Deben «buscar, incluir y alegrarse»

El Papa explica las características que deben tener los sacerdotes

El papa Francisco explicó las características que deben tener los sacerdotes para ser verdadera imagen de Jesús: «El corazón del Buen Pastor no es sólo el corazón que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma» puesto que ahí «resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado», dijo el Papa.

(Aci Prensa) El Pontífice presidió esta mañana en la Plaza de San Pedro la Misa por la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y del Jubileo de los Sacerdotes. Durante 3 días, este evento reunió a más de 6.000 presbíteros y seminaristas en Roma.

El papa Francisco explicó que «el corazón del Buen Pastor nos dice que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido». En él vemos su continua entrega sin algún confín; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama ‘hasta el extremo’, sin imponerse nunca.

«El corazón del Buen Pastor está inclinado hacia nosotros, ‘polarizado’ especialmente en el que está lejano; allí apunta tenazmente la aguja de su brújula, allí revela la debilidad de un amor particular, porque desea llegar a todos y no perder a nadie».

A lo largo de la homilía, el Pontífice pidió a los sacerdotes que se hagan a menudo la pregunta «¿A dónde se orienta mi corazón?, ¿En dónde se fija mi corazón, a dónde apunta, cuál es el tesoro que busca?».

En respuesta a las dos preguntas, aseguró que «los tesoros irremplazables del Corazón de Jesús son dos: el Padre y nosotros».

«Para ayudar a nuestro corazón a que tenga el fuego de la caridad de Jesús, el Buen Pastor, podemos ejercitarnos en asumir en nosotros tres formas de actuar que nos sugieren las lecturas de hoy: buscar, incluir y alegrarse», aconsejó.

Buscar, incluir, alegrarse

El Papa recordó que Dios va en busca de la oveja perdida «sin dejarse atemorizar por los riesgos; se aventura sin titubear más allá de los lugares de pasto y fuera de las horas de trabajo».

«No aplaza la búsqueda, no piensa: ‘Hoy ya he cumplido con mi deber, me ocuparé mañana’, sino que se pone de inmediato manos a la obra; su corazón está inquieto hasta que encuentra esa oveja perdida. Y, cuando la encuentra, olvida la fatiga y se la carga sobre sus hombros todo contento».

El corazón que busca, por tanto, «no privatiza los tiempos y espacios, no es celoso de su legítima tranquilidad, y nunca pretende que no lo molesten». «¡Ay de los pastores que privatizan su ministerio!», exclamó.

Pero además, «el pastor, según el corazón de Dios, no defiende su propia comodidad, no se preocupa de proteger su buen nombre, sino que, por el contrario, sin temor a las críticas, está dispuesto a arriesgar con tal de imitar a su Señor».

Francisco también señaló que el pastor es «un buen Samaritano en busca de quien tiene necesidad». «Es un pastor, no un inspector de la grey, y se dedica a la misión no al cincuenta o sesenta por ciento, sino con todo su ser», afirmó.

El Pontífice explicó también que el pastor debe arriesgarse y «no se queda parado después de las desilusiones ni se rinde ante las dificultades; en efecto, es obstinado en el bien, ungido por la divina obstinación de que nadie se extravíe».

«No sólo tiene la puerta abierta, sino que sale en busca de quien no quiere entrar por ella» y «como todo buen cristiano, y como ejemplo para cada cristiano, siempre está en salida de sí mismo», dijo.

«El epicentro de su corazón está fuera de él: no es atraído por su yo, sino por el tú de Dios y por el nosotros de los hombres».

Respecto a «incluir», el Sumo Pontífice recordó que Cristo «no es un jefe temido por las ovejas, sino el pastor que camina con ellas y las llama por su nombre. Y quiere reunir a las ovejas que todavía no están con él».

«Ninguno está excluido de su corazón, de su oración y de su sonrisa. Con mirada amorosa y corazón de padre, acoge, incluye, y, cuando debe corregir, siempre es para acercar; no desprecia a nadie, sino que está dispuesto a ensuciarse las manos por todos».

Es un «Ministro de la comunión, que celebra y vive, no pretende los saludos y felicitaciones de los otros, sino que es el primero en ofrecer mano, desechando cotilleos, juicios y venenos. Escucha con paciencia los problemas y acompaña los pasos de las personas, prodigando el perdón divino con generosa compasión. No regaña a quien abandona o equivoca el camino, sino que siempre está dispuesto para reinsertar y recomponer los litigios».

Por último, el Santo Padre explicó que el pastor debe «alegrarse». «Su alegría nace del perdón, de la vida que se restaura, del hijo que vuelve a respirar el aire de casa. La alegría de Jesús, el Buen Pastor, no es una alegría para sí mismo, sino para los demás y con los demás, la verdadera alegría del amor».

El sacerdote «es transformado por la misericordia que, a su vez, ofrece de manera gratuita». «Para él, la tristeza no es lo normal, sino sólo pasajera; la dureza le es ajena, porque es pastor según el corazón suave de Dios», destacó.

 

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