El pecado de los indígenas en el Instrumento de trabajo del Sínodo

El pecado de los indígenas en el Instrumento de trabajo del Sínodo

Entre los silencios del Instrumento de trabajo (IT) del Sínodo se encuentra la eliminación del concepto, la realidad del pecado en los indígenas con consecuencias irreparables para la fe cristiana, la Iglesia, los sacramentos y la evangelización.

El reduccionismo del pensamiento único que caracteriza el IT alcanza aquí extremos insustentables. El indígena amazónico es, según el IT, el hombre en su pureza original, nacido en la selva y capaz de desarrollar su inocencia primitiva de un modo perfecto, el hombre llamado por el destino para salvar a la humanidad, el hombre en el paraíso, el hombre prelapsario, el hombre nuevo, el superhombre (Übermensch).

Este indígena sería el prototipo del ser humano llamado a amazonizar la Iglesia y así amazonizar el mundo. Este destino histórico tendría una oportunidad única durante la celebración del Sínodo en Roma. De esta manera, las religiones indígenas paganas serían anunciadas, así como sus rituales, celebraciones, espíritus, conocimientos de la naturaleza y cosmovisiones, sabidurías de los antepasados, de los grupos étnicos de los ancestrales que interpretan la tierra como la tierra-madre, siempre fiel, integrando e interligando todo el cosmos.

El IT niega de hecho la existencia del pecado original y de sus consecuencias en la historia, en las sociedades, en todas las culturas y naciones, según enseña repetidas veces el Catecismo de la Iglesia Católica y todo el magisterio postconciliar.

Pero la verdad es esta. El conocimiento de Dios de los pueblos indígenas, así como el de los pueblos paganos de Romanos 1 (Sabiduría 13 – 14), no los llevó a la obediencia ni a la glorificación de Dios a pesar de haberlo conocido por sus obras, sobre todo su poder (Dynamis) y su eternidad.

Amarraron a la justicia en la impiedad, como todos los pueblos de la tierra. Convencidos de ser sabios por medio de la sabiduría de sus ancianos, mitos, cosmovisiones, culturas, dominio sobre los espíritus, fuerzas ocultas o evidentes, se hicieron estúpidos (Romanos 1, 22), y exactamente como los griegos y los romanos adoraron amuletos, fetiches, tótems, animales, plantas, piedras, espíritus (Romanos 1, 23).

En una palabra, como todos los pueblos, sirvieron a las criaturas y no al Creador que es bendito por los siglos (Romanos 1, 25). Por eso, también entre los indígenas no son excepción los adúlteros, los violentos, los borrachos, indígenas sin misericordia, envidiosos, infanticidas, suicidas, crueles, etnias belicosas que históricamente eliminaron otras etnias y naciones indígenas, varios tipos de familia indígena completamente ajenos al plan de Dios sobre la pareja humana y la estructura familiar.

¿Por qué el IT ignora y no aplica a los indígenas amazónicos la palabra apostólica de la carta a los Romanos: Todos pecaron y todos necesitan de la gloria de Dios? (3, 23). ¿O también olvida a Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios vivo que dice: aquellos que tienen salud no necesitan médico pero sí los enfermos; Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores? (Mt 9, 12-13).

¿Dónde está la misericordia y la compasión de Jesús, el amigo de los pecadores que se demuestra en la predicación del ‘Arrepentíos y creed, porque el Reino de Dios llegó’ (Mc1, 15) completamente olvidado por parte del IT o de teologías tipo de la así llamada Teología indígena?

¿Y cómo hablar de libertad, reconocer y servir a la dignidad de los pueblos indígenas, si también a ellos no se les proclama con alegría que son justificados, salvados gratuitamente por la gracia (y con ellos sus culturas y naciones) por medio de la Redención realizada en Cristo Jesús (Romanos 3, 24), si ellos lo desean?

En Jesús, a quien Dios constituyó (únicamente) como víctima de expiación por los pecados en su sangre por la fe (Ibid 25) y en la cual todos y cada uno de los hombres son perdonados, también los indígenas, sus ancestrales pajes, culturas y pueblos.

Delante de todo esto ¿qué sentido tiene la presencia de la así llamada Tienda común en Roma durante el Sínodo con sus inciensos, defumaciones, rituales de aldea, celebraciones? Llegó la hora de abandonar los devaneos de la arrogancia (káujesis) prometeica y asumir la actitud de María, la única actitud eclesial digna: ‘Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’.

Tengamos de una vez el coraje de permitir que resuene en nuestra mente la palabra de Pablo: ¿De qué te glorías si todo lo has recibido como si tú no lo hubieses recibido?

Llevemos en el corazón esta otra del mismo: Donde abundó el pecado (también en la Amazonía) superabundó la gracia (Romanos 5, 20).

Tengamos el coraje de entrar de una vez en la ola omnipotente de la Gracia que Dios prepara para la Amazonía y para toda la humanidad.

Mons. José Luis Azcona, obispo emérito de la Prelatura de Marajó

Publicado originalmente en ACI Prensa