El Papa pide renovar con gratitud y convicción las promesas de nuestro bautismo

Bautizó a 27 niños en la Capilla Sixtina

El Papa pide renovar con gratitud y convicción las promesas de nuestro bautismo

El Papa Francisco bautizó ayer en la Capilla Sixtina a veintisiete niños durante una ceremonia en la que animó a los padres a inculcarles la fe cristiana en el hogar.

(InfoCatólica) Tras la ceremonia, el Pontífice se asomó a la ventana de su estudio del Palacio Apostólico vaticano para dirigir la oración del Ángelus.

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,¡ buenos días!

Hoy, al final del tiempo litúrgico de Navidad, celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. La liturgia nos invita a conocer mejor a Jesús, de quien recientemente celebramos el nacimiento; y por esta razón, el Evangelio (cf. Lc 3, 15-16.21-22) ilustra dos elementos importantes: la relación de Jesús con la gente y la relación de Jesús con el Padre. En la narración del bautismo, otorgada por Juan el Bautista a Jesús en las aguas del Jordán, primero vemos el papel del pueblo. Jesús esta en medio del pueblo. Esto no es solo un fondo de la escena, sino que es un componente esencial del evento. Antes de sumergirse en el agua, Jesús «se sumerge» en la multitud, se une a ella y asume plenamente la condición humana, compartiendo todo excepto el pecado.

En su santidad divina, llena de gracia y misericordia, el Hijo de Dios se hizo carne para tomar sobre sí mismo y quitar el pecado del mundo. Tomar nuestras miserias,tomar nuestra condición humana.Por lo tanto, hoy también es una epifanía, porque al ser bautizado por Juan, entre la gente penitente de su pueblo, Jesús manifiesta la lógica y el significado de su misión. Al unirse al pueblo que le pide a Juan el bautista la conversión, Jesús también comparte el profundo deseo de renovación interior. Y el Espíritu Santo que desciende sobre Él «en forma corporal, como una paloma» (v.22) es la señal de que con Jesús comienza un mundo nuevo, una»Nueva creación» que incluye a todos aquellos que acogen a Jesús en sus vidas. También a cada uno de nosotros, que hemos renacido con Jesús en el Bautismo, se dirigen las palabras del Padre: «Tú eres mi Hijo amado: En ti he puesto mi complacencia» (v. 22). Este amor del Padre, que recibimos el día de nuestro bautismo, es una llama que ha sido encendida en nuestros corazones, y requiere que sea alimentada mediante la oración y la caridad. El primer elemento era Jesús en medio del pueblo

El segundo elemento enfatizado por el evangelista Lucas es que después de la inmersión en el pueblo y en las aguas del Jordán, Jesús se «sumerge» a sí mismo en la oración, es decir, en comunión con el Padre. El bautismo es el comienzo de la vida pública de Jesús, de su misión en el mundo como enviado del Padre para manifestar su bondad y su amor por los hombres. Esta misión se realiza en una unión constante y perfecta con el Padre y el Espíritu Santo. Incluso la misión de la Iglesia y la de cada uno de nosotros, para ser fieles y fructíferos, está llamada a «injertarse» en la de Jesús. Se trata de regenerar continuamente en la oración, la evangelización y el apostolado, para dar un claro testimonio cristiano, no según nuestros proyectos humanos, sino de acuerdo con el plan y el estilo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, la fiesta del Bautismo del Señor es una ocasión propicia para renovar con gratitud y convicción las promesas de nuestro Bautismo, comprometiéndonos a vivir diariamente en coherencia. con ello. También es muy importante como ya les he dicho varias veces conocer la fecha de nuestro bautismo. Yo les podría preguntar, quién de ustedes conocen la fecha de su bautismo y no todos estoy seguro lo conoce. Si alguno de ustedes no lo conocen, regresando a casa pregunten a sus padres, a sus abuelos, a sus tíos, a sus padrinos, a los amigos de la familia, pregunten en que fecha he sido bautizado, en que fecha he sido bautizada y no lo olviden que sea una fecha que lleven en el corazón para festejar cada año. Jesús, que nos ha salvado no por nuestros méritos sino para llevar a cabo la inmensa bondad del Padre, nos hace misericordiosos. Que la Virgen María, Madre de la Misericordia, sea nuestra guía y nuestra modelo.

 

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