Fundadora de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento

Beatificación en la basílica de Guadalupe de la mexicana madre María Inés

La mexicana madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, fundadora de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal fue beatificada ayer por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos de, Mons. Angelo Amato, en la Basílica de Guadalupe.

(Informador/InfoCatólica) La M. María Inés se convirtió en la cuarta monja mexicana inscrita como beata, paso previo para ser elevada a los altares de los santos. La ceremonia, que duró aproximadamente tres horas fue concelebrada por el cardenal Norberto Rivera Carrera y el nuncio apostólico Christophe Pierre, así como por unos 40 obispos mexicanos de diversas diócesis del país. 

“Eminencia reverendísima cardenal Angelo Amato como obispo de la Diócesis de Cuernavaca y a nombre de la Familia Inesiana, le pido humildemente trasmita al Santo Padre Benedicto XVI, nuestra profunda gratitud por haber proclamado beata a la venerable sierva de Dios madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento”. 

Estas fueron las palabras del obispo Alfonso Cortés, después de que el enviado del Santo Padre diera lectura al texto de la carta apostólica en la que Su Santidad inscribió en el Libro de los Beatos a la monja. En el ritual se descubrió un cuadro gigante de Manuela de Jesús Arias Espinosa, nombre laico de la religiosa. 

Aplausos prolongados ante la imagen mientras una reliquia de la madre era llevada en procesión hasta colocarla en su lugar en el Presbiterio por la madre general Julia Meijueiro y Francisco Javier Carrillo Guzmán, el niño al que María Inés Teresa del Santísimo Sacramento salvó de la muerte, y que permitió con su sanación comprobar el milagro hecho por la hoy beata. Fue el 27 junio de 2011, cuando el Papa Benedicto XVI avaló el milagro atribuido a la monja. 

Durante la homilía el cardenal Amato se refirió a la visita del Santo Padre a México. 

“El Papa ama vuestra noble Patria. A ella ha venido como peregrino para alentarles a ser firmes en la esperanza (...). Ustedes merecen superar todas las dificultades para vivir serenamente en la solidaridad y en la concordia. La visita del Santo Padre ha sido una inyección de ánimo para un futuro de paz, concordia y bienestar” agregó el cardenal Amato ante miles de fieles que acudieron a la celebración. 

Virtudes de la nueva beata 

Mons. Angelo Amato identificó en su mensaje el carisma de María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: “Era generosa en el trabajo, ferviente en la oración, humilde, sacrificada y siempre dispuesta a la ayuda”. 

Nació en Ixtlán del Río (Nayarit) el 7 de julio de 1904 y murió el 22 de julio de 1981 en Roma (Italia. Fue la quinta de ocho hermanos nacidos en el seno de una familia cristiana. A los siete años recibió la primera comunión. 

Su vocación católica surgió en 1924, y cinco años después ingresó en el Monasterio del Ave María. Eran los años de la persecución religiosa derivada de la Guerra Cristera (1926-1929) y el monasterio se había trasladado hasta Los Ángeles (California, Estados Unidos). Pasó varias etapas de vida religiosa hasta emitir su profesión perpetua el 14 de diciembre de 1933. 

Sor María Inés Teresa fue autorizada por Roma para fundar las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, una nueva congregación católica con un ideal contemplativo y apostólico que oficialmente nacería el 23 de agosto de 1945 en la ciudad de Cuernavaca, con el lema Oportet illum regnare (Urge que Cristo reine). 

Eucarística, mariana y misionera 

El 22 de junio de 1951 fue cuando el Vaticano avaló la nueva orden religiosa de manera definitiva y ese mismo año las misioneras llegarían a Japón, un país sin tradición cristiana y cerrado a las religiones foráneas durante varios siglos. Posteriormente las monjas extenderían su acción evangélica por otros países de Asia y África, por Estados Unidos y varias naciones de Latinoamérica y Europa. También fundó los Misioneros de Cristo por la Iglesia Universal (1979). 

Las misioneras se caracterizan por ser una congregación eucarística, mariana y misionera, que lleva una vida contemplativa-activa, y que tienen como base la adhesión a la voluntad divina, fuente de alegría, y como centro, a Jesucristo. Profesan los votos de castidad, pobreza y obediencia, y testimonian el amor fraterno “siempre en un espíritu de comprensión y servicio, vividos en amor y paz, siendo la caridad lo que la impulsa a vivir ya no para sí, sino para toda alma necesitada”.

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