(InfoCatólica) Muy Santo Padre, Reverendos Padres Sinodales,
En primer lugar, me gustaría expresar, a su Santidad el Papa Francisco, mi profundo reconocimiento por haber ofrecido también a los laicos, y en particular a las mujeres, la oportunidad de vivir este gran acontecimiento de la Iglesia universal, que es el Sínodo de los Obispos. Para nosotros, es a la vez una gracia y una misión.
Permitanme transmitirles a continuación el mensaje que las Asociaciones-miembros de la Federación Africana de Acción Familiar, FAAF, me han confiado. Me han encargado que les diga exactamente dos cosas: en primer lugar, que rezan mucho por el Sínodo, y en particular por el Santo Padre; y, a continuación, esta otra: «Que después de haber experimentado de qué manera su trabajo ayuda a los matrimonios y a los jóvenes a tomar conciencia de la belleza y de la grandeza de la vocación y de la misión de la familia, se han comprometido con determinación a servir a la pastoral de la familia en general; y, de una manera específica, en hacer conocer el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia en lo que concierne al «servicio a la vida»: es decir, a responder a la llanada del Papa Juan Pablo II. Y cito: «Ante el problema de una honesta regulación de los nacimientos, la comunidad eclesial debe hoy esforzarse por suscitar verdaderas convicciones y por ofrecer una ayuda concreta a todos los que quieren vivir la paternidad y la maternidad de una manera verdaderamente responsable» (FC, n. 35),
De esta manera la FAAF se esfuerza en ayudar a las Diócesis que lo desean a poner por obra servicios que, con competencia, ofrecen a los matrimonios los métodos naturales, y les acompañan en un camino de integración de los valores familiares. La Federación propone, a la vez, a los jóvenes un camino de educación para la vida y el amor.
Respecto a mi contribución en relación al tema de este Sínodo, a partir de una experiencia de más de 30 años al servicio de la Iglesia en diferentes sectores de la pastoral familiar, me gustaría, humildemente, decir aquí a los pastores, al menos a los del continente africano: Hay un imperioso deber de hacer conocer de un modo suficiente el designio de Dios sobre la persona, el matrimonio y la familia. Muchos cristianos lo ignoran, pero aspiran profundamente a conocerlos.
Permitanme ilustrar esto, precisamente con algunas situaciones o casos concretos:
1º caso. En 1998, los estudiantes casados de la primera promoción de la Sección del Africa Fancófona del Instituto Pontificio Juan Pablo II de Bénin, después de un año y medio de formación académica, me hicieron la siguiente reflexión: «Ha sido ahora cuando hemos comprendido la significación y el valor de la familia. Ahora que hemos tomado conciencia de la grandeza y de las exigencias del Sacramento del Matrimonio, ¿no podríamos pedir nuevamente al Obispo que nos permitiese celebrar nuevamente el Sacramento del Matrimonio?»
2º caso. En el 2007, en mi país (Rwanda), los matrimonios a los que el cura les había encargado dar a los novios los cursos de preparación para el matrimonio, se dieron cuenta de que no estaban siendo eficaces en ese apostolado. El cura les preguntó si querían que les echase una mano. Y recibieron una formación básica durante un año, a razón de un fin de semana cada mes.
El contenido de la formación, en sus grandes líneas, era el siguiente:
- El designio de Dios acerca del Matrimonio y de la Familia,
- El amor conyugal.
- El Sacramento del Matrimonio.
- La metodología a utilizar.
Los principales documentos de referencia para esa formación eran los siguientes:
- La Biblia.
- Gaudium et Spes.
- La Exhortación Apostólica «Familiaris Consortio».
- La Encíclica Humanae Vitae.
- El Catecismo de la Iglesia Católica.
Al acabar, los matrimonios que siguieron esta formación, nos dijeron esto: «Pueden ustedes decirnos por qué la Iglesia no explica a los novios todo lo que nos habéis enseñado antes de casarse? Si nosotros hubiésemos sabido lo que ahora sabemos sobre el matrimonio y la familia, ¡cuántas experiencias desgraciadas habríamos podido evitar! La ignorancia no nos ha rendido ningún servicio».
3º caso. En 2010, en Bangi, en la República Central Africana, en el curso de una sesión de formación dados por l FAAF para matrimonios, se han asombrado positivamente por todos estos temas: «Es la primera vez que asistimos a una sesión donde se nos hable, en profundidad, del matrimonio y de la familia».
4º caso. En Bénin, del 14 al 24 de septiembre del 2015, he dado una sesión de formación inicial a los candidatos a educadores en los métodos naturales de regulación de los nacimientos: 16 matrimonios, 9 religiosas, 3 mujeres y 1 hombre. Cuando acabé el portavoz del grupo me dijo esto: «Diles a los padres sinodales que hemos tomado conciencia de qué importante es la familia para la persona, para la Iglesia y para la sociedad. Esto hace que nos hayamos comprometido a seguir asiduamente el camino de formación para llegar a ser confirmados como educadores. Hemos comprendido que ha sido el Señor quien nos ha traído a esta sesión para hacer de todos nosotros apóstoles de la familia».
Para concluir, quiero decir que, en mi humilde opinión, para que la buena nueva del matrimonio y de la familia sea conocida, son necesarias un mínimo de tres condiciones:
- Una preparación adecuada y sostenida de los agentes de pastoral sobre el terreno
- Un marco apropiado (una estructuración de los medios adecuados)
- Un compromiso efectivo de los pastores junto a un seguimiento apropiado.
Traducido por D.José Luis Aberasturi del equipo de traducción de InfoCatólica
