera que la globalización no debe convertirse en un nuevo colonialismo.

Que los pobres sean escuchados sobre el futuro de la Amazonia

Ante tal injusticia, el Pontífice pide «indignarse y pedir perdón» (15-19). Para Francisco son necesarias «redes de solidaridad y desarrollo» y llama al compromiso de todos, incluyendo a los líderes políticos. A partir de aquí, el Papa se detiene en el tema del «sentido comunitario» (20-22). Recuerda que para los pueblos amazónicos las relaciones humanas «están impregnadas por la naturaleza circundante». Por esta razón, escribe, viven como un verdadero «desarraigo» cuando son «obligados a emigrar a la ciudad». La última parte del primer capítulo está dedicada a las «Instituciones dañadas» (23-25) y al «Diálogo social» (26-27). El Papa denuncia el mal de la corrupción que envenena al Estado y sus instituciones. Y espera que la Amazonia se convierta en «un lugar de diálogo social», en primer lugar, «con los últimos». La de los pobres, advierte, ha de ser «la voz más potente» en la Amazonia.

El sueño cultural: cuidar el poliedro amazónico

El segundo capítulo está dedicado al «Sueño cultural». Francisco inmediatamente deja claro que «promover la Amazonia» no significa «colonizarla culturalmente» (28). Así, utiliza una imagen que le es muy querida: «el poliedro amazónico» (29-32). Es necesario luchar contra la «colonización postmoderna». Para Francisco es urgente «cuidar las raíces» (33-35). Citando a Laudato si’ y Christus vivit, subraya que la «visión consumista del ser humano» tiende a «homogeneizar las culturas» y esto repercute especialmente en los jóvenes. A ellos, el Papa les pide «hacerse cargo de las raíces», que «recuperen la memoria dañada».

No a un indigenismo cerrado, sino a un encuentro intercultural

La Exhortación se centra entonces en el «encuentro intercultural» (36-38). Incluso las «culturas supuestamente más evolucionadas», observa, pueden aprender de los pueblos que «desarrollaron un tesoro cultural estando enlazadas con la naturaleza». La diversidad, por lo tanto, no es «una frontera», sino «un puente», y dice no a un «indigenismo completamente cerrado». La última parte del capítulo II está dedicada al tema «culturas amenazadas, pueblos en riesgo» (39-40). En cualquier proyecto para la Amazonia, es su recomendación, «hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos». Estos, añade, difícilmente podrán «quedar indemnes» si el entorno en el que nacieron y se desarrollaron «se daña».

El sueño ecológico: Unir el cuidado del ambiente y el de las personas

El tercer capítulo, «Un Sueño Ecológico», es el que se relaciona más inmediatamente con la Encíclica Laudato si’. En la introducción (41-42) se destaca que en la Amazonia existe una estrecha relación del ser humano con la naturaleza. El cuidado de nuestros hermanos como el Señor nos cuida, reitera, «es la primera ecología que necesitamos». El cuidado del medioambiente y el cuidado de los pobres son «inseparables». Francisco, entonces, vuelca su atención al «sueño hecho de agua» (43-46). Cita a Pablo Neruda y a otros poetas locales sobre la fuerza y la belleza del río Amazonas. Con sus poemas, escribe, «nos ayudan a liberarnos del paradigma tecnocrático y consumista que destroza la naturaleza».

Escuchar el grito del Amazonas, que el desarrollo sea sostenible

Para el Papa, es urgente escuchar «el grito de la Amazonia» (47-52). Recuerda que el equilibrio planetario depende de su salud. Hay, escribe, fuertes intereses no solo locales, sino también internacionales. La solución, por lo tanto, no es la «internacionalización» de la Amazonia, sino que debe crecer «la responsabilidad de los gobiernos nacionales». El desarrollo sostenible, continúa, requiere que los habitantes estén siempre informados sobre los proyectos que les conciernen y espera la creación de «un sistema normativo» con «límites infranqueables». Así, invita a la «Profecía de la contemplación» (53-57). Escuchando a los pueblos originarios, subraya, podemos amar a la Amazonia «y no solo utilizarla»; podemos encontrar en ella «un lugar teológico, un espacio donde Dios mismo se muestra y convoca a sus hijos». La última parte del capítulo III se centra en la «Educación y los hábitos ecológicos» (58-60). El Papa señala que la ecología no es una cuestión técnica, sino que siempre incluye «un aspecto educativo».

El sueño eclesial: Desarrollar una Iglesia con rostro amazónico

El último capítulo, el más contundente, está dedicado «más directamente» a los pastores y fieles católicos y se centra en el «Sueño eclesial». El Papa invita a «desarrollar una Iglesia con rostro amazónico» a través de un «gran anuncio misionero» (61), un «anuncio indispensable en la Amazonia» (62-65). Para el Papa no basta con llevar un «mensaje social». Estos pueblos tienen «derecho al anuncio del Evangelio», de lo contrario «cada estructura eclesial se convertirá» en una ONG. Una parte sustancial se dedica entonces a la inculturación. Retomando la Gaudium et Spes, habla de la «inculturación» (66-69) como un proceso que lleva «a la plenitud a la luz del Evangelio» lo bueno que existe en las culturas amazónicas.

Una renovada inculturación del Evangelio en la Amazonia

El Papa mira más profundamente, señalando los «Caminos de inculturación en la Amazonia» (70-74). Los valores presentes en las comunidades originarias, escribe, deben ser «recogidos en la evangelización». Y en los dos párrafos siguientes se centra en la «inculturación social y espiritual» (75-76). El Papa señala que, dada la pobreza de tantos habitantes de la Amazonia, la inculturación debe tener un «perfume marcadamente social». Al mismo tiempo, sin embargo, la dimensión social debe integrarse con la dimensión «espiritual».

Sacramentos accesibles a todos, especialmente a los pobres

La Exhortación indica entonces los «puntos de partida para una santidad amazónica» (77-80) que no deben copiar «modelos de otros lugares». Destaca que «es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría». Se puede valorar, añade, un mito «cargado de sentido espiritual» sin considerarlo necesariamente «un error pagano». Lo mismo se aplica a algunas fiestas religiosas que, aunque requieren un «proceso de purificación», «contienen un significado sagrado».

Otro pasaje significativo de Querida Amazonia es sobre la inculturación de la liturgia (81-84). El Pontífice constata que el Concilio Vaticano II había pedido un esfuerzo de «inculturación de la liturgia en los pueblos indígenas». También recuerda, en una nota al texto, que en el Sínodo «surgió la propuesta de elaborar un rito amazónico». Los sacramentos, exhorta, «deben ser accesibles, sobre todo para los pobres». La Iglesia, enfatiza recordando a Amoris laetitia, no puede convertirse en una «aduana».

 

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