Papa Francisco: «Querido hermano neo cardenal, el camino al cielo comienza en el llano»

Mensaje del Papa a los nuevos cardenales

Papa Francisco: «Querido hermano neo cardenal, el camino al cielo comienza en el llano»

Esta sábado, 19 de noviembre, en la víspera de la conclusión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, el papa Francisco creó 17 nuevos cardenales, 13 de ellos electores, procedentes de los cinco continentes.

(RV/InfoCatólica) La ceremonia realizada en la Basílica de San Pedro contó con la presencia de fieles, familiares y delegaciones de los países representados por los neo purpurados: el arzobispo de Mérida (Venezuela), Baltazar Enrique Porras Cardozo; el arzobispo de Tlalnepantla (México), Carlos Aguiar Retes y el arzobispo de Brasilia (Brasil), Sérgio da Rocha. De los Estados Unidos, el arzobispo de Chicago, Blase J. Cupich; el arzobispo de Indianápolis, Joseph William Tobin; y el prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, Kevin Joseph Farrell. De Europa, el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro; el nuncio apostólico en Siria, el italiano Mario Zenari; y el arzobispo de Malinas-Bruselas (Bélgica), Jozef De Kesel, así como el arzobispo de Bangui (República Centroafricana), Dieudonné Nzapalainga; el arzobispo de Daca (Bangladesh), Patrick D'Rozario; el arzobispo de Puerto Louis (Isla Mauricio), Maurice Piat; y el arzobispo de Puerto Moresby (Papúa Nueva Guinea), John Ribat.

Texto completo de la homilía del Papa 

Al texto del Evangelio que terminamos de escuchar (cf. Lc 6,27-36), muchos lo han llamado «el Sermón de la llanura». Después de la institución de los doce, Jesús bajó con sus discípulos a donde una muchedumbre lo esperaba para escucharlo y hacerse sanar. El llamado de los apóstoles va acompañado de este «ponerse en marcha» hacia la llanura, hacia el encuentro de una muchedumbre que, como dice el texto del Evangelio, estaba «atormentada» (cf. v. 18). La elección, en vez de mantenerlos en lo alto del monte, en su cumbre, los lleva al corazón de la multitud, los pone en medio de sus tormentos, en el llano de sus vidas. De esta forma, el Señor les y nos revela que la verdadera cúspide se realiza en la llanura, y la llanura nos recuerda que la cúspide se encuentra en una mirada y especialmente en una llamada: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso» (v. 36).

Una invitación acompañada de cuatro imperativos, podríamos decir de cuatro exhortaciones que el Señor les hace para plasmar su vocación en lo concreto, en lo cotidiano de la vida. Son cuatro acciones que darán forma, darán carne y harán tangible el camino del discípulo. Podríamos decir que son cuatro etapas de la mistagogia de la misericordia: amen, hagan el bien, bendigan y rueguen. Creo que en estos aspectos todos podemos coincidir y hasta nos resultan razonables. Son cuatro acciones que fácilmente realizamos con nuestros amigos, con las personas más o menos cercanas, cercanas en el afecto, en la idiosincrasia, en las costumbres.

El problema surge cuando Jesús nos presenta los destinarios de estas acciones, y en esto es muy claro, no anda con vueltas ni eufemismos: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman (cf. vv. 27-28).

Y estas no son acciones que surgen espontáneas con quien está delante de nosotros como un adversario, como un enemigo. Frente a ellos, nuestra actitud primera e instintiva es descalificarlos, desautorizarlos, maldecirlos; buscamos en muchos casos «demonizarlos», a fin de tener una «santa» justificación para sacárnoslos de encima. En cambio, Jesús nos dice que al enemigo, al que te odia, al que te maldice o difama: ámalo, hazle el bien, bendícelo y ruega por él.

Nos encontramos frente a una de las características más propias del mensaje de Jesús, allí donde esconde su fuerza y su secreto; allí radica la fuente de nuestra alegría, la potencia de nuestro andar y el anuncio de la buena nueva. El enemigo es alguien a quien debo amar. En el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene hijos. Nosotros levantamos muros, construimos barreras y clasificamos a las personas. Dios tiene hijos y no precisamente para sacárselos de encima. El amor de Dios tiene sabor a fidelidad con las personas, porque es amor de entrañas, un amor maternal/paternal que no las deja abandonadas, incluso cuando se hayan equivocado. Nuestro Padre no espera a amar al mundo cuando seamos buenos, no espera a amarnos cuando seamos menos injustos o perfectos; nos ama porque eligió amarnos, nos ama porque nos ha dado el estatuto de hijos. Nos ha amado incluso cuando éramos enemigos suyos (cf. Rm 5,10). El amor incondicionado del Padre para con todos ha sido, y es, verdadera exigencia de conversión para nuestro pobre corazón que tiende a juzgar, dividir, oponer y condenar. Saber que Dios sigue amando incluso a quien lo rechaza es una fuente ilimitada de confianza y estímulo para la misión. Ninguna mano sucia puede impedir que Dios ponga en esa mano la Vida que quiere regalarnos.

La nuestra es una época caracterizada por fuertes cuestionamientos e interrogantes a escala mundial. Nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos. Vemos, por ejemplo, cómo rápidamente el que está a nuestro lado ya no sólo posee el estado de desconocido o inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza; posee el estado de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por… Y sin darnos cuenta esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder. Entonces, todo y todos comienzan a tener sabor de enemistad. Poco a poco las diferencias se transforman en sinónimos de hostilidad, amenaza y violencia. Cuántas heridas crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia, que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia. Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros. Sí, entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros.

 

Riqueza en la diversidad

El virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar. No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio. Venimos de tierras lejanas, tenemos diferentes costumbres, color de piel, idiomas y condición social; pensamos distinto e incluso celebramos la fe con ritos diversos. Y nada de esto nos hace enemigos, al contrario, es una de nuestras mayores riquezas.

Queridos hermanos, Jesús no deja de «bajar del monte», no deja de querer insertarnos en la encrucijada de nuestra historia para anunciar el Evangelio de la Misericordia. Jesús nos sigue llamando y enviando al «llano» de nuestros pueblos, nos sigue invitando a gastar nuestras vidas levantando la esperanza de nuestra gente, siendo signos de reconciliación. Como Iglesia, seguimos siendo invitados a abrir nuestros ojos para mirar las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad, privados en su dignidad.

Querido hermano neo Cardenal, el camino al cielo comienza en el llano, en la cotidianeidad de la vida partida y compartida, de una vida gastada y entregada. En la entrega silenciosa y cotidiana de lo que somos. Nuestra cumbre es esta calidad del amor; nuestra meta y deseo es buscar en la llanura de la vida, junto al Pueblo de Dios, transformarnos en personas capaces de perdón y reconciliación.

Querido hermano, hoy se te pide cuidar en tu corazón y en el de la Iglesia esta invitación a ser misericordioso como el Padre, sabiendo que «si hay algo que debe inquietarnos santamente y preocupar nuestras conciencias es que tantos hermanos vivan sin la fuerza, sin la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido que dé vida» (Exhort. ap. Evangelii Gaudium, 49).

 

22 comentarios

Santiago
La misericordia de Dios se manifiesta también en el sacramento de la confesión, mediante el cual el Sacerdote aplica la Sangre de Cristo para el perdón de los pecados, y tiene sus efectos definidos, el más importante es que realiza, en el momento de la absolución, la reconciliación con Dios. Produce la “resurrección espiritual”, y nos devuelve nada menos que la dignidad de Hijos de Dios. Y nos recupera las gracias y méritos que son perdidos cuando el pecado cometido es grave. Se recuperan las virtudes y los méritos perdidos por el pecado grave. Los considero el mejor y más eficaz " exorcismo ".Nos hace justos o santos. Nos hace hijos de Dios y hermanos de Cristo. Nos hace hijos de María. Nos hace templos de la Trinidad: nos asegura una resurrección gloriosa, y por tanto nos hace herederos del cielo. Quien no se arrepiente de sus pecados y "con propósito de no volverlos a cometer", no esta en disposición de obtener el perdón de sus pecado con la absolución, y no hay excusa alguna ". Dios no se adapta ni a los tiempos ni a las circunstancias, es el cristiano el que debe cumplir los preceptos de Dios.
19/11/16 12:33 PM
El Indalecio
Muy buena enseñanza. Huele también a autodefensa.
19/11/16 1:01 PM
vicente
Dios tiene hijos, no esclavos.
19/11/16 1:19 PM
Dios no se adapta a los tiempos? Ha leído el antiguo testamento? La revelación es progresiva...
19/11/16 1:28 PM
Tony de New York
DIOS los bendiga.
19/11/16 1:48 PM
Roberto Ibarra Videla
Muy verdaderas y ciertas las palabras del Papa Francisco. Una alegría e invitación sería a la conversión .La paz.
19/11/16 2:50 PM
Tulkas
Es decir: la labor es anunciar a Cristo.
¿Sí o no?
Es decir: la labor es hacer discípulos de Cristo.
¿Sí o no?
Jesús, bajara o subiera al monte era para predicar el Reino.
¿Sí o no?
19/11/16 2:55 PM
Santiago
Igualmente, como vemos a través de todo el Antiguo Testamento el juicio y la ira de Dios derramarse sobre los pecadores no arrepentidos; de manera similar, en el Nuevo Testamento, vemos el juicio de Dios en acción “.. la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18) Aún con solo una rápida leída del Antiguo Testamento, notamos que Jesús habla más del infierno que del cielo. Así vemos claramente, que Dios no es más diferente en el Nuevo Testamento de lo que es en el Nuevo Testamento. Dios, por Su misma naturaleza es inmutable (sin cambio). Y aunque veamos un aspecto de Su naturaleza revelada en ciertos pasajes de la Escritura más que otros, ÉL en Sí mismo, no cambia jamás.
19/11/16 3:42 PM
ACS
Para el anónimo que ha escrito esto:

"Dios no se adapta a los tiempos? Ha leído el antiguo testamento? La revelación es progresiva..."

Mt,24,35

"El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán..."

Son palabras de Jesús, así que está claro que Dios no se adapta a los tiempos.La revelación fue progresiva hasta la llegada de Jesús, lea usted el pasaje de la transfiguración, ahí desaparece Elías ,el cual representa a los profetas; también desaparece Moisés, que representa la ley y toda la revelación queda concentrada en Jesús.No se anula la ley,tampoco la enseñanza de los profetas, sino que toda la revelación pasa a residir en Jesús.

También en la parabola de los labradores homicidas Dios envia a sus siervos y todos son asesinados .Envia a su hijo y también le matan.

No envia a nadie más!

La revelación se halla en Jesús y Jesús dijo que sus palabras no pasarían, así que no se adapta a los tiempos.

Ha leído el nuevo testamento?
19/11/16 4:24 PM
Mario
"18,21 Pedro se acercó entonces y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? 18,22 Dícele Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete."

El propósito de la enmienda es parecido al dolor de los pecados, no está en nuestras manos su perfecta realización. Cada vez que se perdona al que pecó se abren para él las puertas de la Misericordia con el fin de que brote el dolor de los pecados y el propósito de enmendarse que conlleva. Cuanto más se peca y menos se perdona mayores son las posibilidades de un acontecimiento extraordinario que facilite el arrepentimiento. Sólo Dios puede hacernos perfectos.
19/11/16 4:26 PM
Mario
No existe el castigo divino de un modo activo. Cuando alguien clama al Cielo por ser víctima del pecado de los hombres Dios se hace presente por medio de Su Hijo, de Su Madre o de Sus ángeles y santos para advertir al pecador de que hay una vida después de la muerte. Si a pesar de percibir esa presencia el pecador reincide, una y otra vez, en la malicia del pecado el Espíritu Santo retira su protección de las insidias y asechanzas del demonio a la espera de un verdadero arrepentimiento. No hay mayor castigo divino que el que pueden infligirse los hombres entre ellos o a sí mismos. Se peca contra el Espírito Santo cuando ya se ha manifestado y no antes.

Pecados que claman al Cielo:
1: El Homicidio voluntario o el asesinato (Génesis 4, 10)
2: Práctica de la homosexualidad o sodomía(Génesis 18, 20; y 19,13)
3: Opresión contra el pobre (Éxodo 3, 7-10)
4: El Agravio al forastero, a la viuda y al huérfano (Éxodo 22, 20-22)
5: La injusticia con el asalariado (Deuteronomio 24, 14-15; y Jueces 5,4)
19/11/16 4:47 PM
Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
Mario: Escribes "Cada vez que se perdona al que pecó se abren para él las puertas de la Misericordia con el fin de que brote el dolor de los pecados y el propósito de enmendarse que conlleva. Cuanto más se peca y menos se perdona mayores son las posibilidades de un acontecimiento extraordinario que facilite el arrepentimiento. Sólo Dios puede hacernos perfectos"
¿De dónde sacaste eso?
El dolor de los pecados y el propósito de enmienda son parte de las condiciones previas para recibir válidamente el sacramento de la Penitencia.
Para hacer una buena confesión es necesario:
1º) Examen de conciencia.
2º) Dolor de los pecados.
3º) Propósito de enmienda.
4º) Decir los pecados al confesor.
5º) Cumplir la penitencia.

Escribes: "No existe el castigo divino de un modo activo. Cuando alguien clama al Cielo por ser víctima del pecado de los hombres Dios se hace presente por medio de Su Hijo, de Su Madre o de Sus ángeles y santos para advertir al pecador de que hay una vida después de la muerte...".
¿De dónde sacaste esto y de todo lo que escribiste a continuación?
19/11/16 6:15 PM
Francisco Javier
ACS: muy buen comentario, me ha enseñado y aclarado mucho, me he tomado la libertad de copiarlo y guardarlo entre mis notas.
19/11/16 9:32 PM
antonio
Excelente comentario Beatriz, muy bueno, me has recortdado, que tengo que cumplir con la penitencia.

Muchas Gracias, Unidos en la Verdad, hay, y cuantas uniones en la MENTIRA.


Que Dios te bendiga y lo haga con la Iglesia y la Humanidad.
19/11/16 10:47 PM
FARISEOS
Algunos comentarios me recuerdan la parábola de fariseo y publicano. Fariseos fieles cumplidores de la ley, te doy gracias porque ayuno dos veces por semana, etc y no soy como ese publicano. ¿y la misericordia? ¿donde esta?
19/11/16 11:51 PM
Esperando a Cristo
FARISEOS
"Algunos comentarios me recuerdan la parábola de fariseo y publicano. Fariseos fieles cumplidores de la ley, te doy gracias porque ayuno dos veces por semana, etc y no soy como ese publicano. ¿y la misericordia? ¿donde esta? " : En usted no, desde luego.
20/11/16 12:18 AM
davidp83
"¿y la misericordia? ¿donde esta?"; la misericordia es para quien se arrepiente de sus pecados y se convierte a DIOS con todo su corazón. por ende es imposible hablar de misericordia para quien no se arrepiente y sigue empecinado en pecar plácidamente. y por cierto, el mantra de fariseos ya resulta cansino.
20/11/16 12:36 AM
ACS
FARISEOS, la ley y la misericordia no estan reñidos. Prueba de ello es que cuando el joven rico le pregunta a Jesús que hay que hacer para salvarse,Jesús le dice que cumpla con la ley.

¿es posible ser más misericordioso que Jesús?

¿llamaria usted fariseo a Jesús por decirle al joven rico que para salvarse debe cumplir la ley?

La misericordia no exime de la ley, la cuida, la respeta y la aplica con amor.

Con todo respeto, es usted quien actúa como el fariseo de la parábola ,creyendose más misericordioso que los demás.
20/11/16 1:01 AM
ACS
Francisco Javier, me alegro de haberle podido ayudar.Gracias
20/11/16 8:12 AM
Federico
"Esperando a Cristo". Cuando a algunos os faltan los argumentos no es queda más recurso que el insulto o la etiqueta de "fariseo" lanzada al católico que se toma en serio su fe. Podríamos decir respecto a la tan manoseada parábola, que el publicano se arrepiente de su pecado, de no seguir la LEY de Dios, mientras que el fariseo sería como el agnóstico actual que dice que "para ser buena persona no hace falta creer en Dios"
20/11/16 12:00 PM
JOSÉ MARIÍA
Son ustedes los que no tienen misericordia, juzgando al Santo Padre, si a ustedes no les gusta como actúa y como habla, al pueblo llano si que le llegan sus gestos de amor y cariño. Incluso a los no creyentes, para ellos si que es luz.
20/11/16 12:14 PM
ACS
JOSE MARÍA, voy a intentar explicarlo desde mi experiencia personal.Espero que esto no moleste a nadie. Me fui de la iglesia a los 13 años.Fui una gran pecadora durante 35.Me vi inmersa en un gran vacío existencial.Como ciega ,paralítica,endemoniada o muerta, clamé al cielo curación.Jesús me curó.Y Dios, como el Padre del hijo pródigo, me abrazó fuertemente y me llenó de su amor divino que rebosaba de mí por todas partes.No sé explicarlo mejor.

Esa fué la misericordia de Dios.

Mis pecados obligaron al Padre a derramar su misericordia sobre mí, pero eso no fue "justo" . Esta misericordia con la que me devolvió la dignidad de hija me llevó a quedarme en casa, a observar a mis hermanos que le habían sido siempre fieles,a admirarles y a imitarles,(el hermano mayor de la parábola).Ellos habían hecho lo que yo debí haber hecho: ser fieles a Dios.Cerca del Padre fuí absorviendo sus enseñanzas y haciéndolas mias,admirando la belleza y la harmonía de su ley, su orden, su plan,con lo que regía su casa.

Esa era la justícia de Dios.

Jesús tuvo que morir por misericordia, la justícia le hubiera librado de esa muerte.En Getsemaní se debatió entre una cosa y la otra.

Optó por la misericordia por nuestra tozudez en no querer aceptar su ley.Y tuvo que sufrir por nuestra culpa.

La Iglesia vive ahora el Getsemaní de Cristo.Todo es presente.Vencerá la misericordia tal como venció en Jesús.Pero eso no significa que sea justo,no significa que tengamos que enseñar a la gente que l
20/11/16 3:00 PM

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